lunes, 27 de febrero de 2012

A Misina


El ser más bueno y dulce que ha habido en mi vida llegó hace tres años tan pequeñita y cabezona que se ganó el mote de Gremlin sólo cruzar la puerta.

La primera vez que la vi ya quedé enamorada, diminuta e indefensa entre todos sus hermanos. Sólo había dos detalles que la diferenciaran a simple vista de los demás, las canitas que le cubrían el lomo y que cuando la tome en mis manos, en lugar de llorar, se me quedó mirando fijamente y maulló. Fue como si dijera: “Al fin llegas”.

Pasó por muchas etapas, desde en la que no podía dejar de seguirnos de un lado a otro y cruzarse entre nuestros pies, a la rebelde en que tomaba carrerilla y tiraba la tumbona sólo para demostrarme que ella era más chula que nadie.

Era especial, muy especial. Cuando llegaba a casa era la primera en venir a darme el parte con toda su charla a base de maullidos. Le encantaba estar junto a los libros y acompañarme mientras escribía o buscaba información por internet.

Siempre estaba ahí. Por las noches hacía de vigía, ya fuera a mis pies o en mi mesita de noche. Y cuando venía alguien a una sesión, trepaba a su lado y la husmeaba hasta encontrar el lugar idóneo donde colocarse y dar su calor.

Pero lo más importante es que era la mejor amiga y maestra que uno pueda desear, siempre atenta, siempre cariñosa y en todo momento con grandes enseñanzas de sencillez y amor. Ella sabía disfrutar de la noche en el alfeizar del salón, del sol en el balcón y de las cenas con amigos o familia, hecha una bolita bien cerca o en nuestros regazos.

Gracias por elegirnos Misina. Te queremos y siempre estarás en nuestros corazones. Hasta pronto.







27 de febrero de 2012