@IsabelDlRio / @miransaya

miércoles, 29 de junio de 2016

REIKI Iniciaciones Primer Nivel

Lunes de octubre o noviembre. Un día completo con clase teórica, prácticas, meditaciones e iniciación. Entrevista previa con la maestra. Plazas muy limitadas. Escríbeme y reserva. El día se cerrará según disponibilidad del grupo.


Nivel 1 Reiki Usui
Barcelona
Lunes 10-13.30h y 15-19h
Octubre/Noviembre 2016
Maestra Isabel Del Rio

80€ con Material y Diploma incluidos

lunes, 27 de junio de 2016

Reseña "Donde respiran las piedras" de Lucía Boronat Brisa

TÍTULO: Donde respiran las piedras
AUTOR: Lucía Boronat Brisa
EDITORIAL: Arola Editors

SINOPSIS
Dos niñas y un muchacho de Canejan desaparecen y catorce días más tarde las pequeñas se sorprenden ante el revuelo que origina su regreso, pues no parecen conscientes de las dos semanas transcurridas. Los apenas cien vecinos del pueblo aranés reciben con estupefacción a las niñas que aseguran haber pasado la tarde en compañía de su amigo: De Daniel, sin embargo, no hay ni rastro. Una reportera donostiarra en paro, Iratxe, recibe un correo anónimo sobre el suceso y, seducida se traslada al Valle de Arán creyendo que hallará el argumento de una buena historia con la que escapar de la suya. Pero lo que se plantea como una inocente aventura expiatoria resulta una auténtica pesadilla hacia el interior desde que entabla relación con un viejo que asegura ser Daniel. Iratxe tendrá que asumir una realidad tan inaudita como macabra entre habladurías y supersticiones, cargadas de espejismos.
Una subyugante historia en la que Lucía Boronat te hace sentir la maldad sin intermediarios, en toda su pureza y esencia.

OPINIÓN 
Empujada por la recomendación de mis compis en el Club de Lectura de La Font de Mimir, y con la insistencia de una lectora que se vio muy afectada por la trama y los personajes, acabo de poner punto y final a Donde respiran las piedras de Lucía Boronat Brisa. 
No conocía la editorial ni a la autora, pero ya han captado mi atención. 

“Tú también eres mala y todavía no te has dado cuenta”.

Aviso, se trata de una historia dura y realista. Lo que empieza como la extraña historia de la desaparición de unos niños y de un pueblo embrujado, se convierte página a página en una crónica de maldad, sin importar edad, género o  condición.
“(…) pasó su lengua rosa de niña por el vidrio y luego esbozó una sonrisa cargada de sensualidad. Yo pensé que mi corazón no soportaría aquella presión”.
Una historia que me ha secuestrado, pues desde que inicié su lectura no he podido abandonarla y, cuando no estaba con el libro entre las manos, daba vueltas a ciertos momentos y frases.
“Creo que envejecí de golpe el día en que conocí a Aurora. No me refiero a su furtiva visita en el hostal sino al día siguiente, cuando me ofreció su casa y me abrió su corazón. Su aspecto de prematura senilidad me agarró con fuerza, me invadió sin compasión. Conocer a Aurora resultó algo parecido al contagio de una enfermedad”.
Algunos puntos de la resolución vamos presintiéndolos según se aproximan, aunque no el final propiamente dicho. La novela exuda la verdad para aquel que quiere interpretarla, pues es una de esas historias que juega con lo que deseamos y no deseamos ver. 
“Mis padres ausentes, mis padres siempre ocupados entre tules y largas colas de seda: ese es el motivo por el que mi hermana tuvo que asumir a la fuerza responsabilidades que no le correspondían”.
La protagonista es una periodista venida a menos. Tras su divorcio, pierde el trabajo y se deja consumir por la desidia. En el mundo tiene sólo a su hermana y sus sobrinos, pero su cuñado no la tiene en mucha estima, por lo que se mantiene alejada. Sola. Esa es la imagen que nos ofrece la autora, una instantánea que se irá distorsionando según pasen las páginas. 
“Lo cierto es que nunca he sabido mantener las amistades. Siempre he antepuesto mis intereses a las necesidades de los demás, por eso estoy sola”.
Una mañana encuentra el recorte de una noticia antigua en su buzón: tres pequeños desaparecieron en el pueblo de Canejan hace años, dos niñas y un niño, y 48h después las niñas regresaron como si nada hubiera sucedido. El niño nunca apareció. 
“Un escalofrío recorrió mi nuca. Era la mirada de las niñas: sus ojos me perseguían allí donde me encontrara. Pero lo más turbador no era esa particularidad, sino la expresión de las pequeñas, que no concordaba en absoluto con su edad”.
La protagonista decide aceptar el desafío y adentrarse en la historia de horror que se esconde en la aldea.
“Llegué a la conclusión de que el valle de Arán abundaba en historias sobre brujería y fábulas siniestras. La mayoría de libros y guías turísticas revelaban un estrecho vínculo del lugar con el ocultismo. Ello me atraía y me repugnaba al mismo tiempo”.
¿Qué sucedió en aquella tarde de juegos? ¿Dónde está Daniel? ¿Y por qué las niñas tienen esa mirada vieja y vacía? ¿Por qué infunden temor y el pueblo parece bajo el influjo en un ente maligno?
“Había en tus ojos una fuerza poderosa y sobrenatural. Me asuste muchísimo. Era como si de repente te hubieras transformado en un ser espantoso, espeluznante. Pasaste de ser una niña preciosa a ser un monstruo, un engendro terrorífico que rebasaba los límites de la normalidad”.
Una historia que no deja indiferente y puede revolver las tripas y/o la conciencia de algunos.
“Recordé mis fiestas de cumpleaños, tan forzadas, carentes de ruido, de alegría: fiestas engorrosas y comprometidas, a las que eran invitados tres o cuatro niños cuyos nombres desconocía, y que acaban jugando entre ellos, mientras yo los observaba sentada en el sofá de mi casa”.
Recomendada a lectores de misterio, terror, thriller y novela psicológica. No apta para lectores jóvenes o para aquellos que hayan sufrido una mala infancia. 

Isabel del Río

Mayo 2016

lunes, 20 de junio de 2016

Entrevista a Jordi Ledesma

Jordi Ledesma. Tarragona, 1979. Autor del poemario Agua de mayo (Silva, 2003), y de las novelas: Narcolepsia (Alrevés, 2012) y El diablo en cada esquina (Alrevés, 2015). Este otoño publicará su tercera obra, también en Alrevés Editorial.

ENTREVISTA
IDR. Ahondando en tus recuerdos, ¿de dónde nació tu pasión literaria? ¿Cuáles fueron tus inicios?
JL. Ya escribía cuentos de niño. Poemas de adolescente y algún relato. Siempre he tenido vocación de narrador.
IDR. ¿Quién te introdujo al mundo de los libros? ¿Tienes alguno preferido, que haya significado una inflexión para ti?
JL. Mi madre, sin duda. Casi todos los libros buenos que leí de los quince a los veintitantos años eran suyos. Y, antes de eso, la primera novela que me enganchó realmente a no querer hacer otra cosa que  leerla, fue No demanis llobarro fora de temporada de Andreu Martín y Jaume Rivera, es un título que leí con once o doce años y en el que encontré una cercanía y una adicción que no había sentido nunca.
IDR. ¿Qué te consideras antes: lector o escritor?
JL. Honestamente, y aunque yo mismo use la palabra escritor, de forma coloquial, para referirme a mi persona o a otros colegas, creo que soy novelista. Un escritor abarca más campos dentro de la literatura, escribe artículo, ensayo, cuento, poesía, novela y, por lo tanto, se le supone una trayectoria más amplia que la mía. Sea como sea, son las lecturas ajenas las que te hacen ganar perspectiva respecto a tus propios textos, te hacen crecer y aportar, innovar y arriesgarte como narrador. Hay que ser, antes que nada, lector. De no ser así tu narrativa nacerá muerta. Nada crece si no come, y para crecer un poco hay que comer mucho.
IDR. El Diablo en cada esquina es una obra dura y oscura, incluso morbosa, ¿cómo haces para que tus historias no te afecten?
JL. No hago nada, dejo que me afecten. Mis historias son parte de mi vida, aunque sean ficción. Y en el arte el sufrimiento es un aporte muy grande. Creo que de querer distanciarme emocionalmente demasiado pronto no conseguiría la proximidad humana que pretendo. Luego, al no ser un trance real, no hace falta demasiado tiempo para olvidar.
IDR. Los detalles de la obra son creíbles y coherentes, ¿cómo ha sido la documentación?
JL. Transito las periferias de las ciudades, los arrabales, las urbanizaciones, y también los barrios céntricos, miro a la gente pasar, los observo y trato de asimilar lo que veo y lo que no veo de sus vidas. Mis personajes, en el aspecto humano, son la suma de muchas personas a las que he conocido, para bien o para mal, y las elevo a un contexto de marginalidad y/o violencia, ya sea social o física, que he observado en cualquier calle. Para los temas criminalísticos intento hablar con delincuentes y que me cuenten lo que les apetezca (soy una persona que hace preguntas concretas y dejo hablar bastante), en sus asuntos, y en cuestión de conocimientos criminales, los quinquis son mucho más fiables que la policía.
IDR. Si tuvieras que resumir la moraleja de la novela, ¿cuál sería?
JL. Que cuando uno se deja llevar por la codicia y para ello recurre al abuso, ya sea físico, sicológico, o moral, siempre acaba aplastado por otro abusón codicioso de mayor envergadura. Y que entre humanos, y habiendo dinero de por medio, la integridad no existe.
IDR. La crítica en la novela es clara, pero ¿qué querías mostrar exactamente?
JL. Pues lo que para mí es la realidad: una sociedad hedonista y codiciosa en el que a cada individuo sólo le importa su ego y su beneficio, y al resto que les den por el culo. La maldad que la novela refleja, a mi juicio, existe en cada uno de nosotros, pero se manifiesta de manera más trivial, en asuntos menos dañinos, aunque responde a la misma falta de principios que la que empuja a mis personajes a matar o morir.
IDR. ¿Por qué estos personajes? ¿Cómo se te ocurrió el detalle del cuadro final?
JL. La novela alinea dos tipos de personajes: los subyugados que son los protagonistas, y frente a ellos (o por encima) están los dominantes que mueven la voluntad de los anteriores a su antojo y beneficio, y que se desarrollan en un papel más secundario pero con mayor peso en el devenir de la historia. A la vez todos actúan en respuesta a la supervivencia, y en contrapartida de lo que ellos puedan esperar o preveer es el azahar quien los lleva de aquí para allá. El detalle del cuadro iba implícito a la historia desde el principio. Tenía muy claro el ritmo que quería, un ritmo de lectura muy rápido. Y que los personajes principales, aun después de relacionarse, debían ser protagonistas de los capítulos en los que transcurriera su acción, y que los secundarios actuaran como escenario común. Desde un primer momento supe que en alguno de los capítulos del último tercio de la novela quería introducir una pausa en la que se hiciera una metáfora desde la que poder repasar los hechos y la senda de cada personaje. Un cuadro con simbología renacentista me parecía bastante original para esa pausa y ese repaso. Y la pintura de El Bosco tiene un trasfondo de crítica social que se me antoja parecido al que la novela pretende denunciar. Cuando supe que la tabla central de —Los cuatro postigos— estaba desparecida encontré un lienzo en blanco en el que pintar mi historia.
IDR. ¿En qué condiciona la novela y tu forma de escribir utilizar este punto de vista y personajes?
JL. Creo que desde la óptica comercial de la etiqueta negra se ha transmitido una idea a muchos lectores en la que negra y policial, es lo mismo. Yo no soy un especialista en el género y mi opinión es la de un lector más, yo entiendo que ambas etiquetas no sólo se encuentran muy cercanas sino que se abrazan en algunos aspectos, se mezclan y se arrebatan voces y criterios, códigos, mecanismos, arquetipos, patrones y también tópicos, pero de alguna manera eso lo hacen todos los géneros novelescos entre sí. Para mí no es lo mismo. Mis novelas no son en absoluto policiales, aunque en ellas salgan policías. Como hay infinidad de novelas policíacas que no son negras. Dicho esto, y más allá de colores o definiciones, yo trato de recrear el contexto que la sociedad me transmite y lo paso por mi filtro particular, además de añadirle una historia de ficción, que creo que podría ser creíble dentro de ese contexto filtrado que yo propongo. Intento que mis personajes sean gente próxima, aunque sean capaces de lo peor como seres humanos, que durante su rutina se trate de personas a las que devolviéramos los buenos días sin más prejuicio que el que sintiéramos hacia cualquier otro vecino del que no sabemos nada.
IDR. ¿Cuál es tu método? ¿En qué te inspiras? ¿Qué haces antes de ponerte a escribir?
JL. Sólo he escrito tres novelas, así que el método, si lo hay, está en fase de desarrollo. Entiendo mi periodo actual como un momento en el que sigo aprendiendo, por lo que hasta ahora he procurado que mis historias, y mi manera de narrarlas, sea muy diferente en cada una de ellas. Creo que debo seguir probando registros, e intento mejorar estilísticamente, en mi opinión ese debe ser el propósito de cualquier novelista, evolucionar, y la del estilo es una cuestión de reescritura y más reescritura. Procuro leer todos los libros que se me han quedado atrás. Y supongo que como el resto de mis compañeros soy un vuayeur de la vida. Para mí es importante, al empezar una nueva novela, haberme desintoxicado de la anterior, y antes de que eso suceda habré escrito varios inicios, pasajes intermedios, relatos, reflexiones, poemas… y la mayoría de esos textos quedarán olvidados, serán algo que no sucedió. Procuro escribir cada día.
IDR. ¿Algún nuevo proyecto entre manos del que nos puedas hablar?
JL. Publico una novela, pasado el verano, con Alrevés, aunque no puedo hablar demasiado, acabamos de empezar la fase editorial y aún no tenemos título.

IDR. ¿Cuál crees que es el papel del escritor en la sociedad actual?
JL. Albert Camus dijo que los artistas deben estar con los que sufren la historia, no con los que la escriben. Yo estoy bastante de acuerdo.
IDR. Ahora se está experimentando un boom alrededor de la Novela Negra, ¿crees que tiene algún reflejo con nuestra sociedad?
JL. Sí, bastante. Sobretodo el transfondo en el que suceden las cosas. Hay novelistas que saben insertar muy bien sus ficciones en ambientes y esferas creíbles y palpables en nuestro entorno y que hacen que eso sea lo importante dentro del universo cerrado que es una novela, giros y tramas aparte.

IDR. Narcolepsia, tu primera novela, fue reconocida por la crítica y finalista de dos premios literarios, ¿cómo te sientes con esta segunda novela? ¿Cuáles son tus perspectivas?
JL. Hace ya más de un año que se publicó El diablo en cada esquina, y el mercado editorial es voraz. No creo que pase nada que no haya pasado ya. Aún así, ha sido finalista de los premios del Congreso Negro de Cine y Novela de la USAL, que para mí no es poco, y queda muy bien en el currículum. Espero que con el tiempo otra novela pueda empujarla y que obtenga más alcance del que pueda haber tenido o estar teniendo ahora.
IDR. ¿Cómo te sientes hacia la tercera novela? ¿Miedo/Ilusión?
JL. Mucha ilusión. Como te digo la publicamos pasado el verano. Y para mí se trata de mi mejor novela, sin duda. Si tuviera miedo, la reescribiría.
IDR. ¿Cómo es trabajar con una editorial como Alrevés? ¿Y cómo ha sido tu experiencia en el mundo editorial en general?
JL. Todas mis novelas las he publicado en Alrevés, por lo que desconozco el trato íntimo que gozan otros autores con sus editoriales. Yo estoy muy contento, puedo decir que más allá del trato profesional y comercial, existe además una amistad real. Y la verdad es que de cara a esta tercera novela me siento muy arropado.
IDR. ¿Qué le recomendarías a un autor novel que busque editorial para su manuscrito?
JL. Que se olvide del asunto y se trague su orgullo e ilusión y no se rompa más las bolas, que cuando llegas no es para tanto. Bromas aparte, que trate de escribir la mejor versión de su texto, y que seleccione los editores que publiquen un perfil de libros parecidos al que él propone. Que contacte con ellos, se presente y les haga llegar su novela. Hay millones de blogs que explican eso. Si puede encontrar un padrino mucho mejor, más rápido y sencillo. Pero no hay nada más infalible que una buena novela.

IDR. La promoción de las obras es uno de los puntos fundamentales a la hora de llegar a los lectores. ¿Cómo la encaras tú? ¿Crees en los canales convencionales? ¿Y en las redes sociales? ¿Hasta dónde influyen los libreros? 
JL. Hombre, los autores de mi nivel promocional las pasamos canutas cuando salimos de nuestros barrios y ciudades, es muy difícil vender libros fuera de casa. El género negro cuenta con muchos festivales ahora mismo, pero ahí tampoco se venden demasiados libros, sólo unos pocos lo hacen. A los demás los festivales nos sirven para dar un poco la chapa, hacernos la foto y subirla a las redes, que vienen a ser una especie de álbum que puedes enseñarlo a tus amigos sin que vengan a casa.
Los libreros independientes influyen porque tienen su público y las librerías pequeñas hacen una encomiable labor de suscripción, pero el bisnes está en las megalibrerías, si no estás en las pilas de centenares de ejemplares y en los carteles, la promoción que tú puedas hacer desde tu trinchera digital y la suscripción del librero independiente al que hayas logrado cautivar no sirven de nada, si de lo que hablamos es de impacto real en número de libros vendidos. Puede sonar feo, pero es así. Yo llevo poco en esto, pero creo que hace mucho tiempo que es así.
IDR. ¿Dónde crees que termina el papel del editor y empieza el del autor en la tarea de visibilizar una nueva obra?
JL. Hoy en día, con las redes y los blogs, un autor puede ofrecerse y dejarse ver, y ser muy pesado, pero nunca podrá serlo más que una editorial con recursos. El autor responde entrevistas, va a la radio, se hace el simpático con otros autores para que lo lean. Y va enlazando en su Facebook todos esos pequeños logros. Pero si un editor profesional publica un libro es porque cree en él, se juega el dinero y es quién más va a ganar si la cosa saliera más bien que mal. No hay duda que la labor de vender libros es suya, como lo es la toma de la decisión respecto a cuanto esfuerzo acomete en ello. Dentro de una misma editorial hay libros y libros.
IDR. Algunos dicen que las presentaciones son un recurso obsoleto de tiempos en que la comunicación entre lector-autor no era tan inmediata. ¿Qué opinas?
JL. Las presentaciones son importantes pero hay que saber elegirlas, porque cuestan tiempo y gasolina (todo el mundo sabe que los novelistas mediocres no comemos), pero con un buen interlocutor o suscriptor y en un espacio con público y tradición te brindan la posibilidad de vender tu libro en persona, si hay afluencia de gente y ninguna otra distracción cercana suele ser positivo.
IDR. Como lector, ¿qué prefieres: papel o ebook?
JL. Nunca he tenido un ebook. Nunca he leído nada en ebook.
IDR. ¿Qué es lo que te atrae de una historia y que te hace abandonarla?
JL. Es una pregunta difícil de contestar, caería en muchos tópicos si lo hiciera. Lo cierto es que no estoy seguro, supongo que la falta de ganas de leerla.
IDR. ¿Qué estás leyendo ahora?
JL. Fóllame, de Virginie Despentes.
IDR. ¿Nos recomiendas algún libro?
JL. El señor de las moscas, de William Golding.

Link a la reseña de El Diablo en cada esquina:

Isabel del Río
Mayo 2016


miércoles, 15 de junio de 2016

Espíritus que nos rodean

Me crecen dioses y duendes en el balcón.
Muchas veces me han preguntado si creo en algo. Es complicado explicar mi sentir en cuanto a este tema, pero sí  creo que existen espíritus en cada lugar y cosa, con los que podemos crear una buena o mala relación. Vivir desde la alegría, el respeto y la humildad siempre ayuda a conseguir su favor. No existen "dioses" buenos o malos, sino cargas de distintos polos, algo que puede equilibrarnos según el momento.

Así que a disfrutar y confabularse con los duendes que nos rodean

lunes, 13 de junio de 2016

Reseña “El Diablo en cada esquina” de Jordi Ledesma

TÍTULO: El Diablo en cada esquina
AUTOR: Jordi Ledesma
EDITORIAL: Alrevés


SINOPSIS
Esteban siempre tuvo una vida cómoda, jamás le faltó de nada, hasta que su familia le dio la espalda y la suerte cambió de bando.
Jorge Solís nunca fue un buen policía, aun así no le costó ascender, y con él ascendieron sus tácticas de sobresueldo.
Humberta quiso dejarse atrás a sí misma, huir de su propio ser. En el afán se convirtió en Dulce.
Santi no tuvo una infancia fácil. En el ejército encontró su vocación. No tardó en entender sus posibilidades al servicio del crimen organizado.
Cuatro historias independientes se entremezclan para urdir una novela negra, muy negra. Un relato de ritmo súbito, sin intermediarios. Y en el que iremos recogiendo las decisiones temerosas de cada personaje mientras se enfrenta a su verdad y a las mentiras de los demás.
Un niño de papá con problemas de adicción. Un intendente de policía infame y corrupto. Una puta con un botín extraviado, mucha codicia y un pasado asfixiante. Y un exmilitar que trabaja para la mafia. Los cuatro serán satélites de los mismos miedos: un cerebro malhechor. Un hampón canalla. Un mercader de arte. Y toda la capacidad inhumana del criminal más peligroso del país.
Un texto sin respiro, ni tiempo de reacción. Cada capítulo rompe límites e integra casualidades, conecta personas y ánimo de lucro ligando una trama coral que nos hará preguntarnos si: ¿es el infierno, diferente del mundo en que vivimos?

OPINIÓN
Tras leer El Diablo en cada esquina me declaro fan de Jordi Ledesma.
“Hay adictos, perturbados y una maraña de vidas vacías, como los corazones que habitan. En cada equina hay un camello con bolsas de cuatro micras”.
Los que me conocéis podéis pensar que se trata de la truculencia de la obra, casi morbosa en algunos pasajes, lo que me ha cautivado, y, a pesar de que estos detalles le suman puntos, es la intensa crítica social desde el punto de vista del criminal, del que está metido literalmente en la mierda, lo que me ha fascinado.
“Ante tal panorama, no tardó en pillarse los dedos, siempre se metía más de la cuenta, siempre gastaba más de lo que tenía, lo que le obligaba a recurrir a chanchullos de camello vulgar; racaneaba, timaba, cortaba, y al final, con una tapaba la otra”.
Se trata de una novela de género criminal en la que distintos personajes, en apariencia sin conexión alguna, van cayendo en las redes del Diablo.
“El viejo Mariscal capta almas extraviadas. (…) el chico subsiste trapicheando, engullido por una ciudad con un hambre feroz y que se nutre de aquellos a los que no les importa ser comidos”.


Ledesma juega bien sus cartas y nos mete de lleno en los suburbios de la especie humana, esos callejones que desearíamos ignorar pero que en realidad están ahí, al girar la esquina.
“Los pasos adyacentes expelen todo tipo de espíritus desviados, curiosos, perdidos. Más allá, hay un nido de enfermos, tramado a los pies de un bloque en el que todos saben que se vende caballo. Aún quedan yonquis en Barcelona, y no hay que ir lejos para verlos”.
Desde el inicio, al ir conociendo a los personajes, pues el autor nos muestra la vida y el recorrido de cada uno, pensaba en la simbología arquetípica de cada uno de ellos, imágenes a las que Ledesma echa mano al final de la obra para presentar una escena grotesca, sacada del mismo infierno, con un protagonista diabólico que va más allá de la maldad humana.
“Suburbios expandidos convertidos en uno solo. Enjambres de infortunio, bloques laberínticos y picardía. Matriz de delincuencia que, por camadas, pare a criminales, traficantes y pistoleros. Eso es el Valle de Aburrá, la patria de miles de mujeres que viajan a EE.UU. y Europa a putear”.
Aunque el lector puede juzgar que todos acaban recibiendo su merecido, también siente lástima por algunos de ellos, que se ven arrastrados por las circunstancias hasta una situación insostenible.
“El no ver nada le agudiza el resto de sensibilidades, siente ruidos siniestros que susurran próximos a sus oídos, a cada cual más cercano y difusos entre la sordera provocada por los tiros, y que proyecta zumbidos más allá de sus tímpanos. Por las narices percibe el olor a miasma de la entraña terrestre que acude en busca de las vidas que acaba de adquirir”.
Jordi Ledesma nos ofrece una novela coral con páginas trepidantes y cargadas de ironía, violencia, sadismo y sexo, que nos obligan a ver el reflejo de esa sombra alargada en nuestra ciudad.
“Son polvo en el aire. Son la noche. Y la hora llega cuando llega. Suyo es cada instante y cada sensación, y algunas, por absurdas que parezcan, serán inolvidables”.
Diálogos punzantes y descripciones que mezclan poesía y escenas propias de un film oscuro y negro.
“Miedo sin sinónimos, ni adjetivos. Miedo de verdad, de ese que se mete en el sueño y en la comida. De ese que hace dudar incluso durante la rutina”.
Recomendada a los lectores de Novela Negra, Thriller y Psicothriller, pero también a aquellos que quieren asomarse al infierno sin quemarse las cejas.

Isabel del Río

Mayo 2016

viernes, 10 de junio de 2016

Café con Manel Aljama y un “Futur Imperfecte”


En el café con autor de este mes de junio charlamos con Manel Aljama sobre posibles futuros y el panorama actual. Temas como la cultura, la religión y la espiritualidad, la ciencia y la política fueron parte de la discusión. Finalmente nos cerraron la librería pasada media hora de las ocho y Carles, el librero de La Font de Mimir, nos llevó  a descubrir algunas curiosidades simbólicas del barrio de Horta.



TITULO: Futur Imperfecte
AUTOR: Manel Aljama
EDITORIAL: Anima Llibres

Manel aprovechó para hablarnos de su último libro, Futur Imperfecte, y responder algunas de las dudas que suscita su lectura.
Se trata de una novelita de 120 páginas de lectura ágil y vocabulario accesible. Una distopía juvenil vertebrada por una de esas historias de amor con poder para cambiar el mundo. Obra que sirve como introducción a los clásicos: Un mundo feliz de Aldous Huxley; Mecanoscrit del segon origen de Manuel de Pedrolo; o 1984 de George Orwell.
Recomendado para +11 años, como lectura en institutos para fomentar el pensamiento crítico y motivar el gusto por la lectura, y para aquellos amantes de la ciencia ficción que tengan ganas de recordar sus primeras historias del género.




Isabel del Río

Junio 2016

lunes, 6 de junio de 2016

Entrevista a Pilar Adón

Pilar Adón nació en Madrid en 1971. Estudió Derecho en la universidad Complutense de Madrid. Ha publicado las novelas Las efímeras (Galaxia Gutenberg, 2015), considerada por la crítica una de las mejores obras del año, y Las hijas de Sara (Alianza, 2003), así como los libros de relatos El mes más cruel (Impedimenta, 2010) y Viajes Inocentes (Páginas de Espuma, 2005), por el que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa. Ha sido incluida en diversos volúmenes de relato y de poesía, y ha publicado los poemarios Mente animal (La Bella Varsovia, 2014) y La hija del cazador (La Bella Varsovia, 2011). Ha traducido obras de Henry James, Edith Wharton, Penelope Fitzgerald y John Fowles, entre otros.

ENTREVISTA
IDR. ¿Cuáles fueron tus inicios en el mundo de los libros y quién te empujó a él?
PA. No creo que hubiera una persona en concreto que me impulsara. En parte, supongo que podría hablar de mi madre porque los libros que yo devoraba de pequeña eran suyos. Los que tenía en casa. Cumbres borrascosas, Jane Eyre, Sinuhé, el egipcio, Rebeca… Leí prácticamente todo lo que tenía en las estanterías. Hasta lo que se suponía que una niña no debía leer. Nunca quise trabajar con nadie ni tener que depender de nadie en mi trabajo. No me gusta trabajar en grupo, y cuando me planteé qué quería hacer en la vida, decidí que sería fotógrafa, intérprete de piano o escritora. Eran actividades que (creía yo) no requerían de los demás para su ejecución. En cualquier caso, lo que tenía más a mano era papel y bolígrafo, y como ya era una lectora constante, creo que la consecuencia natural fue que empezara a escribir.
IDR. ¿Cuál es el primer libro que recuerdas que te marcara especialmente?
PA. La primera novela “adulta” que recuerdo haber leído de manera consciente fue Primer amor, de Turgueniev. Es el primer libro que entiendo como mío y lo guardo como parte esencial de mi biblioteca. Lo leí de vacaciones, en verano, y llegué a él porque lo regalaban con un tebeo. Era de la colección Todolibro de Bruguera. Y me fascinó absolutamente.
IDR. ¿Cuándo empezaste a escribir y por qué?
PA. Siempre quise salir del lugar en que vivía y de mí misma, y al principio lo más sencillo para conseguirlo era leer y más tarde escribir, que vino como consecuencia natural de leer. Siendo muy pequeña escribía a mano y reescribía sin cesar, convencida de que alguien leería en algún momento lo que escribía y, por tanto, los folios debían estar en las mejores condiciones. Por entonces corregía y reescribía procurando que la letra fuera legible, más preocupada por eso que por cualquier otra cosa.

IDR. Ya tienes unas cuantas obras en tu haber, y todas ellas han sido reconocidas por la crítica. ¿Cómo es parir un nuevo libro? ¿Tienes unas expectativas concretas puestas en él?
PA. Lo que más me atrae de un libro es la ambientación. La forma. Plantear las circunstancias en que se encuentran los personajes, situarlos y dejarlos en su contexto. Diseñar y definir su hábitat. Y hecho esto, me interesa seguir haciéndolo. Quiero decir que generalmente me interesan poco las novelas de acontecimientos externos porque me gustan más los internos. Mostrar un estado de ánimo que va a determinar la vida del personaje. Además, creo que es ese estado de ánimo lo que perdura con el tiempo en la memoria del lector. Para mí iniciar un nuevo libro es elaborar todo esto y las expectativas son siempre las mismas: llevar a los personajes y al lector que más tarde los va a acompañar durante la lectura a una situación casi de interdependencia en la que ambos se mueven por territorios densos e hipnóticos pero poco fiables.
IDR. Has publicado en distintas editoriales, novela y antología, ¿qué tal es trabajar con Galaxia Gutenberg?
PA. Ha sido muy buena experiencia. Era la editorial que yo quería para Las efímeras y fue magnífico saber que Joan Tarrida la quería para su catálogo. Para mí es una de las editoriales literarias más interesantes de la actualidad, con un criterio muy sólido.
IDR. "Las Efímeras" es una novela compleja y dura, que remueve cimientos e invita a segundas lecturas. ¿Cómo está reaccionando el público?
PA. Los encuentros con los lectores durante una presentación o durante las charlas que se establecen en los clubes de lectura son sorprendentes y únicos. Cada lector es individual y exclusivo, eso es evidente, pero además de la individualidad de cada lector entra en juego la especificidad de cada grupo de lectura, así que las reacciones son muy diversas. A veces me han sorprendido con interpretaciones que han ido mucho más lejos de lo que yo pretendía al escribir la novela o al trazar el carácter de los personajes. Algunos lectores me han admirado con conclusiones impresionantes, como las que ha suscitado el personaje de Anita, a la que se ha visto como símbolo de la situación política actual de distanciamiento de las verdaderas necesidades de los gobernados, centrándose únicamente en los deseos de aislamiento y satisfacción de las necesidades de los dirigentes. Esa no era mi intención, pero no podemos negar que vivimos en el mundo en que vivimos, por mucho que mi escritura pretenda ser exclusivamente literaria.
IDR. En la novela atacas al lector con múltiples tabús, en un ambiente verde y asfixiante que no permite réplica, sin saber muy bien qué es más condenable o si, en realidad, existe el bien y el mal. ¿Qué tratabas de provocar?
PA. Me planteé la comunidad de la Ruche como el lugar perfecto en el que vivir, con personajes que deseasen estar ahí, que respetasen los deseos de los demás, que no ambicionaran lo que no era suyo y que permitiesen el desarrollo de las capacidades de los demás sin interferencias. No son vecinos bienintencionados que creen que deben inmiscuirse en la vida de los demás. No hay “vecinos” en la Ruche ya que la comunidad parte de una idea de autosuficiencia, de autoabastecimiento, de independencia y autonomía personales. En un tiempo, la Ruche llegó a ser una comunidad de artistas. El lugar perfecto en la naturaleza en el que poder leer, escribir, caminar, contemplar, reflexionar… Pero es la propia presencia de los seres que ambicionaban tener todo eso lo que llega a destrozar su carácter idílico. Su mera existencia hace que el lugar deje de ser lo que ellos querían que fuera. Son ellos los que lo pervierten, con su comportamiento.
IDR. Esta es una novela coral en la que, a través de los pensamientos y emociones de los personajes, nos adentramos en la historia de La Ruche y de la relación entre sus habitantes, en especial de las hermanas Oliver, el linaje de "curanderos" y los de La Casa. ¿Por qué tantas voces? ¿Y por qué tanta ofuscación?
PA. Me gusta que los personajes tengan conversaciones consigo mismos, que creo que es precisamente en lo que consiste el pensamiento, y esa multiplicidad de voces a la que te refieres viene de ahí. Junto a los diálogos que mantienen entre ellos, externos, oímos los planteamientos, los reproches, las instrucciones y las lecciones que se dan a sí mismos. Es su forma de sobrevivir en medio de su aislamiento, de mantener la cordura y la coherencia aunque sea una coherencia marcada por sus peculiares circunstancias. Necesitan explicarse el mundo que les rodea como nos pasa a todos.
IDR. La locura es parte del ambiente y de todos los personajes. Todos sufren su propio mal y egoísmo, todos comenten faltas, pero ¿cuál sería para ti el peor de todos?
PA. Es difícil elegir. No son personajes monolíticos. Muestran múltiples caras y aunque puedan parecer inflexibles, todos exhiben en algún momento su faceta más vulnerable y desprotegida. En cualquier caso, si me pides que elija, diría que para mí lo es la hermana pequeña de las Oliver, Violeta. Muchos lectores me han comentado que es el único personaje capaz de mostrar un poco de humanidad, el más comprensivo, pero para mí es el personaje que actúa por la espalda, con engaños, sin mostrar sus cartas. Consigue que Denis, que es el hombre que vive en las afueras de la comunidad, el excluido forzoso, el ser más aislado en el seno del aislamiento feroz en el que viven todos, obedezca y lleve a cabo sus planes. Es el personaje más maquiavélico. El que actúa en la sombra. A los otros se les ve venir, pero a ella no.

IDR. ¿Qué opinas de lo que se lee y publica actualmente? ¿Crees que se lee suficiente? ¿Crees que se lee con criterio?
PA. Creo que estamos en un excelente momento editorial, con títulos en las librerías que son de una calidad altísima. Es muy difícil entrar en una librería y no querer llevarse gran parte de los libros expuestos. Hay una muy sana competencia entre las editoriales, que saben que los lectores reclaman buenas obras con buenas ediciones y buenas traducciones. Los que leen leen mucho, compran mucho, devoran libros y los atesoran y los valoran, pero luego, por otro lado, hay una gran cantidad de personas que no leen porque no le ven el interés, no se sienten atraídos por los libros y, además, no tienen el menor inconveniente en decirlo. Hace ya bastantes años, cuando mucha gente en este país no sabía leer y la cultura no estaba al alcance de todos, como sí sucede ahora, era una desgracia que la gente no leyera. Casi todo el mundo quería hacerlo pero no todo el mundo podía. Ahora, cuando es sencillo acudir a una biblioteca, cuando es sencillo formarse una opinión gracias a la lectura, desarrollar la imaginación, trasladarse a otros lugares, muchísima gente no quiere hacerlo. Me parece un proceso curioso. Bastante peculiar. Y para mí incomprensible. Parece que hemos olvidado lo importante que es aprender, saber, tener la capacidad de defenderse en cualquier situación, poder responder. La lectura entretiene, enriquece, hace pensar. Consigue que la realidad, muchas veces demasiado plana, muestre su lado oculto. Provoca reacciones, sentimientos. Nos ayuda a descubrir algo que había en nosotros y que quizá no lográbamos concretar en palabras. Nos anima a pensar y a ver más allá de lo evidente.
IDR. ¿Algún proyecto del que puedas hablarnos?
PA. Estoy intentando dar forma a una nueva novela. Dando los primeros pasos ya que con cada nuevo libro comenzamos a dar los primeros pasos de nuevo. También estoy escribiendo poesía.

IDR. ¿Qué estás leyendo ahora?
PA. Acabo de terminar Las torres de Trebisonda, de Rose Macaulay, y he empezado La tierra de los abetos puntiagudos, de Sarah Orne Jewett.
IDR. ¿Nos recomiendas algún título?
PA. Siempre recomiendo Orlando, de Virginia Woolf. También te puedo recomendar, más actuales, a Cynthia Ozick, Marilynne Robinson, Marta Sanz y Sara Mesa.




Isabel del Río
Abril 2016