Pronto habrán pasado 8 años desde que se
publicó La Casa del Torreón (La Casa de la Torre, en catalán) y, a pesar de
que no fue un BestSeller o TopVentas, sigue presente en algunas librerías que
apostaron por la historia, así como en el imaginario de muchos lectores.
Para un escritor, saber que sus personajes
siguen vivos ahí afuera, conmoviendo a lectores de todas las edades, es lo más
grande que le puede pasar.
Este mundillo no es fácil. Son muchas horas
de esfuerzo por las que, seguramente, no recibirás gran compensación económica;
la mayoría de escritores vivimos de otros trabajos, no de nuestras historias.
Ver uno de tus manuscritos publicados es un gran logro que te llena de ilusión,
pero eso no garantiza nada. Hoy en día los libros tienen vida de pocos meses y,
sin una buena plataforma de distribución y promoción, los libros no llegan a
los lectores. Por ello, cada vez más, son los propios autores los que se dejan
el espinazo tratando de hacer visibles sus títulos a través de las posibles
brechas que pueda dejar la avalancha de los grandes sellos y nombres de valla
publicitaria.
Además, como decía, la vida de un libro es de
meses. Las librerías no dan a abasto con tantos títulos y han de devolver
muchos sin haber recibido siquiera una oportunidad. Lo mismo ocurre con las
distribuidoras y comerciales, que atestados de ejemplares, han de apostar por
algunos y deshacerse de aquellos que ya tengan “demasiado” tiempo, o que no
supongan “ventas claras”.
Curiosamente, cuando La Casa del Torreón va
a cumplir sus 8 añitos, varios institutos lo han escogido como lectura para sus
clases, en las bibliotecas lo leen para los clubs de lectura juveniles, y
recibo mensajes que me llevan a tocar las estrellas, pues ¿qué autor no se
sentiría volar si un joven lector le dice, emocionado al saber que vas a dar
una charla para su clase: "su novela me ha hecho gustar la lectura"?
Eso me hace pensar en los libros que me
hicieron amar la lectura, aquellos que me marcaron de niña, que no son siempre
obras muy conocidas, sino aquellas que, por un motivo u otro me llegaron en el
momento oportuno y me hicieron aprender a viajar entre letras.
Por todo ello, muchas gracias. Gracias a
todos los que habéis hecho que La Casa del Torreón sea un libro de fondo, una
historia que continúa pese a todo, una parte de vuestros recuerdos e imaginación.
“Isabel, soy profe de lengua y llevo La casa
del Torreón como lectura para mis chicos. La experiencia es siempre muy
satisfactoria y más de uno de los míos también se ha enganchado gracias a tu
historia a los libros.
Es para sentirse muy orgullosa, ¡claro que
sí!”
por Ana Vanesa Cremades
por Ana Vanesa Cremades