TÍTULO: Cuentos
de Hadas
AUTOR: Ángela Carter
TRADUCCIÓN: Consuelo Rubio Alcover
EDITORIAL: Impedimenta
SINOPSIS
Hubo un
tiempo no muy lejano en que los cuentos de hadas no estaban destinados a los
niños. Los relatos recopilados en este mítico volumen, a los que Ángela Carter
dedicó años de su vida, tampoco son para niños. En ellos encontramos sangre,
humor, sexo y muerte. No hay princesas ñoñas ni hadas maravillosas, sino
jóvenes astutas, ancianas taimadas, chicas malas, hechiceras, parteras
vengativas, mozas ladronas, novias rastreras, madres, hijas y hermanas raras.
Solo una escritora tan radical como Ángela Carter podría haber sido capaz de
armar esta antología de relatos, todos ellos protagonizados por mujeres, una
celebración del universo femenino a través de los tiempos, ilustrado con los
grabados originales de la edición inglesa a cargo de Corinna Sagood.
OPINIÓN
‹‹Los
muertos saben cosas que nosotros desconocemos, aunque se las guardan para sí››.
He pasado las últimas semanas del 2016 y las primeras del 2017 sumergida en el
mundo de la fantasía y de las hadas; historias donde las mujeres son poderosas,
rebeldes, fuertes, malvadas, justas, sobrenaturales y reales. Finalicé Más allá del viento del norte, libro comentado
en el Club de Lectura que organizo cada mes en La Font de Mimir, una historia
mágica que reseñaré más adelante. Pero, además de la novela de MaCDonald, llevo
unos meses leyendo un par de cuentos antes de irme a dormir, son de la
recopilación de Ángela Carter que Impedimenta ha publicado de lujo.
‹‹(…)
las mentirijillas de los niños, como las historias de las comadres viejas, no
suelen quedarse cortas de verdad››.
Crecí
rodeada de historias, algunas eran leyendas populares, otras historias
extraídas de la Biblia o de obras
como la Odisea y la Ilíada; las pruebas de Hércules se
mezclaban con las enseñanzas de Jesús, y el paso por el mar rojo con el viaje
de retorno a Ítaca. Pero sin duda, las que mejor recuerdo son esos cuentos
extraños y a veces violentos que habían sido transmitidos de boca a oreja,
cambiando con el tiempo y el narrador. Muchos me los contó mi abuelo, otros los
escuché en casetes que no dejaban de sonar durante la noche en mi habitación,
otros los leería a lo largo de mi infancia y juventud de libros que recuperaba
de estantes polvorientos, olvidados en despensas y paneras, o en bibliotecas,
mientras esperaba a mi madre.
‹‹(…)
necesitamos averiguar cada vez más detalles sobre quiénes éramos para ser
capaces de conjeturar quiénes podemos acabar siendo››.
Llegó
un punto en que los seres fantásticos eran tan reales como aquello que vivía, y
las lecciones de estos cuentos, a veces más crudas que la calle, pero muy
similares al hogar, me enseñaron a enfrentar lo que tenía ante los ojos, así
como lo que vendría más adelante. Me insistieron para que tuviera esperanza y
creyera en los sueños, para que luchara por aquello que creía bueno y
verdadero, para que persiguiera lo que consideraba justo, aunque otros pensaran
lo contrario. También aprendí en ellos que existían personas egoístas y llenas
de temor con las que había que tener cuidado, pues, a pesar de que todos somos
capaces de la mayor bondad, también lo somos de lo más bajo, incluso con los
niños, especialmente con ellos.
‹‹Los
cuentos maravillosos están confeccionados del mismo material que los sueños
(…). Jung propugna que la voz que nos habla en nuestros sueños no es la
nuestra, sino que brota de una fuente trascendente, y que el fenómeno onírico
nos remite por lo tanto al hecho religioso en el sentido más amplio. (…) La voz
de nuestro sueño, dice Fromm, sigue siendo nuestra,
quizá más nuestra que nunca, y más lúcida en muchos aspectos que durante la
vigilia››*.
Cuentos de Hadas de Ángela Carter me ha
hecho retornar a esos momentos en que mi abuelo afilaba la hoz sentado en un
taburete y me explicaba historias de seres acuáticos y de viento, de personas
cambiantes y de mujeres con dones más allá de lo explicable. Me han hecho
regresar a las páginas amarillentas y enmohecidas que se suponía no debía leer
a esa edad, y a los momentos ocultos para poder escapar del escrutinio de los
mayores. Me han hecho recordar la fuerza que todas poseemos y también que
debemos ser cuidadosas con ella, pues podemos ser más crueles de lo que imaginamos.
‹‹Estas
mujeres procedían de comunidades rurales resueltamente patriarcales, e
inevitablemente habían absorbido y sintetizado los valores de esas comunidades,
donde una recién casada “no podía hablar con nadie excepto con los niños si no
se encontraban presentes hombres y otras mujeres mayores”››.
Como
explica la propia autora en la introducción original de la obra, los cuentos de
hadas estaban destinados a educar y mostrar el mundo en un lenguaje
comprensible, creando un universo con arquetipos reconocibles en el mundo real.
Se trataba de formar mentes sin restricciones moralistas ni sentimentalistas,
sin intentar tapar lo malo para no sufrir, sin edulcorantes, pues los problemas
nos alcanzan del mismo modo y se trata de estar preparados para superarlos. También
servían para entretener, para reír y llorar, algo que logran a pesar del tiempo
transcurrido entre su primera narración y el momento en que lo leemos.
‹‹Los
cuentos tradicionales, populares o maravillosos proporcionan al niño una guía
para lograr una buena integración de la personalidad que incluye la
satisfacción de sus impulsos inconfesables (el ello) y la victoria final del
yo. (…) vendría a ser una hoja de ruta de cómo vencer los propios miedos y
progresar hacia el desenlace final››*.
Impedimenta
ha hecho un trabajo precioso, como siempre. Una edición impecable con una
portada que invita a llamar a la puerta y traspasar el umbral.
‹‹El
viento sopló con fuerza, y me dolió el corazón al ver el hoyo que había cavado
el zorro››.
Recomendada
a padres, educadores y cuenta cuentos; a aquellos que disfruten de la fantasía
y de las buenas historias en dosis concentradas; para quien no tema a brujas,
duendes y seres sobrenaturales; para aquellas mujeres que quieran ver su
reflejo en otros tiempos y mundos.
‹‹Las
familias de los cuentos de hadas son, por lo general, unidades disfuncionales
en las que los padres y los abuelos son irresponsables en extremo, llegando
incluso al asesinato; en ellas, la rivalidad entre hermanos se convierte en la
norma y desemboca fácilmente en crímenes››.
*Prefacio
de Consuelo Rubio Alcover, octubre 2016.
Isabel del Río
Enero 2017