Muchas
veces nos fijamos en el título, la portada, el autor, quizá en la editorial...
Pero es muy frecuente que no nos fijemos demasiado en el traductor, algo que
deberíamos hacer siempre que leemos un autor de otra lengua traducido a la
nuestra, pues una mala traducción puede cargarse una novela —artículo, serie o
peli— maravillosa, mientras que una buena traducción la ensalza, no sólo
ofreciéndonos las palabras y el significado que el autor quiso dar, sino
también su esencia y las aportaciones únicas del carácter del traductor.
Hoy
tengo el privilegio de entrevistar a dos traductores excelentes: Maia Figueroa
y Alexander Páez.
MAIA FIGUEROA
Maia
Figueroa Evans, licenciada en Comunicación Audiovisual y máster de Escritura
para Cine, no quería ser traductora. Sin embargo, las circunstancias la
llevaron por ese camino y demostraron que a veces uno no sabe qué es lo que más
le conviene. Después de traducir procedimientos de operación en una
multinacional de polietileno, se hizo autónoma y se dedicó a la traducción
técnica y audiovisual, hasta que poco a poco acabó metiendo el pie en el sector
editorial. En diez años ha traducido más de cuarenta títulos de literatura
contemporánea, ciencia ficción, fantasía, novela negra y no ficción, y ha dado
voz a un par de autores a los que
preferiría no mencionar y a otros de los que está muy muy orgullosa. Y ahora ya
sabe que lo suyo es traducir novelas.
ALEXANDER PÁEZ
Soy
traductor y corrector. Llevo trabajando como corrector de estilo unos 3 años y
como traductor 2 años. Estoy especializado en la traducción de género
fantástico (ciencia ficción, terror y fantasía). He traducido a autoras como
Kameron Hurley o Becky Chambers, así como a Lavie Tidhar. Además he sido
intérprete de autoras multipremiadas como N.K. Jemisin y Ann Leckie.
Actualmente resido en Dinamarca donde, desde mi centro de control (mejor
conocida como La Cueva), realizo mi labor de traductor.
¿Quién/Cómo entraste en contacto con los
libros y la literatura?
MF. Leo desde muy pequeña, porque
mis padres me compraban libros y mi padre me leía los cómics de las películas
de Disney por la noche. Los primeros libros que recuerdo eran sobre naturaleza
y con seis años les pedí a los Reyes que me trajesen unos sobre peces,
minerales, animales, plantas y setas.
AP. Mis primeros recuerdos con
libros son mi madre leyéndome cuentos antes de ir a dormir. El siguiente es yo
de muy pequeñito devorando los tebeos de Asterix
y Obélix, Tintin y superhéroes en
la biblioteca de mi pueblo. El resto ya es historia. Pero sí, si hoy estoy aquí
es porque mi madre plantó la semilla de la lectura en mí. Y siempre hubo libros
en mi casa, lo que hizo que el entorno fuera favorable.
¿Cuándo decidiste que querías dedicarte a
la traducción?
MF. Muy tarde, porque tardé mucho
en planteármelo y al final fue bastante por casualidad. Quería ser guionista de
cine y, después de dejar filología inglesa a medias, me mudé a Inglaterra y
allí me licencié en Comunicación Audiovisual. Luego cursé un máster de
guionaje. Con los años he hecho de todo, pero un día en una empresa de trabajo
temporal encontraron un currículo que yo había entregado tres años antes y me
llamaron para dos puestos: uno administrativo y otro de traducción, porque
tenía algo de experiencia gracias a mi tía traductora y lo había puesto en el
currículo. Hice ambas entrevistas y me dieron el trabajo que yo no quería, pues
no me veía traduciendo todo el día. Sin embargo, fue una experiencia laboral
increíble y muy enriquecedora y aprendí muchísimo sobre devolatilizadores,
catalizadores, reactores y circuitos de alta presión. A partir de ahí me animé
a hacer un máster de traducción y el resto es historia.
AP. Cuando empecé a ejercer el
oficio y descubrí que no solo me fascinaba, sino que me hacía feliz. A
diferencia de muchos traductores yo no caí en esto por vocación previa, sino
que quise probar y fue después que descubrí lo enganchado que estaba a
traducir.
¿Cuáles fueron tus inicios?
MF. Después de un par de años
traduciendo procedimientos de operación en una planta de polietileno, una amiga
que trabajaba en una editorial me dio la oportunidad de traducir una novela
romántica que usé como proyecto de final de máster. Al acabar el curso, me hice
autónoma y durante un tiempo me dediqué a la traducción de subtítulos, hasta
que poco a poco fui haciendo más traducción literaria y menos técnica. Hasta
hoy, que prácticamente todo lo que hago son novelas.
AP. Jamás he creído en los caminos
rectos y preestablecidos. En la universidad estudié Historia del Arte, aunque
fue durante esta época en la que entré en contacto con el mundo editorial
colaborando con editoriales, fanzines, revistas, con la propia universidad y
con autores a modo de corrector, traductor y revisor (todo ello bastante
amateur, claro). Esto me sirvió para adquirir rodaje, pero me faltaban ciertas
bases, pilares. Durante la universidad asistía a muchísimos cursos, charlas y
talleres de estilo, escritura creativa o traducción. Más tarde entré a trabajar
en un par de editoriales grandes en el departamento de marketing y ahí fue
cuando comencé a conocer a muchísima gente. Una cosa llevó a la otra y en 2014
comencé a recibir encargos para realizar primero correcciones ortotipográficas
y después de estilo. Un año más tarde envié mis primeros CV como traductor a
unas 50 editoriales. Contestaron 3, fracasaron todas mis pruebas de traducción.
Comencé a traducir para algunos fancines y revistas especializadas, y el mismo
año volví a intentarlo pero añadiendo algunos cambios: solo envié CV a
editoriales de género, no envíe el CV a todas, sino que hice una selección y un
filtro, personalicé las solicitudes para cada proyecto y me aseguré que los
editores recibían los CV. Así recibí mi primer encargo (tras una prueba de traducción,
claro) para Satori Ediciones, una antología de ciencia ficción japonesa.
Alguna traducción en concreto a la que le
tengas especial cariño (o todo lo contrario)…
MF. Mis favoritas son Magia para lectores y A mí no me engañas, los dos libros de
cuentos de Kelly Link (Seix Barral), Volver
a casa de Yaa Gyasi (Salamandra) e Inmersión
de J. M. Ledgard (Destino). Pero la verdad es que a todas les coges mucho
cariño, aunque también algo de manía: no es lo mismo leer una novela en dos
semanas, que pasar tres o cuatro meses trabajando un texto y conociendo las
particularidades y vicios de la prosa del autor.
AP. En realidad a todas. Podría
decirte recuerdos bonitos de cada una de mis traducciones. El lazo estrechísimo
que se forja durante el proceso de traducción es muy intenso y cada uno de
estos libros es como un hijo para mí. Pero quizá traducir a Kameron Hurley y a
Becky Chambers ha sido un sueño hecho realidad. Algo que si me hubieras dicho
hace un par de años no hubiera creído.
¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta
un traductor? ¿Existe alguna traba especial cuando hablamos de literatura de
género?
MF. El reto de los traductores es
conseguir mantener el estilo del autor, el registro del texto, el tono, el
mensaje que pretende transmitir, su intención y el efecto que le produce al
lector. Todo eso ajustándose a las convenciones del idioma de destino para que
al final el texto suene como si lo hubieran escrito en español, por ejemplo, y
no en inglés. O sea, el traductor tiene que producir un texto igual pero
diferente. Dicho de otro modo, el traductor coge un montón de platos y los hace
girar sobre un palo.
En
cuanto a la literatura de género, yo creo que, en general, los retos son los mismos.
La diferencia estriba sobre qué temas tendrás que documentarte y qué
vocabulario investigarás. Si bien es cierto que en el caso de la fantasía y la
ciencia ficción a menudo se trata de mundos inventados y eso requiere una
atención especial. Se me ocurre también que en novela negra hay que cuidar el
ritmo de la narración para que el lector no pierda la tensión del texto
original.
AP. Esta pregunta es infinita,
pero podría resumirte que todos. Creo que la literatura de género te exige
estar al día a todos los niveles especulativos. Por ejemplo yo he tenido que
documentarme mucho sobre el género neutro, lenguaje inclusivo y demás para
ciertas traducciones que especulan con estos temas. Un buen traductor tiene que
disponer de todas las herramientas posibles para conseguir toda la información
que necesite. Retos... lo que te digo, todos. Pero quizá el mayor reto es el de
conseguir que tu traducción sea lo más orgánica posible, que el lector no
"sepa" o no "piense" que está leyendo una traducción.
Dicen que para traducir bien un texto has
de entender de dónde viene ese texto, quien es el autor y su contexto histórico
y social, ¿es eso cierto?
MF. Yo creo que, sobre todo, tienes
que entender el texto en sí; que no es necesario conocer la obra del autor ni
sus circunstancias, porque las claves para la traducción ya te las da el texto.
Me parece más importante conocer el contexto de la novela, los referentes
socioculturales. Saber, por ejemplo, que si un personaje del Reino Unido dice
de otro que ha comprado un anillo de compromiso en Argos, está haciendo un
comentario sobre su clase y procedencia social que el traductor debe reflejar
en la traducción. Pero, como en todo, la información es poder y si además de
saber todo eso también conoces el contexto histórico y social del autor, mejor.
AP. Sí y no. Basta con el texto
que vas a traducir, pero si se trata de una obra muy específica ambientada en
la Rusia rural del año 1923 y necesitas conocer terminología y periodo
histórico, sí. Yo hasta ahora no he necesitado más que el texto. La
documentación te la pide el propio encargo.
¿Qué es lo que más te gusta traducir? ¿Y lo
que menos?
MF. Lo que más me gusta traducir es
ficción contemporánea y libros de relatos. Lo que menos, los pocos poemas que
salen de vez en cuando en las novelas y no disponen de traducción oficial.
AP. Género fantástico. Ciencia
ficción, sobre todo. He traducido muy poca fantasía y me gustaría probar con
más, pero me siento muy cómodo con la literatura especulativa. Hay textos en inglés
tan bien escritos que casi se traducen solos, te ofrecen un espacio tan grande
para ser creativo que la tarea no se vuelve más sencilla, sino mucho más
agradable y cómoda. Además de ser un reto muy motivador. Sí, lo que más me
gusta traducir es aquello que supone un reto y me motiva a mejorar.
En cuanto a El largo viaje a un pequeño planeta iracundo, ¿con qué problemas te
encontraste durante la traducción? ¿Qué te dejó ese trabajo? ¿Alguna anécdota
que puedas contar? ¿Te esperabas la acogida que está teniendo?
AP. Sin duda el género neutro que
usa Becky Chambers. En inglés usa XYZ para referirse a unos alienígenas sin
género. Sería como decir "ellos y ellas" a la vez. Redacté decenas de
versiones de este fragmento con distintos géneros neutros (elles, ellxs,
ellis...), pero ninguno me funcionaba. Al final me decidí por una solución de
la que estoy muy orgulloso y con la que Antonio Rivas, el corrector, me ayudó
muchísimo. Este trabajo en concreto me marcó muchísimo y le guardo un amor
tremendo.
Y como
anécdota te contaré dos: tuve que traducir el título de una película porno que
aparece en el libro y estuve un día entero buscando información sobre títulos
de pelis porno, traducciones y demás. Imaginaos mi historial de Internet. Y
después tuve que poner nombre a unos bichos que aparecen y que en inglés
llamaban algo así como "grilloides". Esta traducción tan literal me
chirriaba muchísimo, y tras consultar con una amiga bióloga decidimos llamarlos
"grillalacranes", una mezcla entre grillos y alacranes.
La
acogida de esta novela ha sido magnífica, es un libro con muchísimo potencial y
creo que Becky Chambers es una autora transgresora e interesantísima. ¡Ojalá el
lector casual se atreva más con la ciencia ficción!
Link a la reseña de El largo viaje a un pequeño planeta iracundo:
Como traductor eres responsable en parte de
que la obra llegue al lector, ¿cómo te sientes al darte cuenta de que lo has
logrado?
MF. Cuando los reseñistas hablan de
la prosa de un autor o autora que he traducido yo, siento la satisfacción de
haber hecho bien el trabajo (porque en realidad me están leyendo a mí, aunque
ajustándome al estilo del autor). Y si, además, citan a los traductores ya es
fabuloso.
AP. Totalmente, aunque la
traducción es un trabajo de equipo. Mi texto lo revisa un corrector, un
revisor, el editor, el lector de galeradas, yo de nuevo... Y a veces incluso
más de un corrector (estilo y ortotipográfico). Al final es un trabajo de
equipo y dependes mucho de la profesionalidad del conjunto. Esta traducción no
es solo mía, es de bastantes personas que pusieron su granito de arena para que
saliera tal y como podéis leerla ahora.
¿Cómo lector, qué te gusta leer?
MF. Novela y relatos contemporáneos
de autores anglosajones, en inglés.
AP. Buenos libros. Suena a tópico,
pero no estoy cerrado a nada. Si el libro es bueno y me apasiona, adelante.
¿Qué estás leyendo ahora mismo?
MF. Her
Body and Other Parties, de Carmen María Machado. Creo que saldrá
en español este año.
AP. Cero, de
Kathe Koja, traducido por Pilar Ramírez Tello y publicado por La Biblioteca de
Carfax.
¿Nos recomiendas algún título?
MF. Además de los cuatro libros que
he mencionado, se me ocurren El tiempo es
un canalla, de Jennifer Egan; Middlesex,
de Jeffrey Eugenides; Libertad, de
Jonathan Franzen; Las chicas, de Emma
Cline; Manual para mujeres de la limpieza,
de Lucia Berlin; Jonathan Strange y el
señor Norrell, de Susanna Clarke; y Los
interesantes de Meg Wolitzer. Yo los he leído todos en inglés, pero están
traducidos al español.
AP. Os recomiendo Els despossïts, de Ursula K. LeGuin con
la traducción de Blanca Busquets. También os recomiendo Eroguro, un ensayo que ha publicado Satori y que edita Jesús
Palacios repleto de ficción, ensayos e ilustraciones sobre este subgénero tan
pintoresco de la literatura japonesa.
Isabel del Río
Mayo 2018