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miércoles, 8 de diciembre de 2021

Entrevista a Ana García Herráez en Libros Prohibidos

«Concibo la literatura como la sangre que circula por mi cuerpo. Ha estado ahí desde el comienzo. Primero como entretenimiento y evasión de una niñez quizá un poco solitaria y, después, como una habitación de juegos vacía, en la que yo era la encargada de llenarla de historias, de distracción, de mundos maravillosos en los que cobijarme». Entrevista a Ana García Herráez


Ana García Herráez
(Segovia, 1971) estudió Filología Inglesa y ha sido, entre otras cosas, profesora de literatura inglesa y traductora de textos literarios en la Universidad de Valencia. Fue galardonada con el premio Tagus de la Casa del Libro en 2017 con El sendero de la palabra (2019, Apache Libros). Su última novela publicada es Muerte, tú morirás (2020, Apache Libros). También cuenta con relatos en antologías como Donde hadas no se aventuran (2020, Apache Libros).

Las historias de Ana García Herráez saben a fantasía y leyenda, te hacen viajar entre sombras y nieblas vespertinas, en mundos inconcebibles para la razón, pero marcados en el corazón y memoria de los que viajan entre letras.

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I: ¿Cuál es tu primer recuerdo ligado al mundo de las historias?

A: El primero es de cuando era muy pequeña, yo creo que tendría unos cinco o seis años. En aquella época mi principal pasatiempo era jugar con mi hermano, cinco años mayor, a contarnos historias protagonizadas por unas gomas de borrar a las que les habíamos pintado caras. Comenzó mi hermano y yo le seguí. A partir de ahí, continuamos inventándonos historias, breves, claro, para entretenernos mutuamente.

En esos comienzos, como es normal, imperaba la oralidad, hasta que la curiosidad me llevó a los libros que había en mi casa. Es la ventaja de ser la pequeña de varios hermanos; que sus cosas e intereses, mucho más atractivos que los de una niña de mi edad, estaban por todas partes. Mi primera lectura memorable fue La historia interminable, lo cual es un clásico entre los escritores de fantasía. Creo que para muchos fue la puerta de entrada a un mundo del que nunca querremos marcharnos. Después vino El Quijote, que, por supuesto, tendré que releer con una mirada adulta. Y a partir de ahí ya llevaba inoculado el veneno de la literatura, un veneno que no mata, sino que da vida.

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