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martes, 12 de julio de 2016

Reseña de “Fábula de Isidoro” de Julio Fuertes Tarín

TÍTULO: Fábula de Isidoro
AUTOR: Julio Fuertes Tarín
EDITORIAL: Jekyll & Jill

SINOPSIS
La madre de Wynston espera a su hijo a la llegada del colegio para hacerle una tirada de cartas del tarot de Jodorowsky y darle la merienda. La emisión televisiva de un partido de fútbol crucial se ve interrumpida por una transmisión violenta en la que dos encapuchados flanquean a un rehén medio apiolado en una silla: el presidente del gobierno español. La reacción del niño:
este Presidente será rápidamente sustituido por otro y el partido de mañana es la única final de fútbol que podré jugar con trece años; si pierdo ese momento, nunca volverá.
Comienza una debacle con estribillo que revienta todo lo narrado cada vez —como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra—, y está hecho de sucia carne de Rabelais mechada con el speech de un locutor deportivo. El narrador profeta de esta fábula desvía un dedo ya de por sí torcido para engañar la peste a boca del idioma y hace resucitar a Isidoro, una especie de célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante. Isidoro, mesías villano, coge de la mano a Wynston y a otros que se encuentra, se cruza o atraviesa. Y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz.

OPINIÓN
Crítica mordaz hacia una sociedad adormecida por sucedáneos y falsos dioses.
“¡Abrazo esta época y su tamaño descomunal e innoble! ¡Te abrazo también a ti, compañero de viaje! Eres la sustancia más dura sobre la Tierra, ¡más que el diamante! La condición mediocre es imperecedera, para lamento de los pobres y fungibles genios”.
Últimamente he comentado varias obras que se ensañan con el momento actual, con ese espíritu de la época del que hablaba Hegel, pero en un estado de descomposición tal que parece que los autores se revuelven en sus sillas escapando de los gusanos.
“Nuestras almas son un valor de cambio y sobre este mercadeo fundamos una fecunda sociedad: así se impulsa el progreso del hombre a velocidades apabullantes”.
Fábula de Isidoro inicia sus andanzas como una obra irónica en la que un niño con poca imaginación y preocupaciones mundanas se ve envuelto en el fin del mundo, el apocalipsis, o en un cambio de era; según el gusto del lector. Lógicamente, tanto el autor como su co-protagonista diabólico, Isidoro, no esperan que la humanidad se aperciba de tal cambio, pues supuestamente esta es una narración en pasado, a pesar de que se realice en presente, y nosotros viviríamos en un mundo paralelo o sucesor del que nos narran en la historia.
“Pero de momento, antes de marchar hacia el Bernabéu para satisfacer tu desordenado apetito de narrativa épica, debo encontrar a unos amigos que nos acompañarán en este viaje”.
La aventura de nuestro protagonista infantil, Wynston Sandoval, da el pistoletazo de salida cuando, a causa de un atentado televisado con pira política incluida, queda sin resolver cuál es el marcador final del partido entre el Barça y el Madrid de esa tarde. Es tal su preocupación que se lanza a las calles sin tener en cuenta la tirada del Tarot que horas antes le hiciera su madre, o la voz de la locutora que avisa del estado de excepción.
“Ven, ven, coge mi mano. Te acompañaré a cualquier lugar pero tú también tienes que ayudarme. ¿A qué sitio prefieres ir primero?”.
Nos encontramos en un Madrid onírico y terrible, sitiado por tanques y soldados, en el que un ser diabólico, Isidoro, y los de su especie, se sienten como en casa. Un mundo en el que se ve inmerso Wynton quien, como testigo y cómplice, sigue los pasos del co-protagonista de la historia y ve los horrores de los que es capaz, con muerte y sexo incluidos, aunque no en ese orden.
“Wynston piensa qué va a hacer sin Isidoro, el único que ha impuesto orden en esta correría idiota, el único que vive su vida como un relato y es capaz, por eso mismo, de detectar con precisión los signos que esparce el destino en su loca dádiva”.
La fábula termina tal cual comenzó, con un niño que parece no haber aprendido nada de su experiencia, con el Barça-Madrid como protagonista, y una deuda que le perseguirá de por vida.
“(…) el mundo soy yo y todos los hechos giran en torno a mí, justo sobre mis hombros”.
¿Vivimos en el infierno y estamos pagando por nuestra complacencia y borreguismo?
Como toda buena fábula, contiene un mensaje, un aprendizaje para el lector. “Nosotros callamos prudentemente cuando, casi sin darse la vuelta, nos dice eso de bueno, ¿y qué habéis aprendido de esta historia?”.
Mención especial a Jekyll & Jill, quiénes ya se han convertido en imprescindibles en mi librería y destacan no sólo por las historias que publican, sino por los detalles que convierten sus libros en obras de arte de bolsillo.
Recomendada a los inconformistas, a aquellos que no teman a la pluma afilada o a la crítica con-o-sinconstructivismo, a las palabras tal y como suenan y se dicen, a una imagen clara, violenta, dramática ya veces muy desagradable de la realidad.

Isabel del Río

Julio 2016