Las fiestas quedaron atrás y hago balance del
año. Me gusta ver las cosas con perspectiva y resaltar lo positivo, quedarme
con las lecciones aprendidas y, en medida de lo posible, desechar aquello que
desearía no repetir. Al final, la mayoría de momentos amargos no dejan de ser
oportunidades para crecer y cambiar hacia mejor, aunque lo pasemos mal en ese
momento concreto.
El 2016 fue duro, aunque vino lleno de buenas
oportunidades y sorpresas gratificantes. El 2017 empieza ofreciendo esas
problemáticas que, en un tiempo, podré observar con perspectiva y respirar
aliviada, quizá también orgullosa por los logros. Pero me quedo con muchas
cosas, especialmente con los momentos vividos con Max e Ivan, con los amigos y
personas queridas (ya estéis cerca o lejos), así como los buenos momentos que
me ha dado la literatura.
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