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Isabel Del Rio, Isabel del Río Sanz, @IsabelDlRio y @miransaya
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lunes, 15 de mayo de 2017

Reseña de “Cáscara de nuez” de Ian McEwan

TÍTULO: Cáscara de nuez
AUTOR: Ian McEwan
EDITORIAL: Anagrama

SINOPSIS
Trudy mantiene una relación adúltera con Claude, hermano de su marido John. Éste, poeta y editor de poesía, es un soñador depresivo con tendencia a la obesidad cuyo matrimonio se está desintegrando. Claude es más pragmático y trabaja en negocios inmobiliarios. La pareja de amantes concibe un plan: asesinar a John envenenándolo. El motivo: una mansión georgiana valorada en unos ocho millones de libras que, si John muere, heredará Trudy.
Pero resulta que hay un testigo de esta maquinación criminal: el feto que Trudy lleva en sus entrañas. Y en una pirueta de triple salto mortal que parece imposible de sostener pero le sale redonda, McEwan convierte al feto –al que todavía no han puesto nombre porque no ha nacido– en el narrador de la novela, desde la primera página hasta la última.
Lo que sigue es una mezcla genial de comedia negra, trama detectivesca y astuta reescritura intrauterina de un gran clásico, por cuyas páginas asoman también una joven poetisa amante de John y una bregada inspectora de policía. Pero además de observar desde primera fila los preparativos del asesinato de su padre a manos de su madre, el feto filosofa sobre el mundo y la vida, lanza preguntas incómodas y se lo cuestiona todo, mientras las copas de vino –y alguna bebida de más graduación– que bebe su madre tienen efectos mareantes sobre él.
Jugando con un narrador inaudito, Ian McEwan plantea un audaz experimento literario que es un auténtico tour de force sólo al alcance de un escritor superdotado. Y el resultado es una novela redonda que avanza con el palpitante ritmo de un thriller, trufada del mejor humor británico.

OPINIÓN
‹‹Querido padre: Antes de que mueras, me gustaría decirte algo. No tenemos mucho tiempo. Mucho menos del que piensas, así que perdóname que vaya al grano››.
Ian McEwan vuelve a sorprenderme, tras Expiación no habían regresado a su voz y carácter único, y fue la recomendación de otro librero, mientras charlaba con David Martí en su programa literario de Ràdio 4, que escuché por primera vez el título: Cáscara de nuez. Inevitablemente me retrotrajo El universo en una cáscara de nuez, de Stephen Hawking, lectura adolescente, en mi época pre-universitaria. Y me atrajo la idea de que un nonato pudiera ser el narrador de una historia adulta, de una trama maliciosa, de un thriller con cuerpo incluido. Cómo lograría tal hazaña McEwan, era uno de los interrogantes que martilleaban mis sienes tal escuchar la crítica del librero, así que, decidida, lo recomendé en el club de lectura que organizo en La Font de Mimir y me zambullí en su lectura, en el útero materno, en las sensaciones sin experiencia más allá del líquido amniótico.
‹‹Permanezco despierto, escucho, aprendo. Temprano esta mañana, menos de una hora antes del alba, ha surgido un tema más profundo de lo habitual. A través de los huesos de mi madre me ha llegado un mal sueño disfrazado de disertación formal. El estado del mundo››.
Con la excusa de hablarnos de una trama de asesinato, de una traición Shakespiriana al más puro estilo de Hamlet, su autor nos ofrece una visión global del panorama actual. Pues sí, el narrador es un bebé no-nacido, pero no por ello está desinformado, puesto que su madre es adicta a los podcast y la radio, y duerme enchufada a la historia y la actualidad.
Sin querer hacer spoiler, el lector advierte que la historia no puede terminar bien, que la trama se desarrolla y precipita hacia un final inapelable. McEwan, como en Expiación, nos habla de la condición humana, de sus pasiones, deseos, temores… Y especialmente, del pensamiento convertido en acto, de las decisiones que determinan nuestro futuro, así como el de aquellos que están unidos a nosotros. ¿Y qué unión más fuerte puede existir que la de un  nonato con su madre?
‹‹Regreso al útero como si volviese de un largo viaje. Nada ha cambiado en el balcón, excepto que estoy un poco bebido. Como para darme la bienvenida, Trudy se sirve el resto de la botella. Los cubitos ya no están fríos, el vino está casi tibio, pero hace bien, más vale apurarlo ahora. No se conservará››.
Resulta curioso ver cómo una consciencia que no ha visto jamás el cielo puede hablar del azul, o describir el rostro de su madre a través de los poemas de su padre. También he de aplaudir al autor por la ironía con que trata el sexo y la ansia hacia el otro, que puede llegar a ser más peligrosa que una droga dura, creando vínculos difíciles de romper, idiotizando al más lumbreras, y que lo mejor de todo ello sea la visión de aquél que se ve con el miembro del amante de su madre a pocos centímetros de su blando cráneo.
En esta novela no existen buenos-buenos ni malos-malos, sino personas de carne y hueso, con sus rencores y envidias, con sus anhelos y pesares. ¿Qué seríamos capaces de hacer por desquite? ¿Cómo nos sentiríamos tras acometer nuestra venganza? ¿Qué puede hacer un bebé no nacido por evitar la muerte de su padre a manos de su madre y su amante?
‹‹Un brindis al amor y por ende a la muerte, a Eros y a Tánatos. Parece ser un hecho de la vida intelectual que cuando dos conceptos están muy alejados o son opuestos se dice que están estrechamente ligados››.
Recomendada a aquellos que disfruten de los thrillers y las emociones humanas; para quien quiera pensar y leer una obra bien escrita y trazada; para lectores que no teman a los narradores fuera de lo común ni al sarcasmo cultivado.

Isabel del Río

Abril 2017