@IsabelDlRio / @miransaya

jueves, 31 de enero de 2013

Hoy en el Tiramillas: Limpia de prejuicios tu estantería

COLUMNA

Limpia de prejuicios tu estantería

No nos permiten ver más allá
 
¿A cuántos apocalipsis hemos sobrevivido ya? Pero aun así seguimos con los mismos prejuicios. ¿Qué es el arte? ¿Qué la literatura? ¿Cuál es la diferencia entre un autor literario y el que no lo es? ¿Qué es mejor, una editorial grande o una pequeña, tener agente o no? ¿El autor ha de ser misterioso o cercano? ¿La LIJ es literatura? ¿Y la ciencia ficción o el terror? ¿Quién es más lector, quien lee a Joyce o quien disfruta con Tolkien? Sinceramente, todo son prejuicios y palabras vacías que ya empiezan a aburrir.
 
Continúa en...  http://eltiramilla.com/limpia-de-prejuicios-tu-estanteria/

domingo, 27 de enero de 2013

Nieve 20. Historia en blanco



A veces nos creemos invencibles y justo en ese instante, cuando estamos en la cima, ocurre algo que nos hace caer de las nubes y ver que no somos más que motas de polvo en el universo.
Por extraño que pueda parecer, estaba deseando ver a Lars, Joel y Tara una vez más. Algo había cambiado desde mi encuentro con Max y, casi imperceptiblemente, la calidez que daba por perdida se había abierto paso en un recodo de mi interior. El hambre seguía ahí, al igual que el deseo de correr por la nieve totalmente desnuda y olvidar cualquier preocupación, pero ahora había algo más, un sentimiento que había perdido de muy niña siendo aún humana, el amor de una familia.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Max cuando llegamos a la puerta de mi antiguo edificio.
En seguida se dio cuenta de su error, mis ojos chispearon ante lo que había sentido como una provocación y levanté el carro con una sola mano.
—¿De verdad crees que puedo necesitar tu ayuda?
Él sonrió y yo desee acompañarle, pero hice pucheros como una niña caprichosa y me di la vuelta para subir las escaleras con el carro a cuestas.
—Y estas personas que te esperan, ¿son cómo tú?
Max no había dejado de hacerme preguntas durante todo el camino: cómo había cambiado, quién era antes de la nevada, si sentía dolor, cuánta fuerza tenía, cómo hacía para moverme tan rápido… Era como si yo fuera una especie de ave rara y él un ornitólogo muy pesado.
—No exactamente —respondí deseando vibrar a mi velocidad normal y dejarlo atrás para descansar un poco de su constante parloteo—. Lars es algo así como un guardián. Creo que su misión es protegerme, aunque no entiendo cómo. Es débil, sentimental y autocompasivo.
—Vaya, pues no parece que le tengas mucho aprecio —se mofó él a mi espalda.
Medité mis palabras antes de pronunciarlas, cerré los ojos unos segundos y dije:
—La verdad es que Beth se sentía muy atraída por él, incluso se sentía segura a su lado, y eso que no habían pasado mucho tiempo juntos. Pero desde el cambio sólo percibo su debilidad, veo tiritar su falsa carcasa y cómo se asoman los rasgos afilados del Rak-Sak y eso… Bueno, digamos que no resulta atractivo.
—¿Rak-Sak? Esa palabra me suena de algo —musitó Max frotándose las manos con fuerza.
—Los hermanos, Tara y Joel son algo así como aspirantes —continué—. Tara tiene la semilla para ser una Dama de las Nieves y Joel su guardián, pero no quedan suficientes Damas como para transmitirle la lágrima de cristal.
Me volví para ver si Max estaba bien, pues de pronto se había quedado completamente en silencio. Éste sostenía un librito entre sus manos y pasaba las páginas con un deseo contenido casi enfermizo.
—…Rak-la-Sak —pronunció.
Al escuchar esa sílabas mi cuerpo volvió a vibrar hasta que un gemido de placer escapó de mis labios. Por fin me sentía libre. Max dejó ir el libro para taparse los ojos, cegados a causa del resplandor. Sus movimientos se me hacían tan lentos que tomé el pequeño volumen y lo ojeé antes de que Max pudiera cubrirse la vista. La imagen a lápiz de una bestia inmensa, parecida a un lobo, pero con unas garras y unos dientes imponentes, me hizo estremecer.
—Rak-la-Sak —susurré para mí misma antes de adecuarme a los latidos de Max y escuchar a Tara gritar mi nombre por el hueco de la escalera.

miércoles, 23 de enero de 2013

Nueva Reseña: Ondina de B. de la Motte Fouqué



Título: Ondina
Ilustraciones: Benjamin Lacombe
Editorial: Edelvives

Crecí rodeada de cuentos, historias que me contaba mi abuelo, cuentos que me leía mi madre, e incluso algunos que escuchaba noche tras noche en cintas de casete. Pero recuerdo uno en concreto que siempre me hizo sentir algo especial. La mayoría lo conoce como la sirenita, yo lo conocí como Ondina.
La historia de Ondina siempre me resultó romántica, triste y, al mismo tiempo, deseable. Un espíritu que anhela tener alma para ser humana, sentir y sufrir, vivir y morir como cualquier mujer. Para ello ha de encontrar a quién la ame de verdad y le sea fiel.
Recuerdo que, cuando era muy pequeña, todos decían que era muy revoltosa. Una pequeña paliducha y pelirroja que correteaba por todas partes y la armaba parda allí donde iba. Por ello supongo que me hablaron de Ondina, una pequeña criaturilla que unos pescadores encuentran a la orilla del río tras perder a su verdadera hija, pues a Ondina también la retratan como una niña que es revoltosa, caprichosa y muy curiosa.
La historia de Ondina cambia cuando llega un príncipe al que sus padres dan cobijo de la furia de una tormenta. El amor nace entre ellos dos, Ondina le ama hasta tal punto que su forma de ser cambia y se vuelve un ser bondadoso, cariñoso y humilde. El príncipe se enamora de la belleza de la muchacha y, tras casarse con ella, la lleva a su palacio, sabiendo de labios de la propia joven que ella no es una muchacha normal, sino un espíritu del agua, y si él deja de amarla sólo por un segundo algo terrible podría ocurrir.
No voy a desvelar más para aquellos que nunca hayan leído la historia, pero como ya imaginaréis, teniendo en cuenta que no soy muy amante de los finales felices, la historia no termina precisamente bien, aunque tampoco mal. El blanco y el negro no existen más que en nuestra imaginación y la mayoría de finales reales son grises. Cada cosa queda en su lugar, donde quizá debería haber permanecido desde un principio, pero con un eco lejano del recuerdo de lo que pudo haber sido.
Ondina es una historia que me ha acompañado siempre y estas Navidades recibí un regalo precioso, la increíble edición que ha hecho Edelvives de este cuento (no está la historia completa, pero la edición vale muchísimo la pena). Las ilustraciones son bellísimas y los juegos con transparencias en medio de la historia hacen que te metas de lleno en ella.
Os lo recomiendo encarecidamente, como amante de los cuentos, de los libros ilustrados y de las leyendas.

Las fotografías son de la edición de Edelvives y de una edición de la Biblioteca de Cuentos Maravillosos de José J. de Olañeta Editor, con ilustraciones de Arthur Rackham y traducción de Carmen Bravo-Villasante.

Nueva Reseña en Los Libros de mi Vida:  http://loslibrosdemivida.blogspot.com.es/2013/01/recomendaciones-de-libros-isabel-del.html?spref=fb

martes, 22 de enero de 2013

Nieve 19. Pasos Blancos



Llevábamos una hora sin descansar. Parte del camino que yo había recorrido para llegar hacia el supermercado, ahora resultaba inaccesible para Max y no podía abandonarlo para ir hasta el piso donde Lars y los niños me aguardaban, aunque empezaba a estar francamente preocupada.
Unos veinte minutos después de que Max despertara, sentí una ruptura, como si una de las burbujas tuviera una brecha, y estaba demasiado lejos para comprobar qué había ocurrido.
—Algo te pone nerviosa —dijo Max a mi espalda.
Gracias a la protección que nos rodeaba, había podido aligerar su abrigo y ahora volvía a escrutarme con sus intensos ojos marrones.
—No es nada —respondí. Aunque era consciente de que él tenía un extraño poder sobre mí y podía ver más allá de mis palabras. No entendía muy bien porque, pero parecía inmune a mi frialdad.
—Puedo arreglármelas solo. Si tienes que ir a algún lado…
Un escalofrío recorrió mi columna y me tensé. Con un movimiento que pasó totalmente desapercibido a Max, me coloqué a su espalda, con mis manos rodeando su cuello.
—Por supuesto —susurré a su oído—. ¿De verdad crees que sobrevivirías dos minutos sin mí?
Max sonrió, parecía gustarle aquello. O era un morboso o buscaba la muerte.
—Sé que me has protegido con algo, pero si eres capaz de mantenerlo, no veo por qué no podría aguantar hasta tu regreso —. Se volvió hacia mí y musitó—. Soy consciente de que estoy a tu merced.
Mi pulso se aceleró y sentí unas súbitas ansias por salir corriendo, pero me mantuve ante él, conteniendo lo que parecía invadirme por momentos ante su presencia.
—Si me voy no podré protegerte de ellos —dije señalando hacia la nieve.
Los edificios a penas se veían a través de una espesa niebla blanca que nos rodeaba, los copos no dejaban de caer como una lluvia de primavera, y todo cuanto podía verse era blanco… Al menos para Max.
—¿A quiénes te refieres? —dijo relajando la postura que tan nerviosa me había puesto y convirtiendo sus ojos en dos rendijas que buscaban en el horizonte.
Me parecía imposible que no los hubiera percibido. Llevaban siguiéndonos desde que habíamos salido del edificio donde él se escondía. Eran al menos una docena. No hacían ruido ni dejaban huellas en la nieve, pero para mí eran tan visibles como una gota de sangre en una copa de nata.
—Digamos que no son amigos —expliqué dándole un suave empujón para que continuara en la dirección opuesta.
Max no preguntó. Dio media vuelta y caminó obediente, mirando por encima del hombro cada movimiento que yo realizaba y, a nuestras espaldas, sentí los ojos sin vida de doce fantasmas que pronto serían muchos más.

viernes, 18 de enero de 2013

Astrid, capítulo 74 : Sin rumbo


Martes, 4 de noviembre de 2008
En Barcelona

Las calles de Barcelona me parecen inhóspitas y extrañas. Siento como si nunca hubiera estado en ellas. Tengo frío y hambre, pero no tengo dinero y no puedo volver. Su sangre, reseca y marrón, sigue cubriendo mi mano, mi bolsillo está lleno de ella. No sé cómo está, ni qué le ha ocurrido.
Mis pasos resuenan en la madrugada. No hay nadie en la calle, sólo algunos gatos deambulan buscando el calor de sus guaridas.
¿Astrid?
Una voz conocida, una voz temida. Me giro y veo a Noa. Está despeinado y con la camisa medio desabotonada; viene de haber pasado la noche de discotecas.
¿Qué haces aquí?
Salgo corriendo. Pero él es más rápido y tiene las piernas más largas, me alcanza fácilmente.
¿Por qué huyes de mí?
Me agarra y ve mi mano. Sus ojos me examinan buscando la herida.
¿Cómo te lo has hecho?
La sangre no es mía respondo.
Él palidece.
¿Cómo? ¿Y de quién es?
No puedo continuar con esta conversación. Siento que eso vuelve. Quiere robarme el control. No quiero hacerle daño. 
Mi puño golpea su cara y siento un “crek” bajo mis nudillos. Las lágrimas brotan de sus ojos a la vez que, de nuevo, veo el rojo intenso de la sangre. Me suelta atemorizado. Me quedo quieta, mirándole, y lo comprendo: he de marcharme o le haré algo mucho peor.
De nuevo me interno en los callejones oscuros. Ahora no le escucho seguirme. De nuevo estoy sola y no sé a dónde me dirijo.

Una entrevista a Otros Mundos en El Rincón de la Magia

El equipo de El Rincón de la Magia entrevistó a algunos miembros de Otros Mundos y esto es lo que ocurrió:
http://elrincondelamagia-libros.blogspot.com.es/2013/01/entrevista-editorial-otros-mundos.html?m=1

lunes, 14 de enero de 2013

Viaje a Zaragoza y charla en Cálamo Infantil


Un viaje hacia recuerdos del pasado, hacia futuros posibles, hacia leyendas antiguas y amigos presentes, eso es lo que he hecho este fin de semana: viajar.
El sábado, a las 6 de la madrugada, salimos en coche desde Barcelona para estar en Cálamo Infantil, Zaragoza, antes de las 12 del mediodía. El viaje fue divertido y ameno, yo soy charlatana y mi compañero de locuras bromista, así que pasamos un buen rato en la carretera. Una vez en Zaragoza, cuál fue mi sorpresa al llegar a la librería Cálamo y ver que ya me esperaban.
Me reencontré con amigos, como Sandra Andrés, escritora que conocí en la primera presentación que hice en Zaragoza hace ya tres años en El Pequeño Teatro de los Libros; también con amigos que sólo conocía por internet, como Lucía Arca, escritora y bloguera que conocí a través de una entrevista para La Pluma del Ángel Caído; y amigos lectores de todas las edades, como los componentes del club de lectura infantil y juvenil de Cálamo, quienes ya leyeron la primera parte de La Casa del Torreón con 9 añitos y me venían a ver este sábado con la segunda parte bajo el brazo y un montón de preguntas.
Las sonrisas, las charlas y las firmas fueron circulando por Cálamo desde las 11.45h hasta pasada las 13h, algunos venían a saludarme antes de ir a atender compromisos, otros venían a toda prisa antes de un partido con el cole, y otros se quedaron durante la charla informal que compartimos unos cuantos a partir de las 12.30h.
Fue todo un placer ver de nuevo caras que recordaba de hace años y poder responder a preguntas como: ¿y por qué Cris hace eso al final?
Después de la firma de ejemplares y fotos de rigor, algunos fuimos a tomar una caña y, de camino al Coso para comer, las sorpresas y risas continuaron.
Esa tarde hice de guía por Zaragoza a mi ninja y, al día siguiente, a pesar de las malas expectativas de primera hora –lluvia, fiebre…- viajamos hasta el Castillo de Loarre y descubrimos los secretos de siglos y siglos que se esconden tras sus torres y murallas.
Gracias a todos por un fin de semana increíble y nos vemos muy prontito

miércoles, 9 de enero de 2013

domingo, 6 de enero de 2013

Nieve 18. Ángel de hielo


En cuanto puse un pie en el rellano sentí un alivio inmediato. El aire era más ligero y limpio, el frío restauraba mi piel, o más bien la cambiaba, pues a cada segundo que pasaba me alejaba más de la Bethannie que un día fui.
Él iba completamente cubierto, aunque eso no le salvó de recibir una fuerte sacudida cuando empezamos a bajar las escaleras. Max temblaba de pies a cabeza de tal forma que todo su cuerpo se convulsionaba. Temía que no llegáramos siquiera a la calle. Quizá yo no lo percibía, pero el frío que nos rodeaba empezaba a ser imposible para cualquier forma de vida que hubiera conocido en el pasado.
Le observé a través de su expresión física, de sus movimientos, y comprendí que iba a perder el conocimiento. Su organismo exhudaba vapor, tratando de conservar el poco calor que quedaba en él, y eso le estaba llevando al límite. Tomé sus manos cubiertas por dos pares de guantes de nieve y lo atraje hacia mí. Sentí su cuerpo frágil y quebradizo entre mis brazos, contra mí pecho. Estuve tentada de apretarlo de tal forma que se partiera en dos y así beberlo, comerlo, saciar lo que mis tripas pedían retorciéndose en mi interior, pero entonces Max respiró profundamente y murmuró algo. Debía estar inconsciente porque repetía una frase inconexa tras otra y el pasamontañas que cubría su rostro empezó a humedecerse por sus lágrimas.
Suspiré aliviada al comprender que no podría hacerle daño a pesar del hambre que sentía. Por algún motivo, Max despertaba en mí sentimientos que creía muertos.
Me concentré y sentí como una nueva burbuja me rodeaba, nos rodeaba, y lentamente él dejó de temblar, su corazón recuperó el ritmo, sus dientes ya no castañeaban y relajó los músculos.
Cedí y me dejé caer sobre las baldosas grises de la escalera. Abracé a Max y lo acuné con dulzura. Cuando abrió los ojos no sé qué pudo ver, pero alzó una de sus manos enguantadas y posándola en mi mejilla dijo:
—Eres un ángel, ¿verdad? Es eso.

viernes, 4 de enero de 2013

Actividades literarias en Excellence, Enero


Este mes empezamos con un taller de escritura que durará varios meses. La conferencia de presentación será el 23 a las 19.15h y el taller empezará el 30 a las 15.30h.
Otra actividad que empieza en Enero, en colaboración con Los Libros de Bastian, tendrá su conferencia de presentación el 31 a las 19.15h. 
Y por supuesto no podía faltar una presentación, este mes de la novela "El hombre que nunca lo fue" de Sara Grissom, el 29 a las 19.15h.

Ah, y no os perdáis la proyección de la Educación Prohibida en nuestro CineFórum, el 8 a las 18h.

martes, 1 de enero de 2013

Astrid, capítulo 73: El monstruo que hay en mí


Lunes, 3 de noviembre de 2008
En Barcelona

Su espalda contra la pared. Mi mano bajo su camisa. Le desato el sujetador con un “clik”. Pero esta no soy yo. La sombra se divierte con Tánit y ella cree que está conmigo, que estamos juntas, cuando en realidad estoy apagada, en segundo plano… Debí apartarla de mí, no quería utilizarla de refugio, no quería que fuera un juguete para sus juegos.
Te quiero Astrid gime Tánit cuando mi mano se hunde entre sus muslos.
Yo a ti contesta mi voz.
Una sonrisa macabra se dibuja en mi rostro.
¿Quieres jugar? digo entonces.
¿A qué? pregunta sonrojada y con el corazón desbocado.
Verás cómo te gusta.
Mi otro yo la ata a la cama. Sus manos están aferradas a los hierros y no puede moverlos. Me siento sobre ella. Tánit ya no parece tan excitada, se está poniendo nerviosa, no le gusta.
Astrid, estoy incomoda, ¿puedes soltarme?
Sí cariño contesto , sólo será un momentito.
Mis manos agarran su cuello. Intenta pedir auxilio, así que mis labios se lo impiden. Frenética, se mueve, se agita.
Vamos, sigue, sigue… Agótate le digo al oído.
Mis lágrimas ruedan por las mejillas frías de mi rostro. Tánit empieza a ponerse de un color desagradable. Su cuerpo deja de moverse…
La puerta de la entrada se cierra. Siento mis manos alrededor del cuello caliente y sudoroso de Tánit. Vuelvo a ser yo, de nuevo estoy aquí. La desato y compruebo si respira. Por suerte, sólo se ha desmayado. La tapo con una manta y voy al baño. Tío Bernard me saluda, pero yo no puedo detenerme. Mis rodillas chocan contra las baldosas. Mis codos se clavan en la cerámica del váter. Las arcadas hacen que tío Bernard venga corriendo.
Astrid, ¿estás bien?
Veo a Tánit asomada a la puerta de mi habitación. Su mirada se cruza con la mía y lo único que veo es terror en sus ojos. Sale corriendo y la puerta se cierra de golpe. Tío Bernard se gira.
¿Quién estaba contigo? ¿Qué está pasando aquí?
Levanto la vista y me limpio la boca con el dorso de la mano. No había nada en mi estómago para sacar. Ella, la sombra, está volviendo.
Laura me dijo algo musito.
Tío Bernard tiene que aguzar el oído para entender lo que estoy diciendo.
Dijo que deseas aquello que no es tuyo, pero que no te atreves a tomarlo.
Sus ojos se desorbitan. Creo que sí pasó algo entre ellos. Ahora no sabe cómo reaccionar, la sorpresa y la rabia se mezclan en sus gestos.
¿Era Noa? ¿Has vuelto a estar con Noa? ¿Es eso?
Me acosté con Mario.
No, no, no… ¿Cómo he podido decir eso?
La mano de tío Bernard choca tan fuerte contra mi cara que caigo al suelo. Me quema la mejilla y me retumba la cabeza.
Astrid… yo.
Se arrodilla. Me tiro sobre él y le muerdo. Le hiero. Le araño el brazo, clavo mis dientes en su cuello y mi lengua se enreda con la suya, ambos tirados en el suelo del baño.
Ahora es mi espalda la que está aprisionada contra las baldosas. Él demuestra una pasión que nunca pensé que pudiera tener. Lloro, lloro de felicidad porque me desea, porque no estaba loca al pensar que él pudiera amarme. Y entonces sus risas se intensifican en mi mente, justo a tiempo para escuchar de los labios de Bernard el nombre de mi madre.
Mi bota golpea su boca y él recula con el labio partido. Me levanto y salgo corriendo. Desesperada, trato de llegar a la puerta. Bernard me alcanza y me agarra del brazo.
Astrid, no, por favor, no te marches. Lo siento, no sabía lo que hacía…
Se cubre la nariz y la boca con la mano que le queda libre. Veo los cuchillos de cocina y agarro uno sin darme cuenta. El filo se hunde con facilidad en su costado, como si fuera mantequilla. Él me suelta y cae. Mi mano, manchada con su sangre, suelta el arma. Las lágrimas ruedan por mis mejillas.
Salgo a la noche. A la oscuridad. A donde pertenezco.