TÍTULO: Dentro
del Laberinto
AUTOR: A.C.H. Smith / The Jim Henson
Company
TRADUCTOR: Noemí Risco Mateo
EDITORIAL: Nocturna Ediciones
SINOPSIS
Una
noche, Sarah, una adolescente de carácter fantasioso, se ve obligada a quedarse
en casa cuidando a Toby, su hermano pequeño. Cuando sus padres se marchan a una
fiesta, harta de oír llorar al niño, Sarah recita unos versos de su libro
favorito, Dentro del laberinto, y ordena a los goblins que se lleven a su hermano. Al momento, unas extrañas criaturas aparecen y se esfuman
con Toby. Poco después, un hombre misterioso y atractivo surge de la
nada y se presenta como Jareth, el
rey de los goblins, para a continuación sugerirle a Sarah que se olvide
del niño. Arrepentida de lo que ha hecho, Sarah le pide que le devuelva a Toby,
pero el rey se niega. Entonces él le propone un trato:
«Tienes trece horas para atravesar el laberinto y
encontrar a tu hermano. De lo contrario, se convertirá en uno de nosotros».
Y el
tiempo apremia...
Una
novela con tintes de Alicia en el país de las maravillas y El
mago de Oz, por la que desfilan extrañas criaturas, bailes de máscaras y,
por encima de todo, interminables laberintos.
OPINIÓN
Hoy
quiero hablaros de una de esas historias que nos marcan desde pequeños y son
parte de nosotros, de nuestro imaginario, forjando nuestro carácter y forma de
ver el mundo.
“Tienes
que hacer las preguntas correctas si quieres llegar a alguna parte en el
Laberinto”.
Siempre
que doy charlas sobre motivación lectora y la importancia de la lectura en la
infancia y la juventud, resalto el poder de las historias para crear
personalidades fuertes, resilientes y con valores sólidos. Además, la lectura
en la infancia potencia los vínculos afectivos y ayuda a crear distintos tipos
de inteligencia en el niño. En la adolescencia este papel se multiplica, puesto
que, además de lo antes mencionado, la lectura es una vía de escape estupenda
en una edad en que todo parece estar en contra nuestro y donde las emociones
son como bombas a punto de detonar. Y es justo en este momento, la fase de la
infancia a la adolescencia, donde tiene más fuerza la obra de Henson y Smith.
“Por
increíbles peligros e innumerables fatigas, me he abierto camino hasta el
castillo más allá de la Ciudad de los Goblins para recuperar al niño que me has
robado. Porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya… y mi reino igual de
grande”.
Dentro del Laberinto y sus
personajes me han acompañado desde niña. Primero llegaron a mí por la película,
Labirinth, protagonizada por David
Bowie (en el papel de Jareth) y Jennifer Connelly (como Sarah), así como un
montón de puppets de los estudios de Jim
Henson que hacían las delicias de cualquier niño. Me enamoré perdidamente de
Jareth, quería acompañar a Sarah en su aventura, y ser parte de la compañía
formada por Ludo, Sir Didymus y Hoggle.
“Al
principio no podía creérselo. Cuando el sol se elevó más y se reveló ante ella,
bajó los hombros y perdió la sonrisa. (…) Desde el pie de la ladera donde
estaba sentada, hasta el castillo y más allá, y hasta donde alcanzaba la vista
a ambos lados, se extendía un intrincado e inmenso laberinto de muros y setos”.
En mi
mente infantil, todos esos personajes crearon arquetipos que, después,
repetiría en mis propias historias y buscaría en el mundo real. Y sus valores,
de amistad, compañerismo, valor y resolución, me acompañaron siempre, hasta hacer
de mí una verdadera cabezota. También ha estado conmigo siempre ese doble
rostro que representan Sarah y Jareth, ese amor-odio que no deja de ser la
personificación de lo que no queremos saber de nosotros mismos.
“Su
mareo cesó en cuanto empezó a dar vueltas por el salón en los brazos de Jareth.
Era la mujer más encantadora del baile. Lo supo por cómo Jareth la sonreía.
Toda su atención estaba centrada en ella. El roce de sus manos sobre su cuerpo
era sensacional. Bailar con él parecía el movimiento más sencillo y natural.
Pero cuando le dijo que era preciosa, se sintió confundida”.
Más
adelante llegó a mis manos el libro. En él descubrimos facetas mucho más
íntimas de los personajes y vemos, como en la Alicia de Carrol, una Sarah que evoluciona y cambia a lo largo de
la historia, descubriendo cosas de sí misma que el lector puede llegar a
entrever, pues muchas ideas quedan en el aire sin llegar a concretar,
insinuadas. Creo que esa es una de las cualidades de esta historia, que está
abierta a múltiples interpretaciones.
“Sarah
se armó de valor para acercarse más. Notó el cálido aliento en su cara al
colocarse junto a la bestia y se inclinó para ponerse bocabajo y mirarla bien.
Lo que vio la sorprendió. La enorme boca que parecía tan tétrica, con las
comisuras hacia abajo, en realidad había estado, por supuesto, sonriéndole
dulcemente”.
Como he
mencionado, Dentro del Laberinto bebe
de Alicia en el País de las Marvillas,
pero también de El Mago de Oz y, en
especial, de la obra de Maurice Sandak —autor de Donde Viven los Monstruos— en concreto de Al otro lado, cuento en el que una niña pasa por toda clase de peligros
para rescatar a su hermana, raptada por los duendes. Tanto en la novela como en
la película, podemos ver referencias a todas estas obras y sus autores, e
incluso una nota de Jim Henson, quien asegura quedar en deuda con Sendak.
“Sólo
témeme, ámame y yo… yo seré tu esclavo”.
Antes
hablaba de la doble personalidad, de aquello que nos ocultamos a nosotros
mismos, de las pulsiones más oscuras, y ese es Jareth, la personalidad salvaje
de Sarah, esa parte que adora el teatro y que vive en un mundo de fantasía más
allá de las leyes físicas.
“El
cuerpo de Sarah se balanceaba de forma hipnótica al compás de la música. Ella
era la música y el baile. Estaba dentro de la burbuja, bailando, vestida con un
traje de fiesta. Encantada y encantadora, bailaba lentamente por el cielo en
compañía de otras bailarinas. (…) Se estaban acercando a una gran burbuja (…)
donde Jareth ya estaba bailando”.
Sarah
es una joven caprichosa y prepotente que idolatra a su madre y odia a su
madrastra. Podemos verlo al inicio de la historia, cuando no deja de decir que
“No es justo” ante todo lo que le sucede, sin detenerse a pensar en lo que les
pueda ocurrir a los demás. Lo cierto es que Sarah no ha aceptado la separación
de sus padres y ha preferido crear su propio cuento de hadas antes que
enfrentar lo que realmente ha sucedido. De esta manera ella es la princesa
castigada; su padre el rey benevolente que ha olvidado a su hija en pos de su
nueva esposa; su madre y su nuevo novio son el ideal inalcanzable; su madrastra
es vista como una mujer exigente que se aprovecha de ella; y su hermano, Toby,
como un pequeño monstruo que le roba la libertad. El lector no lo ve así, pero
puede percibir la rabia de Sarah en cada una de sus palabras y ademanes.
Jareth
es el rey de los goblins. Un hombre astuto y carismático que vive aburrido
rodeado de sus súbditos, antiguos niños que, una vez raptados, se convirtieron
en goblins, pero los cuales no tienen demasiado cerebro. Jareth ve en Toby la
posibilidad de escapar de esa vida anodina, y en Sarah, aquella rival y
compañera que no puede quedarse a su lado porque es demasiado mayor para
convertirla en goblin, y demasiado joven para que reine junto a él.
“Nadie
lo había logrado y muy pocos habían llegado tan lejos como aquella niña
inquietante, que era demasiado mayor para convertirla en un goblin. Jareth contempló
su cara en el cristal. Era demasiado mayor para ser un goblin, pero demasiado
joven para quedársela él. ¡Malditos ojos inocentes!”.
No se
trata de una historia de amor propiamente dicha, aunque contenga algunas de sus
características y tensiones, sino un recorrido evolutivo, una aventura en la
que Sarah descubrirá cómo es en realidad su vida, cómo es ella y su otro rostro,
y lo más importante, cómo quiere ser.
“(…)
encontrarás lo que buscas sólo si permaneces en tu sueño. Una vez lo abandones,
estarás a merced de los sueños de otras personas. Harán de ti lo que quieran
que seas. Olvídalos, Sarah. Confía en tu sueño”.
La
historia de Dentro del Laberinto
describe el oscuro paso entre la infancia y la adolescencia, sus emociones y
deseos explosivos, y especialmente la pérdida de la inocencia. Porque ¿qué es
el laberinto, más que la mente de Sarah, y los intrincados juegos de Jareth
para que no llegue al castillo, sino su propia mente infantil, que no desea crecer
ni enfrentar la realidad?
“No
puedes mirar por dónde vas si no sabes adónde vas”.
SPOILER El
final siempre me ha hecho llorar. Muchos pensarán que es porque Sarah vuelve al
mundo real y deja a sus amigos al otro lado del espejo —aunque les pida que
estén allí por si les necesita—, pero en realidad es por la partida de Jareth,
convertido en lechuza, repudiado por Sarah, quien ya no le necesita y ha
decidido dar carpetazo a ese lado fantasioso y alocado de su personalidad.
“Sarah…
cuidado. Hasta ahora he sido generoso, pero puedo ser cruel. (…) He hecho todo
lo que tú has querido. Pediste que me llevara al niño y me lo llevé. Te
encogiste ante mí y yo me mostré aterrador. He cambiado el orden del tiempo. He
vuelto el mundo del revés. Y todo lo he hecho por ti. Estoy agotado de vivir
según lo que tú esperabas de mí”.
Más
allá de su lado psicológico, es una novela de aventuras y amistad, con paisajes
y personajes divertidos y entrañables, y unos diálogos de los que disfrutarán
tanto pequeños como mayores.
Recomendada
para todas las edades. Como lectura en casa y en el instituto. Para todos
aquellos que quieran vivir una aventura. Para quienes no tengan miedo de volver
a ser niños, pero tampoco de crecer.
Isabel del Río
Agosto 2016
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