Ya
había vivido el resultado de esta alquimia ancestral que nos deshace en llanto
enfrentándonos al dolor, desanudando temores y traumas, y liberándonos del peso
que éstos suponen para nosotros. Pero sólo lo había experimentado con adultos
y, en un par de casos, con jóvenes de más de 13 años.
Hace
unas semanas decidí poner tal práctica a prueba con Max. Como ya sabéis, el
peque de la casa ha cumplido un añito, lo que no sabéis es que, desde que
salimos del hospital, llora de forma dramática cuando ha de dormir y,
últimamente, llora sin parar si no estás pendiente de él las 24h del día. Y lo
peor no es que llore, sino que sólo se calma si le doy el pecho o le distraen
de lo que le preocupa.
Así
que, a pesar de lo que se sufre cuando ves llorar a un niño y, en especial, si
es tu propio hijo, cuando llegó la noche le dejé llorar. Sin cantarle,
arrullarle, darle el pecho o distraerlo. Eso sí, sin dejarlo solo, abrazándolo
(sin atraparlo) y acariciándole la espalda, la cabeza, los brazos... Pasó una
hora llorando, levantándose, poniéndose de rodillas, dando vueltas por la cama,
pero curiosamente, viniendo todo el tiempo a por abrazos y caricias.
Después
de una hora que me dejó hecha polvo, Max me abrazó, sonrió mirándome fijamente
a los ojos, apoyó la cabeza en mi tripa y se durmió. Durante la noche se
despertó un par de veces para pedirme pecho, pero sin llorar, sólo llamándome,
y por la mañana se abrazó a mí con una gran sonrisa.
Desde
ese día llora viniendo a buscarme, a sabiendas de que le escucho e intento
comprender qué le ocurre, y duerme sin lágrimas, despertando sonriente por las
mañanas. Todavía le quedan algunas sesiones para quitarse ese extraño
"miedo" a dormir o a quedarse solo (nunca le hemos dejado sin compañía,
aunque en el hospital se lo llevaban todas las noches, despertándolo y apartándolo
de nuestro lado para lavarlo o hacerle pruebas), pero el cambio ha sido
espectacular.
No sé
qué le causa tal inquietud y desasosiego, pero la verdad es que llorar no es
malo, ni de niñas, ni feo, ni dejar llorar a un niño (siempre que se le
acompañe en todo momento y se le apoye en el proceso) no es cruel ni de mal
padre/madre. Tampoco es malo o feo un niño que llora, sólo reclama atención
sobre algo que le está haciendo sufrir física, emocional o psicológicamente.
Me
quedan muchas discusiones con mi familia y la de mi pareja para que entiendan
porqué lo hacemos y dejen de pensar que malcriamos y/o maltratamos a su nieto.
Para que comprendan que cuando dicen: “que no llore delante de mí”, no están
pensando en el niño sino en ellos mismos.
Un
abrazo y unas caricias son muchas veces la mejor medicina para enjugar las
lágrimas y seguir adelante.
Isabel del Río
Abril 2015