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Isabel Del Rio, Isabel del Río Sanz, @IsabelDlRio y @miransaya
Terapias naturales y holísticas en ANIMA

martes, 18 de diciembre de 2012

Nieve 16. Saludo de hielo


Volví a mirar hacia el carrito aparcado a un lado de la calle. Allí estaría bien, no me había cruzado con nadie en el camino y dudaba que me lo robaran.
Cerré los ojos y permití que mi piel vibrara a la velocidad que todas mis células clamaban a gritos. Sentí un escalofrío que recorría mi columna y un placer indescriptible antes de percibir el mundo tal y como era en realidad, al menos para mí. Abrí los ojos y crucé el umbral del edificio sin apenas sentir el roce de las partículas de la puerta en mi ser. Podía ser tan rápida que atravesaba el vidrio, e incluso el metal, con relativa facilidad.
Me sorprendió encontrar un montón de muebles de madera amontonados en el tercer piso. Traté de atravesarlo y sentí la calidez que aún restaba en aquella materia y que me impedía evadirlo. Trepé y me dejé caer al otro lado.
La puerta del ático estaba sellada y, por algún motivo, no podía traspasar la madera de aquella puerta así como los muros, los cuales eran demasiado gruesos. Así que me decidí por utilizar la fuerza bruta.
Cuando el tablón reforzado cayó al suelo, pude sentir el terror del hombre que miraba por la ventana. Se giró hacia mí pero, como ya me había ocurrido con Lars, Joel y Tara, mi velocidad lo deslumbró y se cubrió el rostro con ambas manos.
Escuché el palpitar de su corazón, percibí la calidez de su piel y de nuevo una puñalada dolorosa atravesó mi estómago. ¿Cómo podía estar hambrienta aún? Él permanecía indefenso y frágil ante mis ojos, ni siquiera se enteraría… Nadie tenía porque saberlo. Pero algo en mi interior me retuvo, una voz que hablaba desde el pasado, muy débil, aunque capaz de recordarme que yo también había sido humana.
Apreté los dientes y contuve el aliento para recuperar el tiempo al que él se adecuaba. Cuando mi pulso y ritmo se asemejaron al suyo, me aproximé a él y alargué la mano en gesto de saludo.
—Hola —dije—, soy Beth.
El hombre me miró con los ojos enrojecidos por el destello. Observó mi mano y preguntó:
—¿Eres real? ¿Estás viva?