En
innumerables ocasiones nos preguntamos por qué somos así, qué resultado
genético o educativo ha dado con nosotros. ¿Nuestra forma de ser y pensar es
resultado del exterior o somos nosotros mismos quiénes nos creamos? ¿Tenemos el
poder de crear nuestra propia realidad o nuestro destino está escrito en los
astros antes de dar siquiera la primera bocanada de aire?
Víktor
Frankl llamó resiliencia a la capacidad de superar lo insuperable, de hacernos
más fuertes ante la adversidad y levantar la vista hacia el mundo, de ver la
belleza más allá del abismo al que nos vimos empujados.
Los
personajes de ROJO SOBRE NEGRO no lo han tenido fácil, cada uno con sus propios
fantasmas y sus propias cargas a la espalda, pero si algo tienen en común es
que son luchadores y que en su vida hubo alguien capaz de despertar en ellos
ese deseo por seguir adelante.
El otro
día escuché una hermosa frase: «Sonríe, porque eres el resultado del amor de
miles». Si bien es cierto que mis historias tienden a la oscuridad, la
melancolía y el terror, el amor es un lazo que mueve a los personajes, que les
motiva, más allá del horror y la desazón.
Carrie
tiene un entorno para muchos envidiable: unos padres que la aman y respetan.
Pero fuera de su núcleo familiar nada es tan sencillo. No conoce su pasado, de
dónde viene y el porqué de sus capacidades especiales. Ha de enfrentar el
rechazo hacia lo extraño que le demuestran en el instituto. Y también luchar
contra sí misma, contra una realidad propia que no desea admitir.
La
adolescencia nos plantea preguntas, rupturas de aquello que creíamos estable en
la niñez, todo un horizonte se abre, nuevo y aterrador, ante nosotros. Pero
esta sensación de vértigo no es algo que desaparezca con la edad. Según
avanzamos, el abismo puede devorarnos… Aunque también podemos aprender a nadar
y aprovechar la luz de los monstruos abisales para orientarnos.
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