miércoles, 31 de mayo de 2017

FILOSOFÍA DEL SAMURÁI

FILOSOFÍA DEL SAMURÁI

La sabiduría tradicional de los guerreros japoneses
es una guía espiritual para la vida cotidiana

Isabel del Río e Iván López

El maestro Jocho dio un día esta máxima a su yerno Gomojo:
«Ahora es la hora, y la hora es ahora».
Tradicional japonés

Cuando pensamos en Japón, la imagen que acude a nuestra mente es la de una lucha continua entre el mundo espiritual y el físico que, al final, fluyen con naturalidad por el mismo río. Templos que se alzan en medio de ciudades modernas de altos rascacielos, extraños personajes que parecen sacados de un manga, junto a la misteriosa belleza de las geishas.
Y, en medio de la batalla, encontramos a los legendarios guerreros y su inamovible código: los samurái y el Bushido.

EL CAMINO DEL GUERRERO
Desde los inicios de la historia, la humanidad ha mirado a las estrellas, a la naturaleza que lo rodeaba y a su interior, preguntándose el porqué de su existencia, buscando dioses que contestaran la incógnita del sentido de sus vidas. La filosofía que humildemente tratamos de exponer en estas páginas es una de las muchas respuestas a este enigma que a todos nos inquieta, un do, un camino, un método que nació en un Japón muy distinto al que podemos visitar en la actualidad.
La filosofía de los samurái, su código moral y espiritual, continua vivo hoy en día y, a pesar de ser poco conocido en occidente, sus preceptos pueden sernos muy útiles en el día a día.
Basados en las creencias más ancestrales de Japón —el Sintoísmo— y en el Budismo Zen, proveniente de China, los samurái se regían por unas normas a las que se aferraban hasta la muerte.
Como en casi todas las facetas del país nipón, lo espiritual y lo físico poseen un límite difuso, y precisamente esa es la magia de la filosofía del samurái, una serie de mandatos que llevan a la superación tanto física como moral. El camino del guerrero que busca la harmonía en todos los sentidos de la existencia.
Una filosofía que nos guía al aquí y al ahora, a la toma de decisiones que construyen una vida plena, y a ser consecuentes con nuestras propias palabras y actos.
“Cuenta una leyenda, que una hermosa Diosa nipona cayó en tristeza por amor, de sus lágrimas brotaron islas que conformaron el archipiélago del sol naciente. Siglos más tarde, surgirían guardianes para proteger sus costas y territorios. Esos guardianes, durante siglos, fueron los samuráis”.
No existe con certeza una teoría sobre el origen de la palabra samurái, pero los historiadores se han puesto de acuerdo en que la más probable sea una variación del verbo japonés antiguo saburau, es decir “servir”.
La palabra samurái aparece por primera vez en el s. VIII para referirse a los sirvientes domésticos, especialmente a aquellos que se encargaban de las personas mayores. Más tarde, derivaría a la imagen marcial que tenemos de ellos, a quienes conoceríamos como tal gracias a las historias de guerras del s. XII, los gunkimono.
En muchas ocasiones, las palabras samurái y bushi nos llegan como sinónimos, pero, mientras que samurái se refiere a los miembros de la élite militar, el bushi sencillamente significa “guerrero”, sin importar rango o jerarquía.

UN POCO DE HISTORIA
La imagen que podemos tener de un samurái es la que películas o mangas nos han presentado: el espadachín, en algunas ocasión el ronin samurái sin amo— que vaga buscando redención o venganza. Pero originalmente, los samurái estaban relacionados con el caballo y el arco o la lanza. Fue durante una época de más paz y bonanza, cuando la espada adquirió la relevancia que hoy le conferimos.
La época dorada del samurái fue en un periodo de gran inestabilidad, cuando los clanes no dejaban de batallar por hacerse con el poder y el control de las tierras. Durante este periodo, llamado Sengoku, el liderazgo estuvo en manos de la élite militar, hasta que en el s. XVII se instituiría el shogunato Tokugawa de mano de Tokugawa Ieyasu.
Fue en esta época cuando se perdió el esplendor del samurái y se redujeron sus privilegios. Un poder militar que desaparecería en la Restauración Meiji del s. XIX, cuando el Emperador retornaría a la cabeza del gobierno.
Históricamente, el estatus de samurái se heredaba de padres a hijos, y éstos, desde pequeños, eran adiestrados para servir con honor y rectitud. De esta manera, los hijos de samurái no sólo aprendían a luchar, sino también la filosofía que les guiaría en la vida.


EL CÓDIGO DEL SAMURÁI

No tengo parientes. Yo hago que la Tierra y el Cielo lo sean.
No tengo hogar. Yo hago que el Tan T'ien lo sea.
No tengo poder divino. Yo hago de la honestidad mi poder divino.
No tengo medios. Yo hago mis medios de la docilidad.
No tengo poder mágico. Yo hago de mi personalidad mi poder mágico.
No tengo cuerpo. Yo hago del estoicismo mi cuerpo.
No tengo ojos. Yo hago del relámpago mis ojos.
No tengo oídos. Yo hago de mi sensibilidad mis oídos.
No tengo extremidades. Yo hago de la rapidez mis extremidades.
No tengo leyes. Yo hago de mi auto-defensa mis leyes.
No tengo estrategia. Yo hago de lo correcto para matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia.
No tengo ideas. Yo hago de tomar la oportunidad de antemano mis ideas.
No tengo milagros. Yo hago de las leyes correctas mis milagros.
No tengo principios. Yo hago de la adaptabilidad a todas las circunstancias mis principios.
No tengo tácticas. Yo hago del vacío y la plenitud mis tácticas.
No tengo talento. Yo hago que mi astucia sea mi talento.
No tengo amigos. Yo hago de mi mente mi amiga.
No tengo enemigos. Yo hago del descuido mi enemigo.
No tengo armadura. Yo hago de la benevolencia mi armadura.
No tengo castillo. Yo hago de mi mente inamovible mi castillo.
No tengo espada. Yo hago de mi No mente mi espada.


GUERRA Y DIOSES
Llegar a ser samurái implicaba un largo camino y adoctrinamiento, en el que aprendían a superarse y enriquecerse, honrando a sus antepasados, maestros y señores feudales. Los samurái eran entrenados mental, física y espiritualmente desde niños. Entre sus enseñanzas se encontraba el camino del guerrero, una filosofía donde lo divino jugaba un papel de suma importancia.
Las creencias samurái son una mezcla del Sintoísmo —en el que se adora a los kami, espíritus que habitan todos los lugares, cosas y elementos, repleto de ritos y costumbres para honrar a los dioses y los ancestros—, y el Budismo que llegó desde China en el s. VI.
El Budismo Zen busca la iluminación a través de la meditación. Persigue el equilibrio entre cuerpo y espíritu, ayudando a aceptar la vida y la muerte como un camino de transformación. La meditación es una vía que los samurái seguían con rectitud, sintiéndose identificados con esta búsqueda de armonía, de fluir entre vida y muerte.
Junto a esta mezcla de creencias y costumbres, la filosofía del samurái se encontraba con el Bushido o camino del guerrero, el código de honor del samurái. Éste nació en el s. XII, uniendo al Shintoísmo y al Budismo Zen a los preceptos del Confucionismo.
El Bushido aparecería por primera vez en el Hagakure (s. XIII), donde encontramos una serie de consejos prácticos para el buen comportamiento, así como los valores fundamentales del samurái y los temas principales de su credo, donde la muerte es central.
Esta conciencia disciplinada y meditativa está presente hoy en día en muchos aspectos de la cultura japonesa, no sólo en las artes marciales, sino también en la ceremonia del té, en la caligrafía y en el ikebana —arte de los arreglos florales—.


EL ALMA DEL SAMURÁI

Si recurrimos a una fotografía mental, la imagen que tenemos de los samurái es la del espadachín acompañado de dos sables y su hakama —pantalón largo que, en un primer momento estaba destinado a proteger las piernas, y más adelante se convertiría un símbolo de estatus—. Dentro de su credo, la espada siempre tuvo una relevancia fundamental.
Según los samurái, su alma estaba contenida en la espada, con la que vencían a sus enemigos y practicaban la muerte ritual o sepuku, si era necesario. Por ello, le rendían respeto y la  consideraban su posesión más valiosa. En la era feudal, sólo los samurái podían llevar armas y estos no se desprendían de ellas bajo ninguna circunstancia.
Al nacer un samurái, se colocaba una espada en su cama, imagen que se repetía en su muerte y a lo largo de su vida, puesto que dormían con ellas.
Su carácter sagrado empezaba en la forja, donde los artesanos realizaban un estricto ritual con cada una de ellas: vestían kimonos blancos, ayunaban y escribían plegarias a los dioses, ahuyentando a los malos espíritus. Pues al final, una espada no sólo contenía el alma del guerrero que la empuñaba, sino también parte de la de aquel que la había creado.


EL BUSHIDO
En sus inicios, la filosofía del samurái se basaba en el Kyuba no Michi, la vía del caballo y del arco, el cual se convertiría más adelante en el Bushido. El fin último de este código era que el samurái estuviera preparado para actuar en el aquí y el ahora, sin temer a lo que pudiera ocurrir, aceptando la muerte como un paso más de su existencia.
“La vida de un samurái es como la flor del ciruelo, bella y breve. Para él, como para la flor, la muerte es algo natural y glorioso”.
Una de las imágenes más bellas de Japón son los ciruelos y cerezos en flor. Un momento de celebración y festejo que termina cuando éstas se desvanecen para ser dispersadas por el viento.
La sakura es un símbolo del país nipón y, al mismo tiempo, una metáfora de la brevedad de la vida, donde un instante de esplendor da lugar a la inevitable caída de sus pétalos. Es por este motivo que la filosofía del samurái ve en la sakura su emblema. Las flores del ciruelo y del cerezo son la imagen perfecta de la vida y de la muerte del guerrero: vivir el momento, conscientes de que la existencia es transitoria y hermosa, aceptando que tiene un fin y que éste puede llegar en cualquier momento.
La esencia del camino del guerrero está en vivir cada día como si fuera el último. La vida es fugaz y hay que vivir en el presente.

LOS SIETE PRINCIPIOS
El Bushido está dividido en siete principios, los cuales constituyen una guía moral para todos los samurái. Y bien comprendida y orientada, puede servirnos a todos para encarar la vida, como una guía para encontrar el camino a seguir.
“Sed fieles a él y vuestro honor crecerá. Rompedlo, y vuestro nombre será denostado por las generaciones venideras”.
·         GI – Honradez y Justicia
“Se honrado en tus tratos con todo el mundo. Cree en la Justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la tuya propia”.
Para un samurái sólo existe lo correcto y lo incorrecto. Un samurái decide y actúa, aceptando las consecuencias de sus actos.
·         YU – Valor heroico
“Álzate sobre las masas de gente que temen actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir”.
Para vivir de forma plena y completa hay que arriesgarse, para ello es preciso tener valor heroico, porque vivir así es peligroso. Pero ser valiente no significa actuar sin pensar, sino que radica en cambiar miedo por respeto y precaución.
·         JIN – Compasión
“Mediante el entrenamiento intenso, el samurái se convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres. Desarrolla un poder que debe ser usado en bien de todos”.
La compasión significa ayudar a aquellos que nos rodean siempre que podamos, aunque tengamos que salir de nuestra senda para encontrar la oportunidad.
·         REI – Cortesía
“Los samurái no tienen motivos para ser crueles. No necesitan demostrar su fuerza. Un samurái es cortés incluso con sus enemigos. Sin esta muestra directa de respeto no somos mejores que los animales”.
La auténtica fuerza del samurái no procede de su fiereza, sino de la manera en que se comporta con los demás y en cómo reacciona ante los problemas.
·         MEYO – Honor
“El auténtico samurái sólo tiene un juez de su propio honor, y es él mismo. Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo son un reflejo de quién eres en realidad. No puedes ocultarte de ti mismo”.
Tus decisiones y acciones son un reflejo de tu persona, un samurái actuará guiado por su verdadera naturaleza y por los valores que le mueven.
·         MAKOTO – Sinceridad absoluta
“Cuando un samurái dice que hará algo, es como si ya estuviera hecho. Nada en esta tierra lo detendrá en la realización de lo que ha dicho que hará”.
Hablar y hacer son lo mismo. Debemos actuar como si nuestra palabra fuera inamovible, pues cuando decidimos algo con determinación ponemos en marcha todo lo que nos rodea. La ley de atracción actúa con cada uno de nuestros pensamientos.
·         CHUGO – Deber y Lealtad
“Para el samurái, haber hecho o dicho ‘algo’, significa que ese ‘algo’ le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan”.
Un samurái es dueño de sus palabras y actos y, por tanto, de sus consecuencias. Nunca “tirará la piedra y esconderá la mano”. Además, es totalmente leal a aquellos que están junto a él y bajo su protección y cuidado.

EL LIBRO DE LOS SECRETOS
El Hagakure o Libro de los secretos de los Samuráis es el primer libro donde podemos encontrar el código de los samurái a través de una serie de pensamientos, historias, recuerdos y preceptos que su autor, Jocho Yamamoto, recogió y aunó en sus páginas.
En esta pequeña joya clásica, Yamamoto nos habla de las limitaciones humanas, en especial de su ignorancia, y dirige al individuo, a través de una serie de normas, para que se convierta y actúe como un samurái, superior espiritual y moralmente al resto de hombres.
“Es importante que reprendamos y corrijamos a los demás por sus errores. (…) Pero es necesario que nos esforcemos en hacerlo de forma adecuada. Es, en efecto, muy cómodo encontrar las cualidades y las imperfecciones en la conducta de los demás. Igualmente fácil es criticar. La mayoría de las personas se imaginan que si les dicen a los demás lo que no quieren escuchar, lo hacen por deferencia hacia el otro; y si sus críticas tienen una mala acogida, consideran que el otro es incorregible. Tal forma de pensar carece de razón”.
En el Hagakure ya percibimos el credo del Bushido, donde nos habla de la verdadera esencia de las personas, del esfuerzo, del honor y de la dignidad.
 “La mejor actitud que se puede tener con respecto a la palabra es la de no usarla. Si creéis que podéis pasaros sin ella, no habléis (…)”.
Junto a datos históricos reales, encontramos fábulas de gran belleza e ironía, en las que el mensaje de fondo toca, atemporalmente, a todas las sociedades.
“Había un hombre en China al que le gustaban mucho las figuras con forma de dragón. Toda su ropa y sus muebles estaban decorados con ese motivo.
El dios de los dragones se enteró de esta profunda afición, y un día le envió un dragón auténtico para que se acercara a su ventana. Se dice que el hombre, al verlo, murió de espanto…
Seguramente se trataba de un brillante charlatán que, cuando llegó el momento de la verdad, reveló su auténtica esencia”.
Entre sus líneas hallamos una serie de fórmulas que nos dan claves para vivir nuestro día a día en el momento y con autenticidad. Vivir por vivir no tiene valor, según Yamamoto, lo realmente importante es hacerlo con sentido y decisión.
“Sea cual sea la meta, nada resulta imposible cuando se está decidido. Incluso es posible remover cielo y tierra como se quiera. Pero cuando el hombre no tiene «el corazón en el vientre», carece de determinación. Remover cielo y tierra sin esfuerzo es una simple cuestión de concentración”.
“A fin de cuentas, lo único importante es la resolución del momento. Un samurái está tomando una decisión tras otra, y el conjunto de todas ellas llena por entero su vida. Una vez que ha comprendido esta regla fundamental, no manifiesta impaciencia por buscar otra cosa que no sea el momento presente. Su existencia se va desenvolviendo serenamente, concentrándose en sus propias decisiones (…)”.
Gracias a estos pequeños fragmentos biográficos de personalidades de la época, podemos descubrir la verdadera esencia de los samurái:
 “Si se ha de resumir en pocas palabras la condición del samurái, yo diría que en primer lugar se halla la devoción en cuerpo y alma a un maestro. En segundo lugar, le es necesario cultivar la inteligencia, la compasión y el valor. (…) En tercer lugar, en lo que concierne al aspecto exterior, es necesario cuidar la presencia, la forma de expresarse y perfeccionarse en el arte caligráfico. Todo ello debe constituir un trabajo cotidiano, que es necesario mejorar mediante una práctica incesante. En el fondo, es necesario sentir dentro de uno la presencia de una fuerza serena. (…) En resumen, ser un samurái es muy sencillo. Si miráis a aquellos que, actualmente, muestran alguna utilidad, os daréis cuenta que han aunado esas tres condiciones”.
Y es en esa esencia donde hallamos su filosofía primordial, la cual, adecuada a nuestra propia vida, rompe con la rutina y nos muestra otra manera de encarar la existencia como algo maravilloso, valioso y volátil.
Tenemos tendencia a pensar que la vida diaria difiere de lo que es un momento crítico. Por eso, cuando llega el momento de actuar, jamás nos encontramos dispuestos.”
La palabra “ignorancia”, tema que se repite en la narración, viene a significar ausencia de iluminación, es decir: ilusión. Según el Hagakure la vida es como un sueño en que somos marionetas sin hilos.
 “La vida humana no dura más que un instante; es necesario tener la fuerza de vivirla haciendo aquello que nos guste más (…)”.


EL ARTE DEL SAMURÁI
Una de las facetas menos conocidos de estos guerreros-filósofos era su capacidad para apreciar la belleza de lo efímero e imperfecto.
Este aspecto casi desconocido de los samurái se iniciaba en su adoctrinamiento, puesto que entre sus prácticas diarias se encontraban distintas actividades artísticas, como la música o la caligrafía. Su dominio de la estética y la literatura dependía de su rango, pero todo samurái era instruido en ellas.
Fue tal su interés por el arte que, algunos llegaron a la historia por sus grandes aportaciones en este campo. Entre ellos podemos encontrar a Toyotomi Hideyoshi, a quien debemos el arte de la ceremonia del té.


EL LIBRO DE LOS CINCO ANILLOS
El Go Rin No Sho es una obra escrita por el legendario samurái Musashi Miyamoto, quien expone las bases del camino vital que ha de guiar al guerrero, o Bushi, persiguiendo el conocimiento, la eficacia y la libertad de espíritu.
En los cinco libros que componen la obra de Musashi encontramos un mensaje que sigue las aguas del Tao, dedicando cada uno de ellos a uno de los elementos que forman todo cuanto existe:

La Tierra es la base de todo,
el Fuego la energía,
el Agua da la vida
y el Viento el movimiento.
Pero el Vacío es la esencia
de los Cuatro Elementos.

Mushashi traslada estas reflexiones a la vida diaria, donde se da la cotidianidad del guerrero y la ética se pone de manifiesto. En sus páginas encontramos una serie de puntos fundamentales para la moral diaria del samurái, entre las que podemos resumir:
  • Evita los pensamientos deshonrosos y la crítica.
  • Entrena y practica a diario.
  • Estudia todo tipo de artes y conocimientos.
  • Desarrolla el juicio intuitivo y la percepción más allá de los sentidos.
  • Presta atención a los detalles.
  • No dediques tiempo a cosas o pensamientos inútiles.


Isabel del Río e Iván López
Publicado en la revista Integral nº 430

lunes, 29 de mayo de 2017

Entrevista a Sergi Álvarez, Sergi Escolano y Hugo Camacho en ‘Més que un Club!’

Con motivo del día del orgullo friki, hemos organizado una charla sobre ciencia ficción, fantasía, terror y bizarro, bien macerada con grandes dosis de humor, a la que la etiqueta freak le cae como un guante.
42: el sentido del humor, la fantasía y todo lo demás.


Y como no, pillé a los autores/editor por banda y los pasé por el tercer grado para conocer su opinión sobre algunas cuestiones referentes a literatura, género y otros menesteres.
¿Os apetece descubrir sus respuestas y recomendaciones?

SERGI ÁLVAREZ
Sergi Álvarez nació en 1975 y aunque no lo parezca, no fue un niño probeta.
Después de probar fortuna luchando contra el crimen sin que jamás le dieran las gracias, dio un ultimátum al gobierno: o le ponían una señal luminosa como la de Batman, o dejaba el oficio de justiciero nocturno y se hacía escritor.
En 2016 publicó las novelas Nunca digas vodka, nunca jamás y su spin-up McGuffin contra el defecador del hoyo ocho para la editorial Orciny Press, y la novela gráfica Cuentas pendientes para Astiberri Ediciones.
A día de hoy, se sabe que ha rechazado el premio Nobel dos veces y el Pulitzer cuatro porque «le daba pereza» ponerse corbata.
En sus ratos libres caza gamusinos.
Si queréis saber más, buscad en la wiquipedia:

SEGIO ESCOLANO
Sergi Escolano (Barcelona, 1972) es un hábil pseudónimo tras el que se esconde Sergi Escolano. Se licenció en Física Teórica pero actualmente se gana la vida como mercenario informático, aunque en sus ratos libres ha hecho apaños como guionista y escritor para clientes variopintos: El Jueves, El Terrat, TVE, Universitat Rovira i Virgili, Punset (no, no tuvo nada que ver con el anuncio del pan de molde)...
Y además de eso a veces le ha dado por escribir libros.
En el año 2004 publica el El virus Elvis, libro de relatos en catalán que obtuvo un gran éxito de crítica y ventas en su casa (el autor compró 200 ejemplares que aún guarda en un trastero) pero no tanto en el resto del mundo.
En 2008, por encargo de El Terrat y el Colegio de Ingenieros Industriales de Catalunya, junto a Júlia Cot escribe el libro Somien els enginyers amb ovelles hidràuliques?, el diario de un loco ingeniero cuyos logros han sido ocultados a la humanidad (inventar una máquina infalible para detectar fueras de juego, reparar el congelador en el que tienen a Walt Disney, diseñar el verdadero Mazinger Z, resolver el porqué de la extraña trayectoria de la bala que mató a Kennedy...).
En 2013 publica Con pecado concebido con la editorial Pez de Plata, la única tan insensata como para editar esta novela de humor apocalíptico.
En 2016 sale en formato digital Los gayumbos de Pablo Iglesias (editorial LcL), una novela corta en la que la ropa interior del fundador de Podemos puede determinar el futuro del país.
En 2017 Pez de Plata vuelve a confiar en él (tal vez influida por cierta cabeza de caballo colocada en la cama del editor) y publica Másters del Multiverso, una novela que en otros universos paralelos ha sido superventas. Esperemos que algún día lo sea también en éste.

HUGO CAMACHO
Sordo postlocutivo y mejor persona, es licenciado en filología inglesa y editor en Orciny Press, donde además ejerce de traductor y hombre orquesta. Ha descubierto que su misión en esta vida es dar a conocer el Bizarro a los lectores de habla hispana, para lo que ha fundado la web CultoBizarro.com. Antes ha sido actor, camarero, empleado en un almacén de mercancías peligrosas, regente de una tienda erótica, parado de larga duración y militante en bandas punk. Escribe ficción especulativa, y sus relatos y artículos han aparecido en revistas como SuperSonicMaelstromCatarsi o Clash, y en antologías como Ilustrofobia (Underbrain), La bruma (Escuela de Fantasía) o Històries de les Terres Albes i antres relats fantàstics y Bestiari (ambos en Edicions SECC). Uno de ellos le ha valido la nominación a los premios Ictineu de literatura fantástica en catalán. Ha escrito un libro de disparadores creativos titulado #EscribeYa, 100 ideas para enfrentarse a la página en blanco, y formado parte del consejo editorial de la revista Catarsi de la Societat Catalana de Ciència-ficció i Fantasia. En 2016 ganó el Premi Ictineu al mejor relato de género fantástico en catalán.
Twitter: @hugonemanarmy

ENTREVISTA
Ciencia ficción, terror, fantasía y bizarro, géneros considerados minoritarios, incluso parias en el mundo literario, con lectores llamados frikis, pero que, en realidad, tiene grandes autores, títulos y verdaderos clásicos.
Vosotros, como autores y editor, ¿qué pensáis al respecto? ¿Creéis que existen géneros/temáticas mejores que otras? ¿Qué significa “literario” en vuestro idioma?
SA. Sí que hay géneros mejores que otros, y esos géneros son los que a ti te gustan. Ni más ni menos. ¿Te gusta la ciencia ficción? Perfecto. ¿Prefieres la novela romántica? Ningún problema. ¿Eres de los que sólo lees novelas existencialistas? ¡Por qué no! La literatura es un juego entre el escritor y el lector. Un juego a distancia con una serie de reglas tácitas que todos conocemos. La primera y principal es el entretenimiento. Luego ya podemos hablar de arte, de calidad literaria, y nos podemos poner todo lo sesudos que queramos. Pero si una lectura no te entretiene, difícilmente te hará reflexionar, fantasear, cambiar tus puntos de vista… Porque cerrarás el libro y se acabó. Yo soy escritor porque siento la necesidad de contar historias y me gustaría que tú, como lector, compartas el amor por ellas.
SE. Desde mi punto de vista sí que hay géneros mejores que otros y son los que a mí me gustan. Pero claro, es desde mi punto de vista y es una opinión totalmente subjetiva. Otro pensará que, al contrario, son los que le gustan a él los géneros buenos y los que me gustan a mí no.
No creo que sean géneros minoritarios o parias. Veamos algunos ejemplos además relacionados con el humor:
Ciencia ficción: La guía del autoestopista galáctico (Douglas Adams), según dice Amazon, ha vendido más de 15 millones de ejemplares en todo el mundo (vale, sí, son 5 libros, pero son muchos ejemplares)
Fantasía: Terry Pratchett, según ITV news, ha vendido más de 70 millones de libros
Por no hablar, fuera del humor, de Stephen King, George R. R. Martin, Michael Ende, George Orwell, Aldoux Huxley, J. K. Rowling, Jorge Luis Borges…
Es una literatura que se vende y con un público muy fiel. Yo me atrevería a decir que el problema está en este país, en el que las editoriales grandes sólo buscan la comercialidad y eso se consigue vendiendo “autores”, no libros. Y esos autores no suelen ser escritores sino famosos, algunos de los cuales ni siquiera han escrito el libro que firman. Y ahí es donde se está perdiendo lo literario. No triunfa la calidad de lo escrito sino la mercadotecnia.
Y ya rizando el rizo está la literatura de humor. Mientras que en otros países tienen autores de humor venerados y superventas (Benni, Pratchett, Adams, Fforde, Moore…) ¿Aquí quién hay? En castellano Mendoza, que para mí es gracioso sólo algunas veces, y en catalán Monzó y Pàmies. ¿Quiere esto decir que no se escribe humor? No. Hay muchos escritores de humor y muy buenos, pero las editoriales grandes no van a arriesgar a publicarlos. Suerte que hay editoriales como Orciny o Pez de Plata.
HC. Yo creo que un género o una temática no puede ser mejor que otro, es como preguntar que qué es mejor, si las Matemáticas o la Física. La respuesta, si pudiese ser lógica, sería «pues depende de para qué las necesites, y fíjate que están relacionadas». Pues con los géneros literarios pasa lo mismo. El problema es que en el mundo de la cultura hay mucho chovinismo y mucho acomplejado que necesita decir que lo suyo es más importante que lo de los demás porque no se atreve a llegar donde llegan los demás. Los escritores y los editores nos tenemos que esforzar en hacer las mejores obras posibles para que lleguen a los lectores, que es el fin último de toda obra literaria, hable de la Segunda Guerra Mundial o de la Tierra Media. Para mí, «literario», si lo queremos usar como sinónimo de «alta literatura», es todo lo que tiene un trabajo detrás que está hecho con el máximo esfuerzo, rigor y saber hacer posible… y que después llega a alguien.
¿Cómo es escribir una historia de ficción, terror, fantasía o bizarro? Y si encima añadimos humor, ¿qué tenemos entre manos?
SA. Escribir cualquier género es un viaje de descubrimiento que empieza mucho antes de la hoja en blanco. Primero debes amar el género, haberlo saboreado. Debes descubrir esas reglas de las que hablaba antes, y las debes descubrir por ti mismo. No vale leer un manual. Hay que leer cientos de libros, ver mucho cine, aprender los cánones de la narración. Y cuando ya los dominas, empezar a jugar con ellos para crear algo propio. A mí me apasiona la novela negra, la ciencia ficción, la fantasía y el terror. Y ahora, con el tiempo, me doy cuenta de que mi trabajo publicado incorpora elementos de todos esos géneros que me han marcado como lector.
Con el humor pasa parecido. Primero debes tener sentido del humor y una personalidad que tiende al inconformismo y la ruptura de tabús. Después debes ser capaz de superar la vergüenza que supone romper esos tabús. El humor es iconoclasta, desvergonzado, un mecanismo que se alimenta de prejuicios y que después eructa sin complejos. El humor sirve para sacudirte las miserias. La risa es un elemento liberador.
Por supuesto, dominar el humor es todo un ejercicio de malabarismos. Es realmente difícil. Es un arte espontáneo y salvaje, y por otra parte supone una capacidad de control muy cerebral. Incorporarlo a cualquier género sin caer en la parodia facilona es todo un reto, pero incluso si decides hacer una parodia facilona resulta exigente. Porque para hacer parodia se debe conocer bien aquello que quieres parodiar.
SE. Yo lo planteo al revés. Empiezo por el humor y luego le añado el género. La ciencia ficción y la fantasía te ofrecen posibilidades infinitas para desarrollar situaciones humorísticas. Tú te creas tus propias reglas (pero, ojo, luego hay que respetarlas) y se te puede ir la olla muchísimo más que con una novela en un entorno “normal”. Y eso para el humor es bueno porque puedes crear situaciones y gags que en la vida real no existirían.
HC. Es que cualquier obra, por muy realista que pretenda ser, no deja de ser ficción. Es un invento de la mente (o mentes) de alguien. Si nosotros mismos moldeamos nuestros recuerdos y los embellecemos o los hacemos más aterradores de lo que eran originariamente, imagínate con las historias. Entonces, el ejercicio de imaginación es muy parecido entre unas y otras. Lo que pasa con los géneros fantásticos es que jugamos con elementos que, o bien no existen a priori, o bien los sacamos de contexto para crear el sentido de la maravilla, dar miedo o lo que queramos. El tema del humor es más complicado, porque como dice Sergi Álvarez, es algo muy serio. Hacer reír es muy difícil y precisa de dominar una serie de técnicas que van más allá del chiste. Volviendo a tu pregunta, tenemos algo que en un principio parece muy sencillo, pero a lo que si le vamos quitando capas nos damos cuenta de que no lo es tanto y hay que trabajarlo.
¿Cómo es hacer de editor para este tipo de autores? ¿Qué es lo mejor y lo peor de trabajar con estos géneros e historias?
SA. Lo mejor es que resulta divertido. Lo pasas bien haciendo lo que te gusta y eso repercute en la obra. El lector nota que mientras escribías esos disparates, estabas disfrutando de verdad.
Lo peor es saber que en un país de cachondos mentales, el humor en la literatura se discrimina. Es una paradoja que no se tome en serio porque la literatura humorística es tan compleja como cualquier otra. Parece que la gente coge un libro y busca la trascendencia inmediata. Creen que una novela cómica no se la va a dar, cuando es posible que lo que estén leyendo sea pura retórica barata o una tomadura de pelo. Después está la crítica, que directamente desprecia todo lo que sugiera una tímida sonrisa, solo porque la Literatura, con mayúscula, debe ser algo seco y atormentado, como corresponde a todo arte. Dios nos libre de pasarlo bien. Eso tampoco ayuda a cambiar la cultura literaria y creo que repercute en que haya menos lectores de los que debería.
Temas, ambientes y personajes controvertidos, irónicos, “raritos”, ¿qué tratáis de mostrar y/o provocar en el lector?
Lo que yo intento es que el lector termine una de mis novelas o de mis relatos con la sensación de que ha leído algo potente, que le ha hecho reflexionar sobre determinados asuntos que a priori son “serios”, pero desde el punto de vista de la ironía. Quiero que dejen atrás ciertos tapujos morales o estéticos, que se rían de todo y de todos, que perciban el absurdo en la realidad que vivimos, que se sientan sinvergüenzas, que dejen de ser políticamente correctos y que  desarrollen su ojo crítico.
Y por supuesto que digan: “¡Qué bien me lo he pasado, coño!”.
SE. Lo mejor es la libertad para crear lo que te dé la gana. Y esa libertad hace que te lo pases muy bien.
Lo peor: que mucha gente es reticente a acercarse a estos géneros y por eso estás perdiendo lectores. Y si encima escribes humor ya es la discriminación total. En este país la literatura de humor es una marginada, porque no se considera seria.
HC. Pues es muy gratificante y muy divertido. Es lo mejor de la profesión, porque luego hay que hacer otros trabajos menos artísticos y más puramente empresariales que no molan tanto. Para mí, lo mejor es el principio y el final: El principio sería el momento de leer un manuscrito, saber que lo vas a editar y entonces trabajar con el autor y ver cómo se le acaba de dar forma. Hay veces que el proceso puede llegar a ser muy divertido, como nos pasó con Nunca digas vodka, nunca jamás, cuyo proceso de corrección estuvo al mismo nivel disparatado que la novela. El final es el momento en el que el libro ya ha pasado por las manos de los lectores y la gente te comenta qué es lo que más le ha gustado y si quiere más. Lo peor es ver que de alguna manera el género esté denostado por el simple hecho de ser fantasista o de provenir de una editorial que es una editorial y no una máquina inhumana de hacer números. Pero bueno, como ya sabemos qué partido estamos jugando, la piel se te hace cada vez más dura y te dan más igual ese tipo de cosas.
Orciny Press empezó publicando autores extranjeros, pero ahora también busca en casa, ¿crees que el nivel es el mismo? ¿Qué le dirías a esos lectores que no se atreven con autores autóctonos?
HC. Eso no es exactamente así. Orciny Press nació para publicar Fantasma, de Laura Lee Bahr, y La casa de arenas movedizas, de Carlton Mellick III, (de ahí la confusión), pero el primer libro que publiqué fue El final del duelo, de Alejandro Marcos Ortega, que es de Alcalá de Henares. Yo creo que el nivel es el mismo, pero quizá lo único que cambia son los apellidos de los escritores y quizá los referentes. Este fin de semana en una feria, una compañera editora me decía de una novela que sabía que se iba a vender más que otras de su catálogo que son rusas o eslavas porque el autor es estadounidense. Yo creo que si alguno de mis autores, en lugar de haber nacido en Alcalá o en L’Hospitalet, hubiesen nacido en Brooklyn o en Manchester, se estarían codeando con gente que aquí tenemos en un pedestal. Así que a los lectores que no se atreven con autores autóctonos les diría que son unos cobardes, pero como eso es un poco feo, mejor decirles que si de los veinte libros que leen al año, deciden darle una oportunidad a alguien de aquí en solo uno de ellos, se sorprenderán y seguramente al año siguiente serán dos o tres de veinte.
Temas, ambientes y personajes controvertidos, irónicos, “raritos”, ¿qué tratáis de mostrar y/o provocar en el lector?
SE. En mi caso lo que quiero provocar en el lector es la risa. No la sonrisa, no, la carcajada. Para provocar la risa hay que sacar toda la artillería. Por eso intento exagerar las situaciones y este tipo de personajes y ambientes me permiten hacerlo de una manera más fácil.
HC. La fantasía y la ciencia ficción buscan despertar el sentido de la maravilla en el lector. Es decir, que se vaya maravillando de las cosas que el escritor le propone para hacerle que siga pasando páginas. En el caso del bizarro, lo que se busca es despertar el sentido del «What the fuck?» o del «¿pero qué carajo?», en español. Es decir, un sentido de la maravilla más continuado y que te obligue a preguntarte qué narices estás leyendo a la vez que te obliga a no poder dejar de leer y que tenga una coherencia interna. Y pasar un buen rato, que la vida ya es lo suficiente mierder como para que encima te lo estén recordando siempre en los libros.
Cuando empezáis a escribir, ¿sabéis a dónde vais u os dejáis llevar por la historia? ¿Os dejáis llevar por el río zen de la imaginación?
SA. Yo normalmente sé a dónde voy. Tengo el desarrollo de la trama en la cabeza (si se trata de un relato), o en un guión o escaleta (si hablamos de novela). Lo de escribir sin tener un mínimo desarrollo previo creo que forma parte de la imaginería romántica del escritor. Un mito en la mayoría de los casos. Además, planificar no quiere decir que no te dejes llevar por la imaginación, muy al contrario. Quiere decir que estás usando esa imaginación para crear algo coherente. La imaginación es un instrumento y se debe educar. Nadie coge un violín y se marca un solo si no ha aprendido a tocar. Bueno, tal vez algún genio. Pero ese no es mi caso, te lo aseguro.
Después, cuando empiezas a escribir hay que soltar un poco las riendas, al menos eso hago yo. Aparecen nuevos personajes que no estaban en la planificación inicial, o una trama nueva que sustituye a otra que pensaste antes de empezar, tu protagonista cambia de sexo, su personalidad cambia y se define mejor… Entonces sí, me dejo llevar buscando la frescura y la espontaneidad. Piensa que la imaginación y la creatividad funcionan por retroalimentación. Cuando estás en faena se disparan, y eso también hay que aprovecharlo.
Escribir y leer este tipo de literatura, ¿ha cambiado algo en vosotros? ¿Qué nos enseña la fantasía, el terror, la ciencia ficción y el bizarro?
Sí, creo que lo que lees, si te ha gustado de verdad es porque te ha hecho replantearte algo. Por lo tanto, lo que yo he mamado literariamente me ha cambiado. Aunque quizás no sea esa la palabra. Más bien me ha “pulido”. He aprendido que la fantasía puede retratar la realidad de modo certero. Todo género fantástico proporciona dos cosas: 1) un portal para evadirte de la realidad en la que vives, y 2) nuevas herramientas para observar con lucidez esa realidad, cuando regresas a ella. El humor además, potencia esa lucidez. Los niños juegan para divertirse, pero aprenden jugando. Los adultos también somos capaces.
SE. Yo cuando empiezo a escribir una novela sé cómo empieza y cómo acaba, pero no tengo ni idea de lo que habrá en el medio. Durante el día se me van ocurriendo tramas, escenas, gags, personajes… y los voy anotando en el móvil. Dejo pasar unos días y veo si esas frases del móvil me siguen pareciendo graciosas. Entonces, ya frente al ordenador intento desarrollar algunas de estas anotaciones. La historia fluye y se va dibujando, casi siempre de manera secuencial. A mí es un método que me funciona. No utilizo escaleta, ni post-its de colores enganchados en la pared, ni mapas de tramas y personajes. Igual si los usara escribiría bien y todo.
HC. Para mí es diferente con cada historia. A veces necesito de un disparador creativo que me impulse a darle vueltas al tarro para escribir una historia con él. A veces una historia fluye y a ti no te queda otra que tratar de teclearla para que no se olvide, y otras veces tienes que hacer un esfuerzo muy grande para llegar a donde quieres llegar. Para mí los procesos son siempre muy distintos. Soy capaz de encallarme durante horas con un microrrelato o parir uno de tres mil palabras en un par de sentadas.
Escribir y leer este tipo de literatura, ¿ha cambiado algo en vosotros? ¿Qué nos enseña la fantasía, el terror, la ciencia ficción y el bizarro?
SE. A mí leer este tipo de literatura me ha hecho desarrollar un sentimiento de admiración por mucha gente. Cuando leo una novela de género bien escrita tiendo a pensar “Joder, qué bien escribe, qué envidia, yo también quiero”. Y esto me suele pasar más con este tipo de géneros que con novelas realistas, porque en estos géneros los autores hacen un alarde de imaginación enorme, que en otro tipo de novelas es muy difícil conseguir. Pueden hacer muy buenas tramas bien cuadradas y sorprendentes, pero no podrán crear mundos nuevos, razas nuevas, tecnología nueva, relaciones nuevas, sistemas políticos nuevos… incluso deportes nuevos.
Y como escritor me ha permitido conocer gente muy interesante, tanto lectores como escritores. Gente apasionada por la literatura que te hacen sentir a gusto en una conversación.
HC. Yo creo que esto siempre ha ido conmigo. Tuve la suerte de que en mi casa no me caparan la imaginación cuando era pequeño y siempre he necesitado estímulos fantásticos. Creo que cuando era pequeño descubrí una serie de cosas que ya me hicieron polvo para el resto de mi vida: el videoclip de Thriller de Michael Jackson, los libros de Jim Botón de Michael Ende, ver a mi padre leer a Asimov, los tebeos de Mortadelo...  Luego crecí un poco y apareció el Dungeons & Dragons, El Señor de los Anillos, el rock y el metal, el cine chungo… Así que cuando descubrí a Mellick III me dije: «¿Pero dónde ha estado este tipo durante toda mi vida?». Entonces, ¿que me ha enseñado todo esto? Que si algo te gusta no le puedes dar la espalda porque eso te hará miserable, y que nunca sabes cuándo vas a acabar intentando ganarte la vida defendiendo tus pasiones. Y que lo mejor que puede hacer el ser humano con su imaginación es alimentarla.
Si tuvierais que recomendarnos dos títulos, para vosotros imprescindibles, dentro de estos géneros, ¿cuáles serían?
SA. No te diré títulos, porque me resulta difícil escoger. Pero si hablamos de humor dentro del género fantástico o de ciencia ficción, mencionaré tres nombres a tener en cuenta y que son fáciles de abordar, tanto por estilo como por temática: Robert Sheckley, Douglas Adams y Terry Pratchet.
SE. No de humor: Ficciones, de Jorge Luis Borges. Leer a Borges te hace sentir vértigo al intentar imaginar sus mundos.
De humor: Tierra, de Stefano Benni. Un autor que no entiendo por qué es casi desconocido aquí. Un nivel de humor sublime.
HC. Empiezo la respuesta con un tópico: ¿Sólo dos? ¡Es es imposible!
Sigo la respuesta barriendo para casa: La casa de arenas movedizas, de Carlton Mellick III, ya que hablamos de bizarro.
Continúo con un clásico: de la misma manera que no se puede entender la historia el Heavy Metal sin Black Sabbath, no se puede entender la historia de la literatura fantástica sin El Señor de los Anillos. Para bien o para mal, es un pilar fundamental que todo lector de estos géneros tiene que leer en algún momento de su vida.
Y termino la respuesta con otro tópico: Si me preguntas mañana, seguramente te diré otros dos.
¿Podéis hablarnos de vuestros próximos proyectos?
SA. Estoy a punto de publicar una novelita breve para El Transbordador que saldrá en la línea Soyuz. Es de humor negro, muy negro y corrosivo. Una maldad con la que he disfrutado mucho. Se titula El silenciador.
También estoy a punto de acabar la corrección de otra novela, también muy incorrecta, algo más ligera y disparatada, cercana al bizarro en algunos aspectos, aunque no sé si la catalogaría como tal. Se titula Alan Smithee no salvó el mundo y me lo he pasado genial escribiéndola.
Con estas dos novelas me he dedicado a trabajar con protagonistas muy canallas y mezquinos. Así que espero que no confundan al autor con los personajes.
Además voy escribiendo relatos y algún artículo para la iniciativa «Inner Circle», de Orciny Press.  Se trata de una idea muy interesante que ha organizado Hugo Camacho para acercar los lectores a los lectores. Pero de eso mejor que te hable él.
Tengo a medias otra novelita muy chalada de los McGuffin, personajes secundarios de Nunca digas vodka, nunca jamás. Ésta la voy trabajando en mis ratos libres, en una libreta. También hay por ahí un ensayo sobre el humor que quiero acabar de pulir este año, donde explico mis puntos de vista, como trabajarlo, las técnicas a usar, etc.
Ah, y luego dos nuevos proyectos que está en fase de planificación. Dos novelas de ciencia ficción. Una muy loca y disparatada, al estilo de Nunca digas vodka, nunca jamás y otra algo más seria, aunque también tenderá al humor.
En fin, que no paro y tengo que ir alternando faena poco a poco.
Voy despacito, pero con paso firme.
SE. Tengo una novela en mente (es decir, sé cómo empieza y cómo acaba, pero no sé qué habrá entremedio) pero todavía no he tenido tiempo de empezar a escribirla. Eso sí, tengo el móvil lleno de anotaciones.
Acabo de iniciar como guionista en un programa de humor y ciencia para TVE2, Órbita Laika.
HC. Mi principal proyecto ahora mismo es acabar de consolidar el Inner Circle de Orciny Press, que es una comunidad alrededor de la editorial en la que se publican contenidos en exclusiva y un relato mensual en torno al cual hay un club de lectura. Es un espacio en el que los lectores pueden interaccionar con la editorial, con los escritores y entre ellos.
También estoy trabajando en Teratoma, la próxima novela de Francisco Jota-Pérez, un par de reediciones, lo próximo de Laura Lee Bahr, una antología terrorífica, otra novela de Pedrolo… ¡Muchas cosas! Y espero sacar algún rato para acabar alguno de mis proyectos personales.

Isabel del Río
Mayo 2017