@IsabelDlRio / @miransaya

martes, 1 de marzo de 2016

Reseña "El silencio de las sirenas" de Beatriz García Guirado


TÍTULO: El silencio de las sirenas
AUTOR: Beatriz García Guirado
EDITORIAL: Salto de Página 

SINOPSIS
Cinco años después de que su esposa pereciese bajo una ola gigante en la costa de Baja California, y tras el inexplicable suceso que dejó varadas miles de ballenas en las playas de todo el mundo, Oless Svalbard, teleoperador sueco aficionado al buceo, vuelve a sumergirse en las aguas violetas del Pacífico. Sin embargo, el supuesto encuentro con una sirena en su última inmersión le obliga a retrasar indefinidamente su vuelta a Estocolmo para volar a Bahía de Todos los Santos en busca del autor de un vídeo que podría confirmar la existencia de esta criatura legendaria (o quizá sólo para llevar la contraria al fantasma de su esposa que le habla a través del sumidero de la ducha).
En su búsqueda, este héroe en un mundo sin epopeyas conocerá a un misterioso sirenólogo en cuyos textos se enhebran las teorías conspiratorias más insólitas con el presagio del retorno al Primer Océano, Panthalassa. Será el primero de un excéntrico elenco de personajes, compañeros de un viaje de incierto destino y más que probable naufragio. Un viaje, también, que sigue la estela de esa tradición literaria —Homero, Conrad, Verne, Lem…— que ha hecho del mar el lugar de búsqueda por antonomasia y a la que Beatriz García Guirado se suma con este brillante debut no exento de potente lirismo y riesgo narrativo.

OPINIÓN 
Sirenas, seres mitológicos y efímeros que visualizamos como jóvenes bellas con cola de pez, aunque en la antigüedad fueran arpías aladas. De voces cándidas que atraen a los marinos a su muerte, o quizá simplemente cantos malinterpretados y solitarios. Puede que sólo sean leones marinos, confundidos con doncellas rebosantes de curvas. 
“Cuando cerraba los ojos la veía nadando en dirección a mi entrecejo; burbujeaba un canto parecido al llanto de un recién nacido y su cabello ondeaba sobre su rostro de forma que no pude apreciar sus facciones”.
Desde niña me han fascinados las fosas avísales y lo que puedan esconder. La idea de que lanzamos hombres al espacio cuando la mitad del planeta está inexplorado, resulta maravillosa y aterradora.
“Los papahué de Baja California sostienen que las almas de los fallecidos en el mar viven en las profundidades abisales, que es posible escuchar en el rumor de las olas sus lamentos y que en el fin de los días serán el kril del que se alimentará Leviatán”.
Dicen que somos 90% agua. Nuestras células contienen y están rodeadas de agua; nos formamos en un entorno líquido; todo ello muy similar a los océanos primigenios, donde se inició la vida.
“La única forma de sobrevivir en el mar, déjenme recordárselo, es la disolución”.
Pensar que las emociones, la psique y el mar están ligados no me parece descabellado. Cuando la luna crece y mengua, interfiere en las mareas, al igual que en la mente y la orientación animal, humana.
“Vivimos en nuestro inconsciente, señor Bonn”.
Es curioso cómo, en un par de meses, he leído dos novelas cortas en que un hombre lo abandona todo en busca de una sirena. La primera fue Cants de sirena negra de Sebastià Bennassar*, donde las sirenas son sinónimo de esperanza; en El silencio de las sirenas de Beatriz García Guirado, en cambio, son aquellas que nos conducen a otro nivel de conciencia, a otro estado, al fin del mundo del individuo que las escucha.
“Estas otras sirenas son monstruos marinos que poblaban el primer océano del súpercontinente Pangea. (…) Las ondas que emiten tienen una frecuencia y velocidad tan elevadas que nuestro cerebro es incapaz de procesar los impulsos que recibe a través del sonido. (…) Se produce una fusión entre materia consciente e inconsciente”.
En esta novela nos encontramos una voz que, si no hubiera leído el nombre de la autora al inicio, habría juzgado profundamente masculina, aunque con detalles y dejes que sólo una mujer explica con tanta ironía. 
Se trata de una historia rápida y delirante que no nos permite detenernos a juzgar. Personajes, situaciones y lugares que parecen repetirse en un tiempo atemporal, en un círculo de eterno retorno, en que descubrimos una historia sobre sirenas y puertas a otros mundos, sobre carreteras de tiempo sub-oceánicas y aventuras de marineros preadolescentes capitaneados por un científico invisible a causa de la música. 
“Un arco es una ventana al Azul y traspasarlo es similar a alcanzar nuevos niveles de consciencia, franquear el umbral a un mundo ignoto donde todo cambia, incluso uno mismo”.
Así narrado puede parecer un caos, pero la autora ha logrado que, dentro de este aparente desorden, el lector no se pierda, sino que, gracias a esos continuos dejavús y personajes de un solo rostro, podamos recopilar toda la información necesaria para reconstruir el naufragio de la vida de Oless, su protagonista. 
“También ella me había confundido con otro y, como ya empezaba a ser costumbre, no era bien recibido”.
Cómo la infancia puede influir catastróficamente en nuestras vidas adultas. Cómo una persona puede ser la única isla del océano, nuestra tabla de salvación y al tiempo la ola gigante que, sin pudor ni escrúpulos, nos barre de la playa.
“Cuando aquel muchacho se lanzó desde un precipicio todo el mundo dijo que había ido a un lugar mejor, así que se nos ocurrió… Quisimos saltar también”.
No voy a desvelar de qué trata la historia, pues lo mejor de ella es que el lector desenrede la madeja hasta entender qué narices está pasando.
“Dentro de miles de millones de años nosotros también nos convertiremos en mito: se hablará de horribles seres bípedos de cabeza diminuta y alopecia epidérmica. A la leyenda, asumámoslo, la llamamos así porque nos negamos a creer que otros seres superiores a nosotros hayan podido existir”.
Sólo me ha fallado un detalle, el final realista me ha parecido innecesario, pero explicativo para aquel lector al que se le haya escapado algo o no pueda leer el libro del tirón.
Felicito a la autora por una obra que me ha enganchado de tal manera que he olvidado el mundo para sumergirme en ella, y a Salto de Página porque sus títulos son sinónimo de acierto en mi biblioteca.
“Yo escuché su agonizar lento durante una tormenta, lo oí tan claramente como mis propios suspiros, una exhalación final de gran cansancio, y ni siquiera aún habían muerto”.
Recomendada a los amantes de las aventuras náuticas y psicológicas, de las rarezas y a aquellos que les guste perseguir sirenas, sean bellas o monstruosas.
“Y yo le diré qué ocurrió luego: enloqueció y mató al único testigo de su existencia, y ahora ya no existe. Ahora es poco más que un fantasma, un nadie en ninguna parte”.

*Enlace a la reseña de Cants de sirena negra:
Isabel del Río

Febrero 2016

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