Librújula número 59 contiene la reseña que hice de "Fundido a Negro", de Jesús Cañadas, un recorrido por estos últimos 25 años de fantasía, ciencia ficción y terror de la pluma de Antonio Torrubia, y una magnífica entrevista a mi querida Elaine Vilar Madruga ("El cielo de la selva" con Lava Editorials) escrita por Milo J. Krmpotic, además de muchos otros textos que no os podéis dejar perder.
Reseña de Fundido a negro, de Jesús Cañadas con N de Novela (Planeta)
Jesús Cañadas lo ha vuelto a hacer. Si con Dientes rojos (Obscura, 2021) os quedasteis con ganas de más tensión y escalofríos, con Fundido a negro lo vais a pasar de miedo.
La historia empieza con Benja, un director de documentales que, tras su momento álgido, se ve lanzado a las profundidades del abismo, hundido, denostado, sin trabajo y con una sombra a cuestas que no le perdonan ni él acaba de aceptar. Las drogas, los intentos de volver al ruedo, los desplantes continuos marcan un inicio deprimente hasta que se abre una grieta con la llamada de su mejor amiga, Coro, quién le ofrece la posibilidad de un nuevo documental basado un suceso truculento del que pronto va a ser el veinte aniversario.
Así entramos en un ritmo trepidante, a través del trabajo de documentación y grabación, algo que obligará a su protagonista a enfrentar, no solo a los testigos supervivientes de una secta, sino a amigos con los que había dejado de hablar tras su descenso al pozo. Y ahí, como un gran cetáceo, una ballena que bucea en las profundidades del subconsciente, se va despejando el hambre de la duda, de las pesadillas que lo acosan y del recuerdo de una voz que lo acompaña desde niño y le advierte de las mentiras, así como de las verdades ocultas que se reflejan en los testimonios y en el grupo, un equipo formado por cuatro sujetos dispares que al final nos son familia y se convierten en espejo del dolor y las inseguridades de unos y otros.
Cañadas ha sabido jugar con los formatos, con las grabaciones, los documentos que van encontrando en sus pesquisas, los mensajes de móvil y las llamadas, los momentos de trabajo y los personales, los pensamientos del protagonista y lo que puede llegar a creer el lector según va avanzando la historia y va reuniendo información. Porque al final, «el cincuenta por ciento de la mirada es interior: se ve algo y se rellena con lo que se siente dentro».
Y así, le vemos avanzar a tientas, creyendo que sabe hacia dónde se dirige, para recibir sacudidas en medio de un laberinto y, cuando cree que por fin ve la luz de la mañana, solo se trata de una bombilla en un cuartucho sucio y vacío.
Mención especial a los juegos que el autor nos propone, como la doble cámara en uno de los capítulos, ¡una genialidad! O los mensajes y borrones, que empiezan abajo, pero después puedes encontrar en distintas líneas, incluso fragmentos de texto —se pueden leer de forma incompleta, cosa que aumenta la sensación de inseguridad, una sombra que se mueve por el rabillo del ojo—.
En la mejor línea del thriller de terror, junto a Stephen King o Catriona Ward, Jesús Cañadas me ha enganchado de nuevo y no sé cuántas veces le habré insultado entre risas mientras leía la novela. Pero no os equivoquéis, que mis carcajadas no os engañen, más vale que la disfrutéis a la luz del día.




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