domingo, 11 de julio de 2010

Astrid, capítulo 47: Carbón


Miércoles, 23 de julio de 2008

En Tenerife, Puerto de la Cruz

Reía mientras mascaba con los carrillos llenos de papas untadas en mojo.

—Sí, el mar… No le tengo miedo, pero sí respeto —bebiendo un trago de cerveza y atusándose la perilla morena y canosa continuó —.Hay monstruos allí abajo, ¿sabes? Y no hablo de serpientes marinas o sirenas que enreden a los marinos con sus cantos.

El aro plateado con nudos y cenefas étnicas brilló bajo la tarde. El aroma a salitre lo inundaba todo. Sus ojos resplandecieron un segundo y pareció mucho más joven de lo que era. Coleta alta, ondulada y morena, tez curtida y sonrisa amplia y pícara; quizá fue atractivo a los veinte.

—Yo soy un pirata, de los pocos que quedan. La mar es mi amante, pero como todas las mujeres, es una ramera traicionera, y no sabes qué encontrarás en sus entrañas.

—¡Carbón, calla, no asustes a la niña! Mira que cuando venga su tío te saltará los pocos dientes sanos que te quedan.

Él rió con estruendo animoso y volvió a beber haciendo un gesto a la dueña de la taberna para que me sirviera una tapa a mí también.




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