lunes, 7 de septiembre de 2015

Entrevista a Enrique Redel, editor de Impedimenta

ENRIQUE REDEL

Desencantado de su trabajo en varias editoriales independientes, Enrique Redel (Madrid, 1971) fundó Impedimenta en mayo de 2007 con otros dos socios, y publicó en septiembre su primer libro, La abadesa de Castro, de Stendhal, “una novela brutal pero delicada”. Empezó con 30.000 euros, “aunque muchos colegas me decían que la cantidad debía ser el doble”, pero el proyecto “se autogestionó gracias a las ventas del primer año (de los primeros 10 títulos, 7 se reeditaron y uno, Botchan, de Soseki, acabó con 8 ediciones y ganando el Premi Llibreter)”. (…) 2010 fue el año de su consolidación. Encadenaron tres títulos que, en total, superaron los 60.000 ejemplares vendidos. 
Extracto de elculural.com

ENTREVISTA

Sigo los pasos de Impedimenta desde vuestros inicios, cuando yo trabajaba como encargada de librería, y te acoso con reseñas y comentarios sobre vuestros libros desde entonces ;D

I. Lo primero que me cautivó fue el cuidado con el que trabajáis cada libro. ¿Cómo os decidisteis por esta línea? ¿Qué buscabais?
ER.  Primero, muchas gracias por las cosas tan maravillosas que dices de Impedimenta. Impedimenta es una editorial cuyos libros aspiran a perdurar. No hacemos libros “circunstanciales” marcados por el mercado. Soy de la opinión de que el libro es un todo, y ha de demostrar el respeto que el editor tiene por el autor y el lector. La selección del texto a publicar, evidentemente, es importante. Y una vez eliges el libro a publicar, el texto ha de estar cuidado, la traducción (cuando se trata de un texto traducido) ha de ser buena, y el resultado final debe estar a la altura de la grandeza y la importancia del título elegido. Pero el libro es algo más que un texto: es un objeto que ha de ser bello igualmente. Los materiales han de ser duraderos, el motivo de cubierta ha de estar elegido con cuidado y la factura del libro en sí tienes que ser bella. Tienes que intentar que el libro sea algo bello, en todos los sentidos. Apetecible. Competimos con enemigos poderosos y la imagen que tiene que dar el libro ha de ser contundente. Si un libro se puede hacer bonito, ¿por qué hacerlo descuidado? Además, personalmente soy de los que compro libros bien hechos, y huyo de los chapuceros. Por eso decidimos cuidar tanto la estética.

I. Después, como es lógico, quedé prendada de los títulos y autores escogidos -Soy un gato, La hija de Robert Poste, Flores de verano, El pequeño salvaje, Para leer al anochecer, Solaris...-. ¿Cuál es vuestro criterio a la hora de escoger un nuevo título? ¿Algún secreto de editor por compartir?
ER. Nuestro criterio se basa en una mezcla de pura curiosidad y de “adecuación” al catálogo, si te soy sincero. Pasan por mis manos una media de cien o ciento veinte títulos al año, de los que seleccionamos veinticinco aproximadamente. Solo cuando un libro me ha parecido realmente apetecible, cuando me ha seducido, cuando me ha despertado, ese título pasa a formar parte del catálogo. Siempre y cuando, está claro, “se lleve bien” con la idea general de lo publicado hasta entonces por nosotros. Cuando no desentona, aunque sí que tiene que añadir algo que antes no estuviese en ese catálogo. En nuestro catálogo siempre hay un afán de búsqueda. Hay títulos que han sido flechazos auténticos, como La hija de Robert Poste o El pequeño salvaje, de los que hablas, pero también Oso o Los domingos de Jean Dézert (uno de nuestros títulos favoritos del catálogo, que no funcionó muy bien pero que es un pequeño tesoro) o El viaje de Shackleton o Animalium. El entusiasmo con que presentamos algunos títulos es casi un reflejo del entusiasmo con que los descubrimos en su momento. Creo que hay que dejarse llevar por la intuición a la hora de elegir ciertos títulos, más que por el cálculo sobre si el título venderá más o menos.

I. La editorial ha tenido un gran éxito, tanto entre los libreros, como los lectores y la crítica, con varios premios y reconocimientos en su haber, ¿os lo esperabais? ¿Cómo os hace sentir?
ER. Desde luego, jamás nos esperamos los reconocimientos que la editorial ha recibido, y aun hoy, ocho años después de haber fundado la editorial, y con un Premio Nacional a cuestas (que se debe al talento combinado de varias editoriales a las que admiro profundamente) nos sorprende que los libreros nos sigan con tanta atención y nos quieran tanto. Hay muchos cientos de novedades interesantes cada año, y entre esos cientos de novedades nos sigue pareciendo increíble que haya libros nuestros que susciten la atención de los libreros, la prensa y los lectores. Quizás es porque lo que proponemos es auténtico, no tiene truco: nos gusta lo que publicamos, nos fascina, lo hacemos lo mejor que podemos y sabemos, nuestro equipo tiene un talento bárbaro, y al final esas cosas se notan.

I. ¿Cómo se os ocurrió la idea de Impedimenta y cómo distéis los primeros pasos? ¿Cuál sería la filosofía de la editorial? ¿Alguna recomendación a aquellos aventureros que se estén internando en mares turbulentos?
ER.  Primero el consejo a los nuevos aventureros: una editorial no es una aventura. Es una militancia, una carrera de fondo que jamás acaba, en la que en cada revuelta del camino aprendes una cosa más, y te dejas mucha energía. Si no tienes una vocación muy clara (esto es, si no eres un “editor” de verdad, si no puedes evitar hacer lo que haces), mejor no meterse. Más que una profesión, la edición es un conglomerado de oficios muy artesanales que hay que dominar de forma vocacional: recomendador, “vendedor” de ideas, maquetador, diseñador, lector, buscador, comunicador… tienes que ser bueno haciendo cuentas, tienes que tener empatía con los profesionales de un sector muy especializado y exigente. O sea, como dijo una vez José Luis Sampedro cuando le preguntaron qué recomendaría a un joven escritor que estuviese empezando: “Si puede que lo deje”. Si no puede dejarlo, será editor. Bueno, malo, pero será editor.
Dicho esto, ¿por qué se fundó Impedimenta? Impedimenta nació hace ocho años con la idea de aportar al mercado con un cuidado exquisito títulos que a nosotros nos parecía imperdonable que no estuviesen en las mesas de novedades. Es algo muy sencillo pero a la vez muy difícil de llevar a cabo. Y hacerlo con respeto, y con las mejores ediciones posibles, y con traducciones buenas y cuidando mucho todos los detalles. Nuestra filosofía pasaba y pasa por dotar al lector moderno de herramientas para explicarse quién es, cómo ha llegado a ser el lector que es y para que descubra quiénes son sus padres. Toda buena obra tiene otra obra buena detrás, como eslabones de una cadena inmensa que se remonta a Homero y al Beowulf. Nuestra idea, sin remontarnos a esas épocas primitivas, lo cual no es nuestra labor, no somos una editorial académica, es localizar algunos de esos eslabones (muchos de ellos insospechados, porque serían “eslabones perdidos de nuestra propia cadena de lecturas”) y presentarlos a lectores como nosotros. Nuestros semejantes y hermanos, que diría Baudelaire. Nuestra labor, como editores literarios, es “ayudar a descubrir” libros nuevos y buenos y pertinentes.


I. ¿Qué buscas en un manuscrito, tanto como autor como editor? ¿Qué consejo le darías a un escritor que busca editorial?
ER. Que me sorprenda, que descubra en él algo genuino y encantador, o bien transgresor o desazonador. Que me conmueva en algún sentido. No me gustan los ejercicios de estilo, los libros correctos, ni las obras “obligadas” por una tradición que, en cambio, a mí no me dicen nada. El libro me tiene que decir algo a mí como lector. El tema me tiene que interesar, el argumento me tiene que aportar algo nuevo, tengo que ver claramente quiénes son sus padres literarios. Cuando comienzo un libro nuevo siempre lo hago muy esperanzado (afortunadamente no he perdido la ilusión, como le ocurre a algunos editores que se enfrentan al manuscrito dando ya por hecho que es malo, y esperando que el propio manuscrito le convenza de su bondad), y si el libro logra mantener su interés, y me sigue gustando, y se supera, entonces le doy una oportunidad. Somos los máximos creyentes en los libros que publicamos.
En cuanto a los escritores que buscan editorial, aconsejarles que perseveren, y que se fíen de su propio talento. Si lo tienen, acabarán publicando en buenas editoriales. El nivel de publicación en España es altísimo y abrirse hueco es muy complicado, lo sé, pero ningún buen escritor de verdad se queda sin publicar. Los editores estamos siempre buscándolos. La mayoría de mis amigos son escritores, y sé que es complicado llegar a las mesas de novedades. Pero no hay ni uno con talento que no lo haya logrado y no haya triunfado. El talento es muy raro, y cuando aparece un autor que lo tiene hay muchos editores que quieren tenerlo en sus filas.

I. Y sobre La Vida Soñada de Rachel Waring, ¿cómo distéis con la obra y por qué decidisteis publicarla? ¿Qué resaltarías de ella?
Reseña:
ER. Como tantos, La vida soñada de Rachel Waring, de Stephen Benatar, llegó a nosotros por recomendación de un amigo, en este caso un magnífico editor, David M. Copé, que, muy entusiasmado, me abordó en la Feria del Libro de 2014 con este libro debajo del brazo diciéndome que nos cuadraba completamente en Impedimenta. Le hice caso, leí el libro, me encantó como no lo había hecho un libro en mucho tiempo, lo contratamos, lo tradujimos y lo publicamos esta pasada primavera. Este libro a punto estuvo de llevarse el Booker Prize a principios de los ochenta, luego fue olvidado, el autor, Stephen Benatar, llegó a autopublicárselo durante un tiempo, hasta que cayó en manos del editor de la prestigiosa New York Review of Books, que se enamoró de él y lo volvió a lanzar para convertirlo en un clásico moderno.
El libro narra la historia de una mujer de mediana edad, Rachel Waring, que aparenta una enorme felicidad, a pesar de que poco a poco empezamos a ver que en su vida hay más sombras que luces. Ella no solo es feliz, sino que quiere serlo y ve que todos sus sueños se hacen realidad cuando hereda una casa en Bristol y puede abandonar su gris vida de empleada de oficina en Londres y mudarse allí, y comprarse bellos sombreros, y enamorarse y cantar a todas horas. Pero pronto descubrimos que todo eso es una fachada, y que ella no está nada bien. Que muchas de las cosas que recuerda y le pasan se las imagina. Y que la gente está empezando a aprovecharse de ella. Es una novela muy vitalista y a la vez enormemente triste. Un libro descomunal y bellísimo que recomiendo sincerísimamente.

I. Si tuvieras que escoger un libro de todas vuestras publicaciones, ¿cuál sería?
ER.  Habría muchos: Botchan porque fue nuestro primer éxito editorial (ganó el Premi Llibreter y puso a Natsume Soseki en el centro de muchas mesas editoriales), o La librería, de Penelope Fitzgerald, que el año que viene será llevada al cine por Isabel Coixet y que supuso la primera incursión en una de nuestras autoras fetiches, Fitzgerald, que nos abrió el camino a Iris Murdoch o Elizabeth Bowen. O Amor de Artur, de X. L. Méndez Ferrín, o Nostalgia, de Mircea Cartarescu… Pero elegiré aquí, quizás, por el libro que nos abrió a un público realmente amplio, que nos dio a conocer a muchos de los lectores y lectoras que ahora nos siguen: La hija de Robert Poste, de Stella Gibbons. Una novela divertidísima, british por los cuatro costados, considerada por parte de la crítica la novela cómica más perfecta de la literatura inglesa del XX, y que nos presenta a un personaje como solo se encuentra uno entre un millón: Flora Poste, una niña bien que se queda huérfana y se va a vivir al campo con sus asilvestrados familiares, los Starkadder, a los que ella tendrá que reformar casi a golpe de abanico y azada. Una parodia de las novelas rurales inglesas, encantadora, enormemente original, que yo releo una y otra vez y que recomiendo siempre que puedo.

I. ¿Nos recomiendas alguna de vuestras novedades?
ER. De entre los libros que hemos publicado en el último año en Impedimenta, destacaría Oso, de Marian Engel. Una fábula sobre la vuelta a la naturaleza que es, a la vez, una de las novelas “nacionales” canadienses, totalmente desconocida en nuestro ámbito, que narra la historia de una bibliotecaria a quien encargan inventariar la biblioteca de un coronel fallecido, situada en una remota isla canadiense. En la isla, además de la mansión del coronel, hay un oso medio amaestrado. Y poco a poco, en la soledad de la isla, entre la bibliotecaria y el oso surge el amor. La novela puede ser leída como un moderno cuento de hadas, con toques eróticos evidentes, muy transgresores, pero que no desentonan, que son muy naturales. Lo importante es que se trata de una novela que los lectores se recomiendan de unos a otros. Un boca a oreja clarísimo. Por esta novela sentimos un total entuasiasmo, y preparamos ya la tercera edición.

I. Y como lector, ¿nos recomiendas un título?
ER. A pesar de que se dice que los editores lo que menos hacemos es leer, yo leo mucho. Sobre todo en verano, que es cuando tengo más tiempo, y cuando viajo menos y puedo reposar mejor las lecturas. Este verano he devorado Aquellos años del boom, de Xavi Ayen (RBA)s. La historia de cómo se fraguó la generación de escritores iberoamericanos que cambiaron el panorama de la literatura en español de finales del XX: Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Guillermo Cabrera Infante, Carlos Fuentes, José Donoso, Julio Cortázar… Con la presencia constante de la agente Carmen Balcells y de los editores de la época: Porrua, Barral, Tusquets, De Moura… Apasionante, y una lectura imprescindible para quien se dedica a editar libros.

Isabel del Río

Septiembre 2015

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