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miércoles, 31 de mayo de 2017

FILOSOFÍA DEL SAMURÁI

FILOSOFÍA DEL SAMURÁI

La sabiduría tradicional de los guerreros japoneses
es una guía espiritual para la vida cotidiana

Isabel del Río e Iván López

El maestro Jocho dio un día esta máxima a su yerno Gomojo:
«Ahora es la hora, y la hora es ahora».
Tradicional japonés

Cuando pensamos en Japón, la imagen que acude a nuestra mente es la de una lucha continua entre el mundo espiritual y el físico que, al final, fluyen con naturalidad por el mismo río. Templos que se alzan en medio de ciudades modernas de altos rascacielos, extraños personajes que parecen sacados de un manga, junto a la misteriosa belleza de las geishas.
Y, en medio de la batalla, encontramos a los legendarios guerreros y su inamovible código: los samurái y el Bushido.

EL CAMINO DEL GUERRERO
Desde los inicios de la historia, la humanidad ha mirado a las estrellas, a la naturaleza que lo rodeaba y a su interior, preguntándose el porqué de su existencia, buscando dioses que contestaran la incógnita del sentido de sus vidas. La filosofía que humildemente tratamos de exponer en estas páginas es una de las muchas respuestas a este enigma que a todos nos inquieta, un do, un camino, un método que nació en un Japón muy distinto al que podemos visitar en la actualidad.
La filosofía de los samurái, su código moral y espiritual, continua vivo hoy en día y, a pesar de ser poco conocido en occidente, sus preceptos pueden sernos muy útiles en el día a día.
Basados en las creencias más ancestrales de Japón —el Sintoísmo— y en el Budismo Zen, proveniente de China, los samurái se regían por unas normas a las que se aferraban hasta la muerte.
Como en casi todas las facetas del país nipón, lo espiritual y lo físico poseen un límite difuso, y precisamente esa es la magia de la filosofía del samurái, una serie de mandatos que llevan a la superación tanto física como moral. El camino del guerrero que busca la harmonía en todos los sentidos de la existencia.
Una filosofía que nos guía al aquí y al ahora, a la toma de decisiones que construyen una vida plena, y a ser consecuentes con nuestras propias palabras y actos.
“Cuenta una leyenda, que una hermosa Diosa nipona cayó en tristeza por amor, de sus lágrimas brotaron islas que conformaron el archipiélago del sol naciente. Siglos más tarde, surgirían guardianes para proteger sus costas y territorios. Esos guardianes, durante siglos, fueron los samuráis”.
No existe con certeza una teoría sobre el origen de la palabra samurái, pero los historiadores se han puesto de acuerdo en que la más probable sea una variación del verbo japonés antiguo saburau, es decir “servir”.
La palabra samurái aparece por primera vez en el s. VIII para referirse a los sirvientes domésticos, especialmente a aquellos que se encargaban de las personas mayores. Más tarde, derivaría a la imagen marcial que tenemos de ellos, a quienes conoceríamos como tal gracias a las historias de guerras del s. XII, los gunkimono.
En muchas ocasiones, las palabras samurái y bushi nos llegan como sinónimos, pero, mientras que samurái se refiere a los miembros de la élite militar, el bushi sencillamente significa “guerrero”, sin importar rango o jerarquía.

UN POCO DE HISTORIA
La imagen que podemos tener de un samurái es la que películas o mangas nos han presentado: el espadachín, en algunas ocasión el ronin samurái sin amo— que vaga buscando redención o venganza. Pero originalmente, los samurái estaban relacionados con el caballo y el arco o la lanza. Fue durante una época de más paz y bonanza, cuando la espada adquirió la relevancia que hoy le conferimos.
La época dorada del samurái fue en un periodo de gran inestabilidad, cuando los clanes no dejaban de batallar por hacerse con el poder y el control de las tierras. Durante este periodo, llamado Sengoku, el liderazgo estuvo en manos de la élite militar, hasta que en el s. XVII se instituiría el shogunato Tokugawa de mano de Tokugawa Ieyasu.
Fue en esta época cuando se perdió el esplendor del samurái y se redujeron sus privilegios. Un poder militar que desaparecería en la Restauración Meiji del s. XIX, cuando el Emperador retornaría a la cabeza del gobierno.
Históricamente, el estatus de samurái se heredaba de padres a hijos, y éstos, desde pequeños, eran adiestrados para servir con honor y rectitud. De esta manera, los hijos de samurái no sólo aprendían a luchar, sino también la filosofía que les guiaría en la vida.


EL CÓDIGO DEL SAMURÁI

No tengo parientes. Yo hago que la Tierra y el Cielo lo sean.
No tengo hogar. Yo hago que el Tan T'ien lo sea.
No tengo poder divino. Yo hago de la honestidad mi poder divino.
No tengo medios. Yo hago mis medios de la docilidad.
No tengo poder mágico. Yo hago de mi personalidad mi poder mágico.
No tengo cuerpo. Yo hago del estoicismo mi cuerpo.
No tengo ojos. Yo hago del relámpago mis ojos.
No tengo oídos. Yo hago de mi sensibilidad mis oídos.
No tengo extremidades. Yo hago de la rapidez mis extremidades.
No tengo leyes. Yo hago de mi auto-defensa mis leyes.
No tengo estrategia. Yo hago de lo correcto para matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia.
No tengo ideas. Yo hago de tomar la oportunidad de antemano mis ideas.
No tengo milagros. Yo hago de las leyes correctas mis milagros.
No tengo principios. Yo hago de la adaptabilidad a todas las circunstancias mis principios.
No tengo tácticas. Yo hago del vacío y la plenitud mis tácticas.
No tengo talento. Yo hago que mi astucia sea mi talento.
No tengo amigos. Yo hago de mi mente mi amiga.
No tengo enemigos. Yo hago del descuido mi enemigo.
No tengo armadura. Yo hago de la benevolencia mi armadura.
No tengo castillo. Yo hago de mi mente inamovible mi castillo.
No tengo espada. Yo hago de mi No mente mi espada.


GUERRA Y DIOSES
Llegar a ser samurái implicaba un largo camino y adoctrinamiento, en el que aprendían a superarse y enriquecerse, honrando a sus antepasados, maestros y señores feudales. Los samurái eran entrenados mental, física y espiritualmente desde niños. Entre sus enseñanzas se encontraba el camino del guerrero, una filosofía donde lo divino jugaba un papel de suma importancia.
Las creencias samurái son una mezcla del Sintoísmo —en el que se adora a los kami, espíritus que habitan todos los lugares, cosas y elementos, repleto de ritos y costumbres para honrar a los dioses y los ancestros—, y el Budismo que llegó desde China en el s. VI.
El Budismo Zen busca la iluminación a través de la meditación. Persigue el equilibrio entre cuerpo y espíritu, ayudando a aceptar la vida y la muerte como un camino de transformación. La meditación es una vía que los samurái seguían con rectitud, sintiéndose identificados con esta búsqueda de armonía, de fluir entre vida y muerte.
Junto a esta mezcla de creencias y costumbres, la filosofía del samurái se encontraba con el Bushido o camino del guerrero, el código de honor del samurái. Éste nació en el s. XII, uniendo al Shintoísmo y al Budismo Zen a los preceptos del Confucionismo.
El Bushido aparecería por primera vez en el Hagakure (s. XIII), donde encontramos una serie de consejos prácticos para el buen comportamiento, así como los valores fundamentales del samurái y los temas principales de su credo, donde la muerte es central.
Esta conciencia disciplinada y meditativa está presente hoy en día en muchos aspectos de la cultura japonesa, no sólo en las artes marciales, sino también en la ceremonia del té, en la caligrafía y en el ikebana —arte de los arreglos florales—.


EL ALMA DEL SAMURÁI

Si recurrimos a una fotografía mental, la imagen que tenemos de los samurái es la del espadachín acompañado de dos sables y su hakama —pantalón largo que, en un primer momento estaba destinado a proteger las piernas, y más adelante se convertiría un símbolo de estatus—. Dentro de su credo, la espada siempre tuvo una relevancia fundamental.
Según los samurái, su alma estaba contenida en la espada, con la que vencían a sus enemigos y practicaban la muerte ritual o sepuku, si era necesario. Por ello, le rendían respeto y la  consideraban su posesión más valiosa. En la era feudal, sólo los samurái podían llevar armas y estos no se desprendían de ellas bajo ninguna circunstancia.
Al nacer un samurái, se colocaba una espada en su cama, imagen que se repetía en su muerte y a lo largo de su vida, puesto que dormían con ellas.
Su carácter sagrado empezaba en la forja, donde los artesanos realizaban un estricto ritual con cada una de ellas: vestían kimonos blancos, ayunaban y escribían plegarias a los dioses, ahuyentando a los malos espíritus. Pues al final, una espada no sólo contenía el alma del guerrero que la empuñaba, sino también parte de la de aquel que la había creado.


EL BUSHIDO
En sus inicios, la filosofía del samurái se basaba en el Kyuba no Michi, la vía del caballo y del arco, el cual se convertiría más adelante en el Bushido. El fin último de este código era que el samurái estuviera preparado para actuar en el aquí y el ahora, sin temer a lo que pudiera ocurrir, aceptando la muerte como un paso más de su existencia.
“La vida de un samurái es como la flor del ciruelo, bella y breve. Para él, como para la flor, la muerte es algo natural y glorioso”.
Una de las imágenes más bellas de Japón son los ciruelos y cerezos en flor. Un momento de celebración y festejo que termina cuando éstas se desvanecen para ser dispersadas por el viento.
La sakura es un símbolo del país nipón y, al mismo tiempo, una metáfora de la brevedad de la vida, donde un instante de esplendor da lugar a la inevitable caída de sus pétalos. Es por este motivo que la filosofía del samurái ve en la sakura su emblema. Las flores del ciruelo y del cerezo son la imagen perfecta de la vida y de la muerte del guerrero: vivir el momento, conscientes de que la existencia es transitoria y hermosa, aceptando que tiene un fin y que éste puede llegar en cualquier momento.
La esencia del camino del guerrero está en vivir cada día como si fuera el último. La vida es fugaz y hay que vivir en el presente.

LOS SIETE PRINCIPIOS
El Bushido está dividido en siete principios, los cuales constituyen una guía moral para todos los samurái. Y bien comprendida y orientada, puede servirnos a todos para encarar la vida, como una guía para encontrar el camino a seguir.
“Sed fieles a él y vuestro honor crecerá. Rompedlo, y vuestro nombre será denostado por las generaciones venideras”.
·         GI – Honradez y Justicia
“Se honrado en tus tratos con todo el mundo. Cree en la Justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la tuya propia”.
Para un samurái sólo existe lo correcto y lo incorrecto. Un samurái decide y actúa, aceptando las consecuencias de sus actos.
·         YU – Valor heroico
“Álzate sobre las masas de gente que temen actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir”.
Para vivir de forma plena y completa hay que arriesgarse, para ello es preciso tener valor heroico, porque vivir así es peligroso. Pero ser valiente no significa actuar sin pensar, sino que radica en cambiar miedo por respeto y precaución.
·         JIN – Compasión
“Mediante el entrenamiento intenso, el samurái se convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres. Desarrolla un poder que debe ser usado en bien de todos”.
La compasión significa ayudar a aquellos que nos rodean siempre que podamos, aunque tengamos que salir de nuestra senda para encontrar la oportunidad.
·         REI – Cortesía
“Los samurái no tienen motivos para ser crueles. No necesitan demostrar su fuerza. Un samurái es cortés incluso con sus enemigos. Sin esta muestra directa de respeto no somos mejores que los animales”.
La auténtica fuerza del samurái no procede de su fiereza, sino de la manera en que se comporta con los demás y en cómo reacciona ante los problemas.
·         MEYO – Honor
“El auténtico samurái sólo tiene un juez de su propio honor, y es él mismo. Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo son un reflejo de quién eres en realidad. No puedes ocultarte de ti mismo”.
Tus decisiones y acciones son un reflejo de tu persona, un samurái actuará guiado por su verdadera naturaleza y por los valores que le mueven.
·         MAKOTO – Sinceridad absoluta
“Cuando un samurái dice que hará algo, es como si ya estuviera hecho. Nada en esta tierra lo detendrá en la realización de lo que ha dicho que hará”.
Hablar y hacer son lo mismo. Debemos actuar como si nuestra palabra fuera inamovible, pues cuando decidimos algo con determinación ponemos en marcha todo lo que nos rodea. La ley de atracción actúa con cada uno de nuestros pensamientos.
·         CHUGO – Deber y Lealtad
“Para el samurái, haber hecho o dicho ‘algo’, significa que ese ‘algo’ le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan”.
Un samurái es dueño de sus palabras y actos y, por tanto, de sus consecuencias. Nunca “tirará la piedra y esconderá la mano”. Además, es totalmente leal a aquellos que están junto a él y bajo su protección y cuidado.

EL LIBRO DE LOS SECRETOS
El Hagakure o Libro de los secretos de los Samuráis es el primer libro donde podemos encontrar el código de los samurái a través de una serie de pensamientos, historias, recuerdos y preceptos que su autor, Jocho Yamamoto, recogió y aunó en sus páginas.
En esta pequeña joya clásica, Yamamoto nos habla de las limitaciones humanas, en especial de su ignorancia, y dirige al individuo, a través de una serie de normas, para que se convierta y actúe como un samurái, superior espiritual y moralmente al resto de hombres.
“Es importante que reprendamos y corrijamos a los demás por sus errores. (…) Pero es necesario que nos esforcemos en hacerlo de forma adecuada. Es, en efecto, muy cómodo encontrar las cualidades y las imperfecciones en la conducta de los demás. Igualmente fácil es criticar. La mayoría de las personas se imaginan que si les dicen a los demás lo que no quieren escuchar, lo hacen por deferencia hacia el otro; y si sus críticas tienen una mala acogida, consideran que el otro es incorregible. Tal forma de pensar carece de razón”.
En el Hagakure ya percibimos el credo del Bushido, donde nos habla de la verdadera esencia de las personas, del esfuerzo, del honor y de la dignidad.
 “La mejor actitud que se puede tener con respecto a la palabra es la de no usarla. Si creéis que podéis pasaros sin ella, no habléis (…)”.
Junto a datos históricos reales, encontramos fábulas de gran belleza e ironía, en las que el mensaje de fondo toca, atemporalmente, a todas las sociedades.
“Había un hombre en China al que le gustaban mucho las figuras con forma de dragón. Toda su ropa y sus muebles estaban decorados con ese motivo.
El dios de los dragones se enteró de esta profunda afición, y un día le envió un dragón auténtico para que se acercara a su ventana. Se dice que el hombre, al verlo, murió de espanto…
Seguramente se trataba de un brillante charlatán que, cuando llegó el momento de la verdad, reveló su auténtica esencia”.
Entre sus líneas hallamos una serie de fórmulas que nos dan claves para vivir nuestro día a día en el momento y con autenticidad. Vivir por vivir no tiene valor, según Yamamoto, lo realmente importante es hacerlo con sentido y decisión.
“Sea cual sea la meta, nada resulta imposible cuando se está decidido. Incluso es posible remover cielo y tierra como se quiera. Pero cuando el hombre no tiene «el corazón en el vientre», carece de determinación. Remover cielo y tierra sin esfuerzo es una simple cuestión de concentración”.
“A fin de cuentas, lo único importante es la resolución del momento. Un samurái está tomando una decisión tras otra, y el conjunto de todas ellas llena por entero su vida. Una vez que ha comprendido esta regla fundamental, no manifiesta impaciencia por buscar otra cosa que no sea el momento presente. Su existencia se va desenvolviendo serenamente, concentrándose en sus propias decisiones (…)”.
Gracias a estos pequeños fragmentos biográficos de personalidades de la época, podemos descubrir la verdadera esencia de los samurái:
 “Si se ha de resumir en pocas palabras la condición del samurái, yo diría que en primer lugar se halla la devoción en cuerpo y alma a un maestro. En segundo lugar, le es necesario cultivar la inteligencia, la compasión y el valor. (…) En tercer lugar, en lo que concierne al aspecto exterior, es necesario cuidar la presencia, la forma de expresarse y perfeccionarse en el arte caligráfico. Todo ello debe constituir un trabajo cotidiano, que es necesario mejorar mediante una práctica incesante. En el fondo, es necesario sentir dentro de uno la presencia de una fuerza serena. (…) En resumen, ser un samurái es muy sencillo. Si miráis a aquellos que, actualmente, muestran alguna utilidad, os daréis cuenta que han aunado esas tres condiciones”.
Y es en esa esencia donde hallamos su filosofía primordial, la cual, adecuada a nuestra propia vida, rompe con la rutina y nos muestra otra manera de encarar la existencia como algo maravilloso, valioso y volátil.
Tenemos tendencia a pensar que la vida diaria difiere de lo que es un momento crítico. Por eso, cuando llega el momento de actuar, jamás nos encontramos dispuestos.”
La palabra “ignorancia”, tema que se repite en la narración, viene a significar ausencia de iluminación, es decir: ilusión. Según el Hagakure la vida es como un sueño en que somos marionetas sin hilos.
 “La vida humana no dura más que un instante; es necesario tener la fuerza de vivirla haciendo aquello que nos guste más (…)”.


EL ARTE DEL SAMURÁI
Una de las facetas menos conocidos de estos guerreros-filósofos era su capacidad para apreciar la belleza de lo efímero e imperfecto.
Este aspecto casi desconocido de los samurái se iniciaba en su adoctrinamiento, puesto que entre sus prácticas diarias se encontraban distintas actividades artísticas, como la música o la caligrafía. Su dominio de la estética y la literatura dependía de su rango, pero todo samurái era instruido en ellas.
Fue tal su interés por el arte que, algunos llegaron a la historia por sus grandes aportaciones en este campo. Entre ellos podemos encontrar a Toyotomi Hideyoshi, a quien debemos el arte de la ceremonia del té.


EL LIBRO DE LOS CINCO ANILLOS
El Go Rin No Sho es una obra escrita por el legendario samurái Musashi Miyamoto, quien expone las bases del camino vital que ha de guiar al guerrero, o Bushi, persiguiendo el conocimiento, la eficacia y la libertad de espíritu.
En los cinco libros que componen la obra de Musashi encontramos un mensaje que sigue las aguas del Tao, dedicando cada uno de ellos a uno de los elementos que forman todo cuanto existe:

La Tierra es la base de todo,
el Fuego la energía,
el Agua da la vida
y el Viento el movimiento.
Pero el Vacío es la esencia
de los Cuatro Elementos.

Mushashi traslada estas reflexiones a la vida diaria, donde se da la cotidianidad del guerrero y la ética se pone de manifiesto. En sus páginas encontramos una serie de puntos fundamentales para la moral diaria del samurái, entre las que podemos resumir:
  • Evita los pensamientos deshonrosos y la crítica.
  • Entrena y practica a diario.
  • Estudia todo tipo de artes y conocimientos.
  • Desarrolla el juicio intuitivo y la percepción más allá de los sentidos.
  • Presta atención a los detalles.
  • No dediques tiempo a cosas o pensamientos inútiles.


Isabel del Río e Iván López
Publicado en la revista Integral nº 430