@IsabelDlRio / @miransaya

lunes, 25 de julio de 2016

Entrevista a Julio Fuertes Tarín

BREVE BIO
Premio Jóvenes Talentos Booket con el relato Una deslumbrante muestra de esplendor heterogéneo, vuelto a publicar en la antología de jóvenes narradores Bajo Treinta (Salto de Página, 2013, selección a cargo de Juan Gómez Bárcena). Ha publicado relatos en las antologías La vida es un bar. Cuentos de noche. Malasaña (Amargord, 2011), Black Pulp Box (Aristas Martínez, 2012) o en revistas digitales como Playground, Kamchatka (esta última perteneciente a la Universidad de Valencia) o la revista Quimera.
Ha traducido, entre otras cosas, las novelas Richard Yates de Tao Lin (Alpha Decay, 2011), Robar en American Apparel de Tao Lin (Alpha Decay, 2012) y La dieta de los no hola de Sam Pink (Alpha Decay, 2013).

Link a la reseña de Fábula de Isidoro:

ENTREVISTA
IDR. ¿Cuáles fueron tus inicios en el mundo de los libros y quién te empujó a él?
JFT. Gocé del privilegio de nacer en una casa llena de libros y al lado de una madre empeñada en hacer de mí un lector, lo cual supone más de la mitad del trabajo. Mi padre siempre reivindicó la escritura frente a los futuros suculentos que yo, a los once o doce años, iba proponiendo para mí: notario, físico nuclear y más cosas. Creo que sus palabras fueron “no te dediques a apretar tornillos”.
IDR. ¿Cuál es el primer libro que recuerdas que te marcara especialmente?
JFT. Me cuesta mucho encontrar un recuerdo en ese magma de Barco de Vapor, fantasía épica y novelas de Terry Pratchett. Un primer libro apabullante fue sin duda Romancero gitano de Lorca, que andaba rodando siempre por casa y que me parecía un maravilloso volumen de conjuros, es decir, lo mismo que me parece hoy.
IDR. ¿Qué te consideras antes: lector o escritor?
JFT. Debe de haber doscientos aforismos sobre el modo en que el escritor es a la vez el primer lector de su obra o acerca de ese lector ideal que hay que fabricar para escribirle a él una novelita. Luego están los que dicen que uno escribe la novela que quisiera leer, es decir, que uno fabrica un autor a su propia medida. Creo que, como en cualquier acto comunicativo, uno es a la vez emisor y receptor. En todo caso, me da mucha tiricia llamarme a mí mismo escritor porque ni vivo de esto ni mi obituario saldría en los suplementos culturales. La gente se podría confundir.

IDR. Fábula de Isidoro es una novela compleja, incluso bizarra y violenta, que remueve cimientos e invita a segundas lecturas. ¿Cómo está reaccionando el público?
JFT. Se tiende a tomar al lector por medio tonto: “esta novela no es para el lector medio” es un ejemplo de las barbaridades que se pueden decir a la ligera. Pero muchas de las personas que me han hecho comentarios sobre la Fábula (sobre todo los lectores más jóvenes y desprejuiciados) tenían una idea bastante clara de los mecanismos que estaban actuando en la novela: personajes que cambian de nombre, espacios inconcretos en su concreción; también la sensación fabulesca, en la medida en que casi todos los elementos de la novela tienen más de estructura y de carácter que de simulación psicológica o de gran engranaje narrativo, aunque sean versiones muy tergiversadas y esperpénticas de los procedimientos de la fábula. Estos lectores no solo han reconocido muchos de los fundamentos del texto sino que se han echado unas buenas risas con él, lo cual parece un síntoma muy positivo.  
IDR. En la novela atacas al lector con múltiples tabús, en un ambiente apocalíptico y onírico que no permite réplica, sin saber muy bien qué es más condenable o si, en realidad, existe el bien y el mal. ¿Qué tratabas de provocar?
JFT. Últimamente digo que la Fábula es una novela social, aunque en el texto no me da la gana acudir a palabras como “bipartidismo” o “desahucio”. Si el que escribe no está comprometido con la escritura, difícilmente podrá estar comprometido con cualquier otra causa. Una novela que hable de política en sentido profundo no puede dejar de cuestionar moralmente incluso al autor, lo cual es difícilmente compatible con según qué registros que me parecen llenos de vanidad y que se deben más a tendencias periodísticas que al diálogo con la tradición y al cuestionamiento de la misma.
IDR. Fábula de Isidoro es una obra dura y oscura, incluso morbosa, ¿cómo haces para que tus historias no te afecten?
JFT. Creo que casi cualquier persona sensible y despierta que viva en nuestra sociedad está tan jodida que este texto es incapaz de levantarle una ceja. Es así en mi caso: si pienso en Isidoro pienso en sufrimiento más bien diluido, convertido en entretenimiento para el lector, pero no en el Horror Verdadero. Estoy seguro de que en España afecta más a la materia del alma ser autónomo, parado o guitarrista que escribir una cosa como la Fábula.
IDR. Si tuvieras que resumir la moraleja de la novela, ¿cuál sería?
JFT. Creo que si pudiera hacer eso no habría escrito la novela y habría escrito un párrafo en Facebook. Una parte importante de la intención del texto es desactivar cualquier posibilidad de moraleja veloz o satisfactoria. En este sentido, cuando hablé del texto con los editores insistí en que se trataba de un texto insatisfactorio y tirando a incómodo. Me parece la actitud más responsable teniendo en cuenta que cualquier persona lee diariamente en las redes sociales unas doscientas opiniones más rígidas que las tablas de Moisés.
IDR. ¿Por qué estos personajes? ¿Cómo fue la creación de Isidoro, Wynston, el Alférez y los demás?
JFT. Pensaba en personajes cuestionables y que no fueran de fiar. Los hay totalmente carentes de interés, como Wynston, pero también los hay sofisticados, construidos a partir de referencias culturales y de gestos, como Isidoro o el Alférez, inscritos en una misma especie de jerarquía celestial o demoníaca. Tienen que ver tanto con pinturas de arcángeles arcabuceros como con la monja guerrera y travesti Catalina de Erauso.
IDR. La locura es parte del ambiente y de todos los personajes. Todos sufren su propio mal y egoísmo, todos cometen faltas, pero ¿cuál sería para ti el peor de todos?
JFT. No lo sé, intento tratar a todos con cierto cariño, aunque se puede apreciar en el texto que no tengo mucho amor para el mundo académico. Isidoro también es bastante mal tipo, la verdad.
IDR. ¿Crees que hay solución? ¿O estamos condenados al fracaso y la estupidez como en Fábula de Isidoro?
JFT. Creo que esta novela se parece más a la fotografía fantástica de un momento concreto y lamentable. Tampoco creo que estemos peor que nunca, tampoco, mirando los porcentajes de alfabetización y de escolaridad. No tengo una gran opinión del siglo XXI, pero sí tengo una opinión fuerte acerca de quienes querrían haber nacido en el siglo XIX. En fin: quizá dentro de dos o tres mil años podamos celebrar alguna cosa.

IDR. ¿Cuál crees que es el papel del escritor en la sociedad actual?
JFT. Escribir lo mejor posible, que ya es bastante.

IDR. ¿Cuál es tu método? ¿En qué te inspiras? ¿Qué haces antes de ponerte a escribir?
JFT. No soy excesivamente metódico, pero la acción y la expectativa son muy importantes para mí, así que cada vez que planteo una narración termino haciendo esquemas llenos de flechas y líneas de tiempo por todas partes. Si no hago eso soy incapaz de recuperar esa sensación de linealidad con la que en principio va a experimentarse el texto una vez acabado. En Cómo se pinta un dragón, José Ángel Valente habla de la gestación en el Tao y de que la edad se cuenta allí a partir de la concepción, no del alumbramiento. Luego cita a Carlos Drumond de Andrade: “vive con tus poemas antes de escribirlos”; yo intento hacer eso, es decir, pienso mucho antes de escribir y no me siento hasta que no tengo un párrafo cerrado.

IDR. ¿Algún proyecto del que pueda hablarnos?
JFT. Una novela en la que no todos los personajes son despreciables. Me cuesta muchísimo terminar un texto, así que no tiene mucho sentido hablar de esto ahora: nos vemos en un par de años o así.

IDR. ¿Qué es lo que te atrae de una historia y qué te hace abandonarla?
JFT. Hay un comentario de Umbral acerca de Cela en el que dice algo parecido a lo siguiente: en una novela, lo que no es escritura tampoco es nada. En general me molesta ver una prosa prevista y endeudada hasta las cejas. Creo que la palabra, la acción y la expectativa son tres unidades básicas, llenas de resonancias y connotaciones, y con ellas habría que establecer un combate honesto y hasta las últimas consecuencias (que tampoco serían muy graves, teniendo en cuenta que la escritura es una actividad por lo general sedentaria y tranquila).
IDR. ¿Qué le recomendarías a un autor novel que busque editorial para su manuscrito?
JFT. Que envíe correos en los que el peso de su propuesta recaiga exclusivamente sobre el manuscrito y no en notas introductorias llenas de fantasía y humor. Que no envíe poesía a editoriales que no publican poesía.

IDR. ¿Qué estás leyendo ahora?
JFT. Un ciclo de textos de Cela titulado A la pata de palo, que era de mi padre y viene con unas ilustraciones muy inquietantes; un regalo fantástico llamado Critical Theory Today de Lois Tyson y Coño potens de Diana J. Torres. Un buen potaje.
IDR. ¿Nos recomiendas algún título?
JFT. Cualquier cosa que tenga carácter. Cárcel de amor de Diego de San Pedro es como una película de Tim Burton escrita en un castellano tremendo y cósmico. Ágape se paga, de William Gaddis, está llena de dolor de glándula pineal. El cuento de Onetti Bienvenido Bob, dentro del cual es imposible fiarse de nadie. 


Isabel del Río

Julio 2016