Deseaba
leer La piedra de la locura, de
Benjamín Labatut desde que llegó a librerías en 2021 de mano de Cuadernos
Anagrama. Me había fascinado Un verdor
terrible, del mismo autor, y tenía ganas de leer su visión sobre el mundo
que habitamos, o en el que creemos transitar nuestra existencia.
«Necesitamos
tejer nuevas historias con las ruinas y escombros que dejó el colapso de las
grandes narrativas, arrasadas por el imparable ascenso de lo nuevo.»
El
ensayo que tenemos entre manos trata sobre nuestra comprensión de aquello que
nos rodea y de cómo los avances de la ciencia y de la tecnología, junto con la
infoxicación y la hiperconexión, han generado un estado alterado, de locura y
falta de sentido, sin narrativas que den coherencia a nuestra existencia,
desprovistos de pilares para una realidad que, cuanto más se supone sabemos
sobre ella, más inaprensible nos resulta.
«El
caos parece sugerir que hay algo en la esencia misma de las cosas que escapa a
nuestro alcance, sin importar qué tan lejos miremos hacia el futuro, ni cuán
poderosa se vuelva nuestra mirada.»
Lógicamente,
después de leer Maniac la necesidad
de leer el ensayo se multiplicó de forma exponencial y al final logré hacerme
con él.
El librito
tiene apenas 80 páginas y se divide en dos partes. Si bien es cierto que la
primera me ha obligado a tomar notas como una posesa, la segunda, pese a
entender a dónde querían llevarme las reflexiones del autor, no me ha causado
la misma impresión.
El
resumen extraído de las lecciones de H.P. Lovecraft y Philip K. Dick no tiene
desperdicio: «a veces volverse loco es una respuesta adecuada a la realidad,
que la verdad y la locura pueden ser síntomas de la misma enfermedad y que el
precio que pagamos por el conocimiento es la pérdida de la comprensión.»
Bienvenida
sea la locura, pues. Abramos los ojos a las posibilidades, fluyamos sin poder
aprehender aquello que nos muestran. O cerrémoslos para abandonarnos a la
apacible armonía de la ignorancia.
Reseña en la revista Windumanoth