"Aunque
es un libro pequeño y de fácil lectura, estamos ante una historia compleja, muy
bien hilvanada, como cocida a fuego lento. Se nota el enorme trabajo de Isabel,
(...) no puedo más que recomendar esta novela con carácter, con personalidad,
interesante, mágica y original, con tintes misteriosos y muy entretenida.
Isabel sabe contar historias, pero también cómo mantener al lector pegado a
ellas, derrochando tensión al final de cada capítulo (...)"
La locura os habla desde las letras, ¿escucháis al cuentista? La demencia pica a los pórticos de vuestra conciencia. Abridlos, no temáis. Os mostrará aquello que, invisible, os acuna, lo que sólo una pequeña lunática puede percibir.
@IsabelDlRio / @miransaya
lunes, 11 de abril de 2016
Entrevista a Gemma Pellicer
BIOGRAFÍA
Gemma Pellicer (Barcelona, 1972) es licenciada en Filología Hispánica y
Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Trabaja como editora de textos de ficción y cultiva la crítica literaria en la revista Quimera. Escribe microrrelatos,
cuentos y aforismos, piezas que han aparecido recogidas en antologías como Mar de pirañas. Nuevas voces
del microrrelato español (Menoscuarto, Palencia, 2012), en edición de Fernando Valls; La música de las sirenas (Consejo Editorial de la Administración Pública
Estatal, Toluca, México, 2013), al
cuidado de Javier Perucho; o Aforistas españoles vivos (Libros al Albur, Sevilla, 2015), de José Luis Herrera. Además, es corresponsable de la antología Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual (Menoscuarto, Palencia,
2010). Tiene un libro de narrativa breve en su haber, La danza de las horas (Eclipsados, Zaragoza, 2012). Maleza
viva (Jekyll & Jill, Zaragoza, 2016) acaba de ver la luz.
Reseña de Maleza
Viva:
ENTREVISTA
IDR. ¿Cuáles fueron tus
inicios en el mundo de la escritura?
GP. Fueron, creo, bastante
comunes. Fui una niña lectora a la que le gustaba más leer que jugar. Leía lo
que caía en mis manos: novelas, tebeos y cuentos de autores clásicos y
juveniles. A los 9 años empecé a escribir un diario, lo que no era nada extraño
entre los jóvenes de principios de los ochenta. A los 12 años empecé a
fantasear con la idea de escribir y a esbozar pequeños cuentos, que regalaba a
mi abuela con algún dibujo que lo ilustrara.
IDR. ¿Qué eres antes:
lectora o escritora?
GP. Lectora. La lectura
es el verdadero (y más firme) camino para llegar a poder escribir algo decente.
Y para desarrollar, dotándola de profundidad y alcance, tu imaginación. Estoy
convencida de ello.
IDR. ¿Quién te inició en
el mundo de la lectura?
GP. Mi abuela nos contaba
cuentos o historias a mis hermanas y a mí cuando nos acostábamos. En casa la
lectura habitual de los mayores era, básicamente, de periódicos. Pero también
recuerdo a mi padre encerrándose en su despacho a trabajar. Lo que consistía en
emborronar muchos papeles, mientras fumaba un cigarrillo tras otro. Esos
momentos los recuerdo con mucha nitidez. Escritura y lectura fueron siempre de
la mano.
IDR. ¿Cuáles son tus
primeros recuerdos relacionados con libros?
GP. La primera biblioteca
que descubrí como tal, en el sentido de estar formada por un montón de libros puestos
a mi alcance, fue la de mi escuela. Habían erigido una casita en mitad del
patio del colegio para tal cometido, y yo era feliz. Recuerdo cómo, a partir de
cierto momento, dejamos de leer en clase todos los viernes para desplazarnos hasta
la biblioteca a leer en voz baja lo que nos diera la gana durante una hora
entera. A mí, esa hora, se me pasaba volando. También recuerdo la colección de
tebeos y cuentos infantiles que había en casa de mis abuelos maternos. Y la
biblioteca enorme con libros para mayores en casa de los paternos.
IDR. Tus primeros pinitos
como escritora, ¿qué recuerdas de ellos? ¿Conservas algún escrito?
GP. Conservo algunos
escritos de juventud. Recuerdo cómo, a partir de cierto momento, me entretenía
más escribiendo historias que dibujándolas. Y que en esa actividad de tirar del
hilo de la narración se me abría todo un mundo de posibilidades. Años después, me
regalaron una libreta verde de tapas duras y en ella escribí mis primeros
poemas. Un día, sin embargo, la abandoné de golpe, porque no veía que la
escritura me condujera a ningún sitio. Sólo más tarde entendí que el oficio de escribir
consistía en eso precisamente: en hacerlo sin la certeza de poder llegar
siempre a buen puerto. O adonde te hubieras propuesto llegar. La escritura te
sacaba de tus casillas. Ésa era su principal virtud. Pero yo era demasiado
joven para entenderlo y la abandoné un día, aunque continué leyendo.
IDR. ¿Qué te llevó a
buscar editorial? ¿Cómo fue tu experiencia?
GP. Mi experiencia le debe
mucho al blog, que mantengo más o menos actualizado desde febrero del 2006; veo
ahora que justo ha cumplido 10 años. Escribir y publicar en la bitácora primero
y, sólo meses después, empezar a recibir la atención y comentarios de los
primeros lectores, me empujó a buscar editorial y a sentir la necesidad de
publicar en papel; a alimentar esa ilusión.
IDR. Para aquellos que
busquen casa para su manuscrito, ¿podrías darles algunos consejos?
GP. Que sean muy
pacientes, pues a la hora de publicar las prisas no son buenas. Tampoco hay
necesidad de precipitarse, dado que cuanto más oficio tengan, mejor podrán
abrirse camino, con mayor seguridad. La escritura es una carrera de fondo. Y
nunca es demasiado tarde si lo escrito tiene calidad.
IDR. Maleza viva es una antología de microrrelatos y, a la vez, un
poemario. ¿Cómo se te ocurrió crear un libro así? ¿De dónde surgió la chispa?
GP. Yo lo encuadraría más
bien dentro del género del microrrelato, puestos a buscarle una filiación, aunque
es cierto que algunas de sus piezas podrían leerse como poemas en prosa. Me
gusta esa hibridez. Siempre me ha gustado que la literatura pueda abarcar, y significar
a un tiempo, muchas cosas y, en especial, ese eclecticismo que permite el
microrrelato, pues da cabida a géneros tan dispares como la fábula, el ensayo,
el aforismo, la carta, el diario, las memorias, la narración breve, el poema en
prosa y más. Aunque suene paradójico, el microrrelato resulta casi tan versátil
como una novela.
IDR. Jekyll & Jill es
una editorial independiente que cuida al detalle todos sus libros, mimándolos a
lo largo de todo el proceso, ¿cómo es la experiencia de trabajar con ellos y
ser autora de un sello así?
GP. Estoy muy contenta
con el trabajo que han hecho mis editores. Conocía su trayectoria y pensé que a
un libro de microrrelatos como éste, fronterizo por así decir, le iba a
favorecer publicar en un sello semejante, que ha destacado siempre por sus
apuestas arriesgadas.
IDR. Hay escritores que
dicen que les es más sencillo escribir novela que relato o poesía, y otros a
los que les ocurre al revés. Además, existe el mito de que la novela es más
complicada, o que un escritor empieza con poesía o relato para culminar con
novela. ¿Tú qué crees? ¿Qué fue primero: el huevo o la gallina?
GP. No puedo opinar con
conocimiento de causa, pues de momento sólo he cultivado la literatura breve
(aforismos, microrrelatos y cuentos), aunque sospecho que cada género te pide y
exige cosas distintas como escritor. A favor de la narrativa breve, de la que
sí puedo hablar, diría que, más allá de las apariencias, la brevedad bien
entendida también es un grado.
IDR. Entre los microrrelatos,
poemas y aforismos que componen el libro, podemos sentir cierta ironía hacia la
vida y la sociedad que nos rodea, además de una contemplación profunda hacia la
naturaleza y la mente/emociones humanas. ¿En qué te inspirabas y qué querías
transmitir al lector? ¿Crees que lo has conseguido?
GP. Es cierto que varias
piezas ponen de manifiesto una determinada crítica social al cuestionar
abiertamente algunos de los valores más celebrados de nuestra civilización: pienso,
por ejemplo, en la devoción actual por la tecnología, o el apoyo acrítico al
capitalismo más feroz, mientras las personas enferman a diario de forma
creciente. Frente a esta deshumanización cada vez mayor, la vuelta a la
naturaleza se presenta aquí, de algún modo, como la recuperación de un locus amoenus salvífico, donde los
ciclos naturales se cumplen al margen del influjo pernicioso del hombre; capaz de
sanarlo, por tanto, del desequilibrio continuo que genera.
IDR. Maleza viva no es un libro fácil de colocar hoy en día en las
estanterías, pues está dirigido a un público muy concreto, ¿cómo están
reaccionando los lectores? ¿Y los libreros?
GP. Creo que muy bien,
por fortuna. El libro salió a mediados de enero y he visto que está en las
principales librerías. Al margen de a quién pueda acabar interesando, Maleza viva aspira a seducir al público
lector más amplio posible.
IDR. ¿Cómo estáis
encarando el tema de la promoción? ¿Qué tal funcionan los canales
tradicionales? ¿Y las redes sociales? ¿Hasta dónde llega el papel del autor en
esta tarea tan importante para la visibilidad de un nuevo libro en un panorama
inundado de títulos?
GP. En relación con los
canales tradicionales, y pienso sobre todo en la prensa escrita, a veces parece
como si dispusieran de menos libertad a la hora de ocuparse de un libro poco
obvio, aunque a ellos les lleguen los ejemplares con preferencia. De modo que
ya sólo queda esperar su reacción, en caso de producirse. En cuanto a los
alternativos, como bitácoras y redes sociales, dada su mayor inmediatez, acostumbran
a hacer más ruido que la prensa cultural, sin que unos y otros sean en absoluto
incompatibles; antes bien, creo que se complementan entre sí. Sea como fuere, la
apuesta por la prensa cultural es siempre a largo plazo. Una vez escrito el
libro, el autor debe ayudar a que éste se difunda lo mejor posible. Aunque, lo
importante, al fin y a la postre, no nos engañemos, sea la calidad de lo
publicado.
IDR. ¿Cuánto de Gemma hay
en tus historias y poemas?
GP. Las piezas que reúne
el libro son producto de la imaginación, aunque también aparezcan en él personajes
e historias reales, y aun otros que son arquetipos, como el hombre cautivo, el
hombre libre o la figura del tentetieso. En definitiva, hay vida e invención
entremezcladas en la recreación ficticia de experiencias vividas. Hacia el
final del libro, por ejemplo, aparece un narrador femenino en primera persona cuya
voz es netamente impostada, aunque finja confundirse o identificarse con el
autor para lograr una mayor cercanía y un efecto de realidad; pero no deja de
ser un recurso más. La literatura es un baile de disfraces.
IDR. ¿Cómo te organizas a
la hora de escribir?
GP. En realidad, todo
depende de que pueda disponer de un entorno adecuado que propicie la escritura,
es decir, de tranquilidad y tiempo libre por delante.
IDR. ¿Tienes algún método?
GP. Escribo cuando la
idea ha germinado lo bastante como para poder arraigar, crecer y desarrollarse
con firmeza sobre el papel.
IDR. ¿Algún nuevo proyecto del que nos puedas hablar?
GP. Tengo escrito un puñado de cuentos (a caballo entre el microrrelato y el cuento literario moderno,
de varias páginas de extensión).
IDR. ¿Cuál crees que es el
papel del autor en la sociedad actual?
GP. Creo que el de cualquier
época: contar los males de la sociedad, que acostumbran a ser abundantes y muy
variados…
IDR. ¿Qué es lo que te
llama la atención de un libro? ¿Y qué te tira para atrás?
GP. La belleza de su
propuesta, la ambición o complejidad y el acierto de su escritura. Y la
pretensión y la oquedad –cuando se presenta- de la palabra escrita.
IDR. ¿Qué estás leyendo actualmente?
GP. Ahora mismo estoy
acabando de leer el libro-libreta titulado Últimas
noticias de la escritura, de Sergio Chejfec, un ensayo acerca de la
permeabilidad existente entre la escritura material
o física, manuscrita e impresa, por un lado, y la llamada digital, por otro, habida cuenta de que esta
última se propone emular la primera; más allá de su naturaleza aparentemente
inestable o inmaterial. Y he empezado a leer la última novela de Pilar Adón, Las efímeras, que me está interesando
mucho.
IDR. ¿Nos recomiendas
algún título?
GP. Esos dos, por ejemplo.
O los que voy reseñando en la revista Quimera.
Te enumero unos pocos: Whisna, el jardín
de las luces, de Juan José Flores; Materia
oscura, de Ángel Zapata; Orquesta de
desaparecidos, de Francisco Javier Irazoki; la poesía de Eloy Sánchez
Rosillo; La pecera, de Juan Gracia
Armendáriz; Malas palabras, de
Cristina Morales; La habitación de Nona,
de Cristina Fernández Cubas; Los
desayunos del café Borenes, de Luis Mateo Díez; El comensal, de Gabriela Ybarra; Ni puedo ni quiero, de Lydia Davis; junto con sus Cuentos completos; Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón…
IDR. Muchas gracias por
concederme este ratito.
GP. Gracias a ti por la invitación.
Isabel del Río
Marzo del 2016
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