FILOSOFÍA DEL SAMURÁI
La
sabiduría tradicional de los guerreros japoneses
es una
guía espiritual para la vida cotidiana
Isabel del Río e Iván
López
El maestro
Jocho dio un día esta máxima a su yerno Gomojo:
«Ahora es la
hora, y la hora es ahora».
Tradicional japonés
Cuando pensamos en Japón, la imagen que acude a nuestra
mente es la de una lucha continua entre el mundo espiritual y el físico que, al
final, fluyen con naturalidad por el mismo río. Templos que se alzan en medio
de ciudades modernas de altos rascacielos, extraños personajes que parecen
sacados de un manga, junto a la
misteriosa belleza de las geishas.
Y, en medio de la batalla, encontramos a
los legendarios guerreros y su inamovible código: los samurái y el Bushido.
EL CAMINO DEL GUERRERO
Desde los inicios de la historia, la humanidad ha mirado
a las estrellas, a la naturaleza que lo rodeaba y a su interior, preguntándose
el porqué de su existencia, buscando dioses que contestaran la incógnita del
sentido de sus vidas. La filosofía que humildemente tratamos de exponer en
estas páginas es una de las muchas respuestas a este enigma que a todos nos
inquieta, un do, un camino, un método
que nació en un Japón muy distinto al que podemos visitar en la actualidad.
La filosofía de los samurái, su código
moral y espiritual, continua vivo hoy en día y, a pesar de ser poco conocido en
occidente, sus preceptos pueden sernos muy útiles en el día a día.
Basados en las creencias más ancestrales
de Japón —el Sintoísmo— y en el Budismo Zen, proveniente de China, los
samurái se regían por unas normas a las que se aferraban hasta la muerte.
Como en casi todas las facetas del país
nipón, lo espiritual y lo físico poseen un límite difuso, y precisamente esa es
la magia de la filosofía del samurái, una serie de mandatos que llevan a la
superación tanto física como moral. El camino del guerrero que busca la harmonía
en todos los sentidos de la existencia.
Una filosofía que nos guía al aquí y al
ahora, a la toma de decisiones que construyen una vida plena, y a ser
consecuentes con nuestras propias palabras y actos.
“Cuenta una
leyenda, que una hermosa Diosa nipona cayó en tristeza por amor, de sus
lágrimas brotaron islas que conformaron el archipiélago del sol naciente.
Siglos más tarde, surgirían guardianes para proteger sus costas y territorios.
Esos guardianes, durante siglos, fueron los samuráis”.
No existe con certeza una teoría sobre
el origen de la palabra samurái, pero
los historiadores se han puesto de acuerdo en que la más probable sea una
variación del verbo japonés antiguo saburau,
es decir “servir”.
La palabra samurái aparece por primera vez en el s. VIII para referirse a los
sirvientes domésticos, especialmente a aquellos que se encargaban de las
personas mayores. Más tarde, derivaría a la imagen marcial que tenemos de
ellos, a quienes conoceríamos como tal gracias a las historias de guerras del
s. XII, los gunkimono.
En muchas ocasiones, las palabras samurái y bushi nos llegan como sinónimos, pero, mientras que samurái se refiere a los miembros de la
élite militar, el bushi sencillamente
significa “guerrero”, sin importar rango o jerarquía.
UN POCO DE
HISTORIA
La imagen que podemos tener de un samurái es la que películas o mangas
nos han presentado: el espadachín, en algunas ocasión el ronin —samurái sin amo— que vaga buscando redención o venganza. Pero
originalmente, los samurái estaban
relacionados con el caballo y el arco o la lanza. Fue durante una época de más
paz y bonanza, cuando la espada adquirió la relevancia que hoy le conferimos.
La época dorada del samurái fue en un periodo de gran inestabilidad, cuando los clanes
no dejaban de batallar por hacerse con el poder y el control de las tierras.
Durante este periodo, llamado Sengoku, el liderazgo estuvo en manos de la élite
militar, hasta que en el s. XVII se instituiría el shogunato Tokugawa de mano de Tokugawa Ieyasu.
Fue en esta época cuando se perdió el
esplendor del samurái y se redujeron
sus privilegios. Un poder militar que desaparecería en la Restauración Meiji
del s. XIX, cuando el Emperador retornaría a la cabeza del gobierno.
Históricamente, el estatus de samurái se heredaba de padres a hijos, y
éstos, desde pequeños, eran adiestrados para servir con honor y rectitud. De
esta manera, los hijos de samurái no
sólo aprendían a luchar, sino también la filosofía que les guiaría en la vida.
EL CÓDIGO DEL SAMURÁI
No tengo parientes. Yo hago que la Tierra y el Cielo
lo sean.
No tengo hogar. Yo hago que el Tan T'ien lo sea.
No tengo poder divino. Yo hago de la honestidad mi
poder divino.
No tengo medios. Yo hago mis medios de la docilidad.
No tengo poder mágico. Yo hago de mi personalidad mi
poder mágico.
No tengo cuerpo. Yo hago del estoicismo mi cuerpo.
No tengo ojos. Yo hago del relámpago mis ojos.
No tengo oídos. Yo hago de mi sensibilidad mis
oídos.
No tengo extremidades. Yo hago de la rapidez mis
extremidades.
No tengo leyes. Yo hago de mi auto-defensa mis
leyes.
No tengo estrategia. Yo hago de lo correcto para
matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia.
No tengo ideas. Yo hago de tomar la oportunidad de
antemano mis ideas.
No tengo milagros. Yo hago de las leyes correctas
mis milagros.
No tengo principios. Yo hago de la adaptabilidad a
todas las circunstancias mis principios.
No tengo tácticas. Yo hago del vacío y la plenitud
mis tácticas.
No tengo talento. Yo hago que mi astucia sea mi
talento.
No tengo amigos. Yo hago de mi mente mi amiga.
No tengo enemigos. Yo hago del descuido mi enemigo.
No tengo armadura. Yo hago de la benevolencia mi
armadura.
No tengo castillo. Yo hago de mi mente inamovible mi
castillo.
No tengo espada. Yo hago de mi No mente mi espada.
GUERRA Y DIOSES
Llegar a ser samurái
implicaba un largo camino y adoctrinamiento, en el que aprendían a superarse y
enriquecerse, honrando a sus antepasados, maestros y señores feudales. Los samurái eran entrenados mental, física y
espiritualmente desde niños. Entre sus enseñanzas se encontraba el camino del
guerrero, una filosofía donde lo divino jugaba un papel de suma importancia.
Las creencias samurái son una mezcla del Sintoísmo
—en el que se adora a los kami, espíritus
que habitan todos los lugares, cosas y elementos, repleto de ritos y costumbres
para honrar a los dioses y los ancestros—, y el Budismo que llegó desde China en el s. VI.
El Budismo
Zen busca la iluminación a través de la meditación. Persigue el equilibrio
entre cuerpo y espíritu, ayudando a aceptar la vida y la muerte como un camino
de transformación. La meditación es una vía que los samurái seguían con rectitud, sintiéndose identificados con esta
búsqueda de armonía, de fluir entre vida y muerte.
Junto a esta mezcla de creencias y
costumbres, la filosofía del samurái se
encontraba con el Bushido o camino
del guerrero, el código de honor del samurái.
Éste nació en el s. XII, uniendo al Shintoísmo
y al Budismo Zen a los preceptos del Confucionismo.
El Bushido
aparecería por primera vez en el Hagakure
(s. XIII), donde encontramos una serie de consejos prácticos para el buen
comportamiento, así como los valores fundamentales del samurái y los temas principales de su credo, donde la muerte es
central.
Esta conciencia disciplinada y
meditativa está presente hoy en día en muchos aspectos de la cultura japonesa,
no sólo en las artes marciales, sino también en la ceremonia del té, en la
caligrafía y en el ikebana —arte de
los arreglos florales—.
EL
ALMA DEL SAMURÁI
Si recurrimos a una fotografía
mental, la imagen que tenemos de los samurái
es la del espadachín acompañado de dos sables y su hakama —pantalón largo que, en un primer momento estaba destinado a
proteger las piernas, y más adelante se convertiría un símbolo de estatus—. Dentro
de su credo, la espada siempre tuvo una relevancia fundamental.
Según los samurái, su alma estaba contenida en la espada, con la que vencían
a sus enemigos y practicaban la muerte ritual o sepuku, si era necesario. Por ello, le rendían respeto y la consideraban su posesión más valiosa. En la
era feudal, sólo los samurái podían
llevar armas y estos no se desprendían de ellas bajo ninguna circunstancia.
Al nacer un samurái, se colocaba una espada en su cama, imagen que se repetía
en su muerte y a lo largo de su vida, puesto que dormían con ellas.
Su carácter sagrado empezaba en
la forja, donde los artesanos realizaban un estricto ritual con cada una de
ellas: vestían kimonos blancos,
ayunaban y escribían plegarias a los dioses, ahuyentando a los malos espíritus.
Pues al final, una espada no sólo contenía el alma del guerrero que la
empuñaba, sino también parte de la de aquel que la había creado.
EL BUSHIDO
En sus inicios, la filosofía del samurái se basaba en el Kyuba no Michi, la vía del caballo y del
arco, el cual se convertiría más adelante en el Bushido. El fin último de este código era que el samurái estuviera preparado para actuar en
el aquí y el ahora, sin temer a lo que pudiera ocurrir, aceptando la muerte
como un paso más de su existencia.
“La vida de un samurái es como la flor del ciruelo,
bella y breve. Para él, como para la flor, la muerte es algo natural y
glorioso”.
Una de las imágenes más bellas de Japón
son los ciruelos y cerezos en flor. Un momento de celebración y festejo que
termina cuando éstas se desvanecen para ser dispersadas por el viento.
La sakura
es un símbolo del país nipón y, al mismo tiempo, una metáfora de la brevedad de
la vida, donde un instante de esplendor da lugar a la inevitable caída de sus
pétalos. Es por este motivo que la filosofía del samurái ve en la sakura
su emblema. Las flores del ciruelo y del cerezo son la imagen perfecta de la
vida y de la muerte del guerrero: vivir el momento, conscientes de que la
existencia es transitoria y hermosa, aceptando que tiene un fin y que éste
puede llegar en cualquier momento.
La esencia del camino del guerrero está
en vivir cada día como si fuera el último. La vida es fugaz y hay que vivir en
el presente.
LOS SIETE
PRINCIPIOS
El Bushido está
dividido en siete principios, los cuales constituyen una guía moral para todos
los samurái. Y bien comprendida y
orientada, puede servirnos a todos para encarar la vida, como una guía para
encontrar el camino a seguir.
“Sed
fieles a él y vuestro honor crecerá. Rompedlo, y vuestro nombre será denostado
por las generaciones venideras”.
·
GI –
Honradez y Justicia
“Se honrado en tus tratos con todo el mundo. Cree en
la Justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la tuya propia”.
Para un samurái sólo existe lo correcto y lo
incorrecto. Un samurái decide y
actúa, aceptando las consecuencias de sus actos.
·
YU –
Valor heroico
“Álzate sobre las masas de gente que temen actuar.
Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir”.
Para vivir de
forma plena y completa hay que arriesgarse, para ello es preciso tener valor
heroico, porque vivir así es peligroso. Pero ser valiente no significa actuar
sin pensar, sino que radica en cambiar miedo por respeto y precaución.
·
JIN –
Compasión
“Mediante el entrenamiento intenso, el samurái se
convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres. Desarrolla un
poder que debe ser usado en bien de todos”.
La compasión
significa ayudar a aquellos que nos rodean siempre que podamos, aunque tengamos
que salir de nuestra senda para encontrar la oportunidad.
·
REI –
Cortesía
“Los samurái no tienen motivos para ser crueles. No
necesitan demostrar su fuerza. Un samurái es cortés incluso con sus enemigos.
Sin esta muestra directa de respeto no somos mejores que los animales”.
La auténtica
fuerza del samurái no procede de su
fiereza, sino de la manera en que se comporta con los demás y en cómo reacciona
ante los problemas.
·
MEYO –
Honor
“El auténtico samurái sólo tiene un juez de su
propio honor, y es él mismo. Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo
son un reflejo de quién eres en realidad. No puedes ocultarte de ti mismo”.
Tus decisiones y
acciones son un reflejo de tu persona, un samurái
actuará guiado por su verdadera naturaleza y por los valores que le mueven.
·
MAKOTO –
Sinceridad absoluta
“Cuando un samurái dice que hará algo, es como si ya
estuviera hecho. Nada en esta tierra lo detendrá en la realización de lo que ha
dicho que hará”.
Hablar y hacer
son lo mismo. Debemos actuar como si nuestra palabra fuera inamovible, pues
cuando decidimos algo con determinación ponemos en marcha todo lo que nos
rodea. La ley de atracción actúa con cada uno de nuestros pensamientos.
·
CHUGO –
Deber y Lealtad
“Para el samurái, haber hecho o dicho ‘algo’,
significa que ese ‘algo’ le pertenece. Es responsable de ello y de todas las
consecuencias que le sigan”.
Un samurái es dueño de sus palabras y actos y, por tanto, de sus
consecuencias. Nunca “tirará la piedra y esconderá la mano”. Además, es
totalmente leal a aquellos que están junto a él y bajo su protección y cuidado.
EL LIBRO DE LOS
SECRETOS
El Hagakure o Libro de los secretos de los Samuráis es
el primer libro donde podemos encontrar el código de los samurái a través de una serie de pensamientos, historias, recuerdos
y preceptos que su autor, Jocho Yamamoto, recogió y aunó en sus páginas.
En esta pequeña joya clásica, Yamamoto nos
habla de las limitaciones humanas, en especial de su ignorancia, y dirige al
individuo, a través de una serie de normas, para que se convierta y actúe como
un samurái, superior espiritual y
moralmente al resto de hombres.
“Es
importante que reprendamos y corrijamos a los demás por sus errores. (…) Pero
es necesario que nos esforcemos en hacerlo de forma adecuada. Es, en efecto,
muy cómodo encontrar las cualidades y las imperfecciones en la conducta de los
demás. Igualmente fácil es criticar. La mayoría de las personas se imaginan que
si les dicen a los demás lo que no quieren escuchar, lo hacen por deferencia
hacia el otro; y si sus críticas tienen una mala acogida, consideran que el
otro es incorregible. Tal forma de pensar carece de razón”.
En el Hagakure ya percibimos el credo del Bushido, donde nos habla de la verdadera esencia de las personas,
del esfuerzo, del honor y de la dignidad.
“La mejor actitud que se puede tener con
respecto a la palabra es la de no usarla. Si creéis que podéis pasaros sin
ella, no habléis (…)”.
Junto a datos históricos reales,
encontramos fábulas de gran belleza e ironía, en las que el mensaje de fondo
toca, atemporalmente, a todas las sociedades.
“Había
un hombre en China al que le gustaban mucho las figuras con forma de dragón.
Toda su ropa y sus muebles estaban decorados con ese motivo.
El
dios de los dragones se enteró de esta profunda afición, y un día le envió un
dragón auténtico para que se acercara a su ventana. Se dice que el hombre, al
verlo, murió de espanto…
Seguramente
se trataba de un brillante charlatán que, cuando llegó el momento de la verdad,
reveló su auténtica esencia”.
Entre sus líneas hallamos una serie de
fórmulas que nos dan claves para vivir nuestro día a día en el momento y con
autenticidad. Vivir por vivir no tiene valor, según Yamamoto, lo realmente
importante es hacerlo con sentido y decisión.
“Sea
cual sea la meta, nada resulta imposible cuando se está decidido. Incluso es
posible remover cielo y tierra como se quiera. Pero cuando el hombre no tiene «el
corazón en el vientre», carece de determinación. Remover cielo y tierra sin
esfuerzo es una simple cuestión de concentración”.
“A
fin de cuentas, lo único importante es la resolución del momento. Un samurái
está tomando una decisión tras otra, y el conjunto de todas ellas llena por
entero su vida. Una vez que ha comprendido esta regla fundamental, no
manifiesta impaciencia por buscar otra cosa que no sea el momento presente. Su
existencia se va desenvolviendo serenamente, concentrándose en sus propias
decisiones (…)”.
Gracias a estos pequeños fragmentos
biográficos de personalidades de la época, podemos descubrir la verdadera
esencia de los samurái:
“Si se ha de resumir en pocas palabras la
condición del samurái, yo diría que en primer lugar se halla la devoción en
cuerpo y alma a un maestro. En segundo lugar, le es necesario cultivar la
inteligencia, la compasión y el valor. (…) En tercer lugar, en lo que concierne
al aspecto exterior, es necesario cuidar la presencia, la forma de expresarse y
perfeccionarse en el arte caligráfico. Todo ello debe constituir un trabajo
cotidiano, que es necesario mejorar mediante una práctica incesante. En el
fondo, es necesario sentir dentro de uno la presencia de una fuerza serena. (…)
En resumen, ser un samurái es muy sencillo. Si miráis a aquellos que,
actualmente, muestran alguna utilidad, os daréis cuenta que han aunado esas
tres condiciones”.
Y es en esa esencia donde hallamos su
filosofía primordial, la cual, adecuada a nuestra propia vida, rompe con la
rutina y nos muestra otra manera de encarar la existencia como algo
maravilloso, valioso y volátil.
Tenemos
tendencia a pensar que la vida diaria difiere de lo que es un momento crítico.
Por eso, cuando llega el momento de actuar, jamás nos encontramos dispuestos.”
La palabra “ignorancia”, tema que se
repite en la narración, viene a significar ausencia de iluminación, es decir: ilusión.
Según el Hagakure la vida es como un
sueño en que somos marionetas sin hilos.
“La vida humana no dura más que un instante;
es necesario tener la fuerza de vivirla haciendo aquello que nos guste más
(…)”.
EL ARTE DEL SAMURÁI
Una de
las facetas menos conocidos de estos guerreros-filósofos era su capacidad para
apreciar la belleza de lo efímero e imperfecto.
Este
aspecto casi desconocido de los samurái se
iniciaba en su adoctrinamiento, puesto que entre sus prácticas diarias se
encontraban distintas actividades artísticas, como la música o la caligrafía.
Su dominio de la estética y la literatura dependía de su rango, pero todo
samurái era instruido en ellas.
Fue tal
su interés por el arte que, algunos llegaron a la historia por sus grandes
aportaciones en este campo. Entre ellos podemos encontrar a Toyotomi Hideyoshi,
a quien debemos el arte de la ceremonia del té.
EL LIBRO DE LOS
CINCO ANILLOS
El Go Rin No Sho
es una obra escrita por el legendario samurái Musashi Miyamoto, quien expone
las bases del camino vital que ha de guiar al guerrero, o Bushi, persiguiendo el conocimiento, la eficacia y la libertad de espíritu.
En los cinco libros que componen la obra
de Musashi encontramos un mensaje que sigue las aguas del Tao, dedicando cada
uno de ellos a uno de los elementos que forman todo cuanto existe:
La Tierra es la
base de todo,
el Fuego la
energía,
el Agua da la
vida
y el Viento el
movimiento.
Pero el Vacío es
la esencia
de los Cuatro
Elementos.
Mushashi traslada estas reflexiones a la
vida diaria, donde se da la cotidianidad del guerrero y la ética se pone de
manifiesto. En sus páginas encontramos una serie de puntos fundamentales para
la moral diaria del samurái, entre
las que podemos resumir:
- Evita los pensamientos
deshonrosos y la crítica.
- Entrena y practica a diario.
- Estudia todo tipo de artes y
conocimientos.
- Desarrolla el juicio
intuitivo y la percepción más allá de los sentidos.
- Presta atención a los
detalles.
- No dediques tiempo a cosas o
pensamientos inútiles.
Isabel del Río e Iván López
Publicado en la revista Integral nº 430
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