TÍTULO: La
montaña de libros más alta del mundo
TEXTO e ILUSTRACIONES: Rocío Bonilla
EDITORIAL: Algar
SINOPSIS
Lucas
estaba convencido de que había nacido para volar. Miraba los aviones, intentaba
fabricarse alas de todo tipo, ¡incluso pidió poder volar como regalo de
Navidad! Pero nada parecía funcionar... Un día, su madre le explicó que había
otras formas de cumplir su sueño y le puso un libro en las manos. Ese mismo
día, sin darse cuenta, Lucas empezó a volar...
OPINIÓN
El amor
por los libros es algo que me ha acompañado desde niña. Cuando me preguntan qué
me motivó a leer o quién me empujó hacia la literatura, la verdad es que no sé
dar muchos referentes; mi padre sólo leía revistas divulgativas y diarios, mi madre
recetas de cocina y patronaje, mis abuelos no tenían tiempo de leer, pues
siempre estaban atareados de un lado a otro cuando estaba con ellos... Aunque
si retrocedo a mi infancia, sí recuerdo historias, quizá no estaban publicadas
en papel, o no eran los típicos cuentos que se explican a los niños, pero
recuerdo que hicieron volar mi imaginación muy alto, hasta lugares recónditos y
exóticos, donde la magia era posible y la oscuridad se confundía a veces con la
luz. Recuerdo a mi abuelo afilando la guadaña y contándome leyendas, a mi tía
explicándome historias de la biblia, así como los cuentos de terror que
compartíamos e inventábamos los niños del pueblo, apoyados en un muro,
atemorizados por lo que pudiera asaltarnos en plena noche.
Esos
fueron mis inicios, incluso antes de saber leer y escribir. Y cuando descubrí
los libros encontré en ellos la vía de escape perfecta, al amigo fiel, el amor
ideal, la aventura apasionante, miles de vidas que nunca terminaban y daban
sentido a las palabras “reencarnación” y “eternidad” que había escuchado en los
relatos de mis mayores.
Ahora,
como madre, miro a mi hijo y me doy cuenta de lo sencillo y lo complicado que
es inculcar el hábito de la lectura. Es cierto que a veces basta con hacerlo tú
mismo, es decir, si te ven leer, ellos harán lo propio. Es tan fácil como dejar
cuentos y libros atractivos a su alcance, llevarlos a librerías y bibliotecas
para que ojeen, leerles y contarles cuentos, etc. Pero a veces, la cosa se
complica, pues no siempre disponemos de tiempo para hacer todo eso, quizá
leemos, pero no cuando ellos están presentes, o pasan más tiempo entre la
escuela y la casa de sus abuelos que con nosotros y, por ello, no podemos
controlar el ambiente y los referentes que llegan a ellos.
Yo
tengo suerte, pues, al menos por ahora, mi trabajo en el mundo literario y como
terapeuta me han permitido cuidar de mi peque, leerle a diario y nutrir una
buena biblioteca a su alcance, y mientras escribo esta reseña, él está aquí
mismo, ojeando un ilustrado y explicándome la historia a su manera.
Y de ese
ilustrado que tiene entre las manos quería hablaros hoy, de un libro que habla
precisamente de todo este parrafón que os he soltado: del amor por la
literatura; de la capacidad de volar con las historias; de la aventura que
supone la lectura; de la motivación de cara a los más pequeños de la casa.
El
nuevo cuento ilustrado de Rocío Bonilla, editado por Algar, se titula La montaña de libros más alta del mundo
y trata sobre un niño que, por encima de todo, desea volar. Los años y
cumpleaños pasan y, por mucho que lo desee, su anhelo no se ve cumplido; ni
siquiera en Navidad le llegan unas alas como dios manda. Hasta que un día, su
mamá le hace un regalo, le explica que para volar no es necesario tener alas, y
le da un libro.
En este
cuento descubrimos ese momento de enamoramiento y pasión, cuando encuentras el
libro correcto en el momento oportuno y no puedes dejarlo ni para comer o
dormir. Todo a tu alrededor desaparece porque estás inmerso en la lectura. Y
eso es lo que le sucede al protagonista de este libro. Y un día, cuando ya está
muy muy alto, encaramado en todas las historias que ha llegado a devorar,
entiende las palabras de su madre, y es que con la lectura podemos volar lejísimos.
Recomendada
a padres y madres —tíos y tías, abuelos y abuelas, etc.—, así como educadores,
que busquen una lectura motivadora para los más pequeños; para niños que
disfruten de los ilustrados y los cuenta cuentos; para aquellos que todavía no
les apasione leer, pero que en breve cambiarán de opinión; y, en definitiva,
para todos nosotros, que amamos los libros y los cuentos.
Isabel del Río
Febrero 2017
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