TÍTULO: Subsuelo
AUTOR: Marcelo Luján
EDITORIAL: Salto de Página
SINOPSIS
Un
cuerpo vivo que se cambia por un cadáver. Una piscina. Un flash. El pantano. Y
los mellizos, que comparten un secreto del que no parece fácil escapar. Como un
murmullo bajo la tierra centenaria, la indiferencia adolescente se puede ver
truncada por la calma del agua; apenas un instante dentro de aquella noche que
suda veneno. Familia, recuerdos, pasado. Hormigas. Las raíces escondidas que siempre
están presentes y tan activas: apretando el músculo de la sentencia. Como el
pulso a dos manos que obliga a soluciones suicidas. Como el cordón umbilical
que une y separa, que ata y aprieta. Hasta la muerte. Hasta la culpa. Dos
veranos son suficientes para que la parcela del valle se convierta en el
escenario de una perfecta tortura emocional.
OPINIÓN
A nadie importa dónde se encuentran los
muertos, el dolor y la pérdida inflama los sentidos y surge la
supervivencia, el instinto primario que regurgita ese “yo” que no ha sido
domado por la sociedad. Y mientras las hormigas tejen entramados milenarios
bajo nuestros pies, en ciudades subterráneas que no llegamos a imaginar, en la
superficie el hombre es un lobo para el
hombre.
«Ahora
no están. No hay rastro. Nada. Ni siquiera una. Ni siquiera la más descarriada
y subversiva. Nada. No están. No se ven. Desde la galería apenas intuyen la
mitad de lo que está sucediendo.
Fabián piensa Lo que no se ve no existe. Y
también que probablemente duerman durante el día. Y que probablemente lo hagan
sabiendo que van a morir. Aunque no sepa por qué piensa eso.»
Toda
buena novela tiene un inicio sencillo, cotidiano, reconocible por todos. Un
verano más, familias reunidas en torno a una mesa, alrededor de los restos de
una cena. Adultos demasiado borrachos para responsabilidades, jóvenes en plena
agitación hormonal que dejan las decisiones que ha de tomar la cabeza a partes
menos razonables. Dos pies que se rozan bajo el agua. Un hermano que observa
con rabia el suceso. Falta hielo, hay que ir a por él a la gasolinera. Y con la
llegada del otro hermano, el hijo mayor de la otra familia, también se aproxima
el giro sin retorno, el detonante que lo cambiará todo y lo precipitará, como
una hilera de fichas de dominó, a formar la estela de lo que una vez fue.
«Escribe
Te
picarán las hormigas, paleta. Y mira,
cerca del borde de la piscina, a su hermana. Pero su hermana no se mueve y él
piensa que finge estar dormida. No sabe Fabián que ella se echó a llorar cuando
Ramón le pidió que le contara qué había ocurrido aquella trágica noche. Tampoco
sabe que también ante la policía se había echado a llorar la primera vez que se
lo preguntaron. No sabe nada de eso Fabián. Sabe que a todos les tocó declarar.
Y sabe que todos declararon lo mismo. Él, su hermana, su madre.»
Subsuelo me ha provocado y
revuelto hasta lo más íntimo. Poética, es una metáfora en sí misma, cada imagen,
potentemente bella y aterradora tiene más de una lectura. Y ahí están, los
personajes, figuras de carne y hueso en papel y tinta que se desarrollan
lentamente ante tus ojos, hacia la tragedia, como en la mejor obra de
Shakespeare, sin poder advertirles lo que presientes pero no te atreves a
imaginar.
«Después
acabó el curso. Después llegó el verano: un verano raro para casi toda la
familia porque se cumplía un año del accidente y porque sus padres decidieron,
por primera vez desde que los mellizos tuvieron uso de razón, no ir a la
parcela del valle. Quedarse en la ciudad, decidieron. Mabel más que Alberto.
Como si con ello restringieran o mermaran los ensañados procedimientos de la
memoria.»
Un
juego juvenil, casi infantil, un primer amor, una noche de verano, todo puede
cambiar en un segundo, todo tu mundo devenir en un infierno. Cada familia con
sus secretos, cada individuo con más llaves echadas de las que puede contar… La
trama se complica, pues un animal herido y acorralado es el más peligroso, y los
posibles enemigos pueden ser el mejor aliado cuando el cazador se halla entre
nuestras propias paredes; cuando el refugio se convierte en prisión y no hay
escapatoria posible.
«También
su teléfono está configurado para que suene el glup cuando entra un mensaje de
su hermana. También dos veranos atrás tenía un teléfono así, algo inferior a
éste en prestaciones pero de igual tecnología. Un teléfono que todavía
conserva, que guarda celosamente aunque esté vacío y con la pantalla rota. Lee No. Otra vez. Y se arrastra la mano por la
melena, por su pelo desprolijo y rubio, y se engancha los dedos y tira como si
pretendiera arrancárselo.»
El
pasado juega un papel importante en esta novela, una suerte de espejo que en
forma de predicción nos advierte. ¿Quién es peón? ¿Quién el rey? La reina se
alza entre sus cenizas y señala, pero hay de aquel que crea que el destino está
en manos del hombre.
«Fue,
como siempre en estos casos, un segundo.
Incluso menos. Es difícil medir, en el
tiempo ese de los relojes, lo que duran las sensaciones más violentas y
estremecedoras.
No sabe Mabel si fue el olor del bebé. No
su perfume natural, ni el de ninguna colonia, ni el perfume del jabón con que
su madre lo bañará, ni el perfume del detergente con que lavará su ropita. No
fue nada de eso porque nada de eso se podría asemejar al bebé de la Guaya. (…)
Fue la primera vez.
La primera vez en treinta años.»
Sin
duda una obra recomendada a aquellos que disfruten de una obra bien construida
y una trama hilada a la perfección con imágenes que os será difícil olvidar;
una historia para aquellos que no teman enfrentar tabúes y revolverse incómodos
en el asiento; una novela para hacerse preguntas, muchas preguntas, la mayoría
sin respuesta.
Isabel del Río
Agosto 2017
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