@IsabelDlRio / @miransaya

domingo, 14 de marzo de 2010

Astrid, capítulo 45: Concierto de emociones



Domingo, 20 de julio de 2008

En Barcelona


La multitud los vitorea encendida. Tánit parece extasiada, una expresión inusual en ella.

—Es la mejor —murmura con las manos rojas de tanto aplaudir.

—¿Quieres venirte? —había dicho alegre mostrándome tres entradas con butaca numerada —. Da muy pocos conciertos, verás cómo te gusta —insistió luego.

Y aquí estoy, en el concierto de Loreena McKennitt en el Poble Espanyol. Tánit palmea con brío. De pié, silbando, con su mirada fija en la cantante canadiense que, sonriente y amable, dirige unas dulces palabras en inglés al público. Levanta su arpa del suelo y empieza a tantear la próxima canción mientras el resto de músicos esperan preparados en silencio. Noa está sentado entre las dos, observa a Tánit y busca mi mano.

El atardecer pinta los edificios deshabitados del complejo turístico, mientras los focos tiñen de violeta el escenario.

Un silencio inquieto, lleno de expectación, carga el ambiente. Las primeras notas son arrancadas de un violín, una voz que pinta el aire con melena rubia y pelirroja, unas gaviotas blancas surcan el cielo en la cúspide de la melodía de tonos celtas y newage. La emoción también me embarga a mi cuando todos empiezan a tocar y ella deja los susurros, cambiándolos por un chorro cristalino y brillante de palabras.

Tánit besa a Noa. Aparto su mano de la mía. Él me mira. Nauseas y ardor de estómago. Miro a Tánit. La canción termina; de nuevo aplausos.

—Ves, te dije que te gustaría —dice Tánit sonriente tendiéndome un cleenex —. Yo también tengo que contener las lágrimas.

“Noa, lo nuestro tiene que terminar”, pienso secándome la cara.

Él vuelve a buscarme, pero esta vez no me encuentra, en mi lugar hay un espacio vacío. Es Tánit quien le coge la mano para la próxima pieza.





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