martes, 16 de junio de 2015

Reseña: Tres abuelas y un cocinero muerto de Minna Lindgren

TÍTULO: Tres abuelas y un cocinero muerto
Primera entrega de la Trilogía de Helsinki
AUTOR: Minna Lindgren
EDITORIAL: Suma de Letras

SINOPSIS:
Siiri, Irma y Anna-Liisa son tres viudas de noventa años residentes en El Bosque del Crepúsculo, un centro privado de apartamentos para la tercera edad de Helsinki. Más que un nidito acogedor para las personas mayores, la residencia resulta un lugar siniestro en el que los ancianos se ven privados de su identidad, rodeados todos los días por enfermeros vagos e inexpertos, y obligados a hacer gimnasia, a asistir a conferencias y a tomar una gran cantidad de medicamentos prescritos por médicos a los que apenas han visto.
Parece que para las tres amigas los días ya solo traerán partidas de cartas, viajes en tranvía y asistencia a funerales. Pero en la residencia se empiezan a producir unos misteriosos asesinatos... y quizá nadie había contado con la curiosidad y el tiempo libre de unas inocentes ancianitas.
OPINIÓN:
Tres abuelas, un complot en el geriátrico, un ángel de la muerte y un cocinero muerto.
Cuando leáis esta reseña, algunos pensaréis que tengo una fijación con la muerte, pero en realidad es pura casualidad que hayamos escogido dos títulos seguidos con este leitmotiv. Aunque no me parece extraño, puesto que la muerte es parte de la vida y, sin ella, no estaríamos aquí; sólo hay que ver el ciclo que nos mantiene respirando para entender que no existe nada malo en la muerte en sí, lo oscuro está en cómo llega.
“Döden, döden, döden”*
Así pues, si la novela anterior (Los Amigos de Kazumi Yumoto**) trataba la muerte desde la visión de unos niños que se enfrentan a ella a través de sus miedos y la amistad con un anciano, en esta ocasión la conocemos desde la visión de tres ancianas que, pasados los 90 años y sintiendo la vida como una rutina, la esperan como algo necesario e incluso deseado, mientras disfrutan con energía inusitada todo lo que les brinda el día a día.
La historia empieza con la muerte de un cocinero del centro donde ellas conviven. Ese detalle, así como la frase que encontramos en la portada, nos puede hacer pensar estamos ante una novela negra, pero personalmente, durante su lectura, no he sentido que fuera de ese género. Es cierto que hay una investigación y una trama “policíaca” por el fondo, pero no son ellas quienes la llevan en primera instancia aunque hagan un par de intentonas. También es cierto que, al final de la novela, encontraremos resueltos múltiples misterios que se nos van ofreciendo a lo largo de sus 365 páginas, manteniendo al lector pendiente de la telaraña que va tejiendo la autora con maestría detectivesca. Pero, a pesar de esos puntos, no creo que pueda ser catalogada en el género negro. Eso sí, sólo es mi opinión ;P
La facilidad con que la autora nos hace adentrarnos en este universo, para algunos muy lejano todavía, para otros impensable, permite que el lector se sienta parte de ese círculo que espera el momento de la partida de cartas y el desayuno con café soluble, de tal modo que acabas por entender a los personajes y ponerte de su lado, viéndote a ti mismo desde otra perspectiva. Muchos de nosotros tenemos familiares mayores, algunos en casa y otros con cuidados especiales debido a enfermedades o a que no hay nadie que pueda encargarse de ellos 24h, pero tendemos a olvidar que son personas y que sienten una soledad tremenda que han de acallar, puesto que muchos temen resultar una carga para sus “amorcitos”. Utilizo esta palabra porque es con la que una de las protagonistas denomina a sus familiares, a quienes ella tiene en una gran estima y cree que no la visitan más porque están ocupadísimos, algo cierto en parte, pero falso en proporciones bíblicas.
No quiero desvelar los descubrimientos y giros de la trama, por lo que no seguiré ahondando en la historia, pero sí comentar que las revelaciones a las que llegarán los personajes de esta novela no sólo serán detectivescas, sino que nos hablarán de la amistad y el amor en edades en las que muchos creemos que la vida ya ha terminado, cuando no es así (sólo hay que ver a mi yayo, que con 92 años va al gimnasio y de viaje); de la soledad y la vejez, de ese cambio inexorable que se da por fuera, pero no necesariamente por dentro; y de la muerte como una compañera vital.
“—(…) Nosotros los mayores no nos morimos por nada, aunque queramos. A veces, en la residencia hablamos sobre cómo ustedes, los médicos, no parecen comprender que la muerte es algo natural. La vida acaba con la muerte, no tiene sentido ofrecerle a alguien de mi edad más tiempo y prohibirme mientras el azúcar en el café. No es culpa de la medicina el que la gente muera por fin de vieja.
El médico se giró y la miró sorprendido.
—Pero usted es una persona vivaz, con buena salud, ¿por qué habría de morir? La Directrices de Salud Actuales…
—Porque todo el mundo ha de morirse. (…) Algún día también usted morirá. Y espero que entonces tenga suficiente edad para saber lo que es la muerte y no luche contra ella”.
Es una lectura amena y ágil con momentos inolvidables y enternecedores, así como otros que te hacen partirte de risa. Además, las descripciones que uno de los personajes hace en sus viajes por la ciudad, su mayor pasatiempo, nos ayudan a conocer un paraje al que no estamos acostumbrados, al tiempo que descubrimos su historia, arte y arquitectura (vamos, que es uno de esos libros que puedes llevar bajo el brazo para utilizarlo como guía de la ciudad).
Y los diálogos son una delicia. Reales y creíbles, pero con una chispa que te hace sonreír o entender los conceptos más complejos.
Yo me he sentido un poco desinflada, pero no por la novela en sí, ni por sus personajes, que evolucionan página a página y te hacen disfrutar con sus distintas personalidades, sino por lo que te venden desde un inicio: una novela negra. Sólo hay que leer la coletilla de la portada: “De Finlandia llega la Agatha Christie del norte”. Sí, lo sé, lo dijo el The Independent, pero cuando lees eso crees que te vas a encontrar una novela como Un cadáver en la biblioteca o Asesinato en el Orient Express.
Dejando de lado el mini-chasco, un detalle que me ha enamorado son las constantes menciones a literatura noruega, autoras que yo leía de niña y con las que lo pasaba en grande son también las lecturas de estas tres ancianas. Estoy hablando, por ejemplo, de Astrid Lindgren.
ADVERTENCIA: Es una trilogía, así que para descubrir cómo sigue la aventura de estas ancianas, sus amigos y enemigos, hará falta esperar a las otras dos entregas. Eso sí, la novela es autoconclusiva, por lo que podéis leerla sin sufrir por quedaros a medias.
Resumiendo, recomiendo esta novela a lectores de todas las edades, puesto que el lenguaje es fácil de comprender y los conceptos son universales, aunque +18 sería más aproximado para comprender ciertas críticas sociales, ya que la novela en sí es una enorme crítica a cómo tratan en Finlandia el tema de la tercera edad, pero también es extrapolable a nuestra propia sociedad. No me refiero sólo a los centros, puesto que no podemos meterlos a todos en la misma olla, yo misma conozco a grandes profesionales, sino a cómo los ve y trata la sociedad en general (sólo tenemos que pensar en las batallas campales que se dan en las familias para repartirse los últimos bienes o malvender un piso de alguien que acaba de fallecer o, supuestamente, no puede valerse por sí mismo y tiene los días contados).
Una lectura divertida de tres abuelas que quieren disfrutar lo que les queda de vida y resolver los misterios del Centro Residencial Geriátrico El Bosque del Crepúsculo.

*Guiño a la novela. Es una frase que utilizan a menudo dos de los personajes. Se refiere al tema de la muerte, constante en sus vidas. Por ello “Muerte, muerte, muerte”.
**Link a la reseña de Los Amigos:

Isabel del Río

Junio 2015

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