@IsabelDlRio / @miransaya

lunes, 6 de febrero de 2012

Nieve 05. Miedo



A veces no es tan buena idea enfrentarnos a nuestros miedos, pues éstos pueden devorarnos.
Si he de ser sincera, en mi fuero interno deseaba que nadie respondiera el mensaje. No me gustaban los extraños, a duras penas soportaba mucho tiempo a los conocidos, era un ser antisocial que necesitaba a los otros. Me entraba agobio sólo de pensar que alguien respondiera y me viera obligada a darle mi dirección o a salir de casa.
Mis peores temores se hicieron realidad en menos de media hora. Justo cuando ya empezaba a respirar tranquila, a pesar del frío que cada vez era más intenso, un mensajito entró en mi buzón. Me extrañó que no contestara públicamente, pero aun así o abrí: “Si necesitas ayuda estoy muy cerca, pero no vendré solo”.
El mensaje me dejó dubitativa. Cuando decía que no vendría solo, ¿a qué se refería exactamente? Por supuesto se refería a otros, pero eran conocidos suyos o quizá los mismos que habían escrito sus posts de auxilio. Espanté esa idea de mi mente, ya que muchos de ellos no estaban cerca ni por asomo. Me froté las manos en busca de calor y teclee mi respuesta: “Bien, seréis bien recibidos, traed todo lo que podáis para calentarnos, no tengo muchas mantas”.
Al momento me arrepentí. Iba a abrir mi puerta a unos desconocidos, ¿y si se aprovechaban de la debilidad que muchos estábamos demostrando durante esas horas para robar? Una imagen cruzó mi mente y la deseché, no quería pensar en eso ni por un segundo. Si venían con malas intenciones sólo robarían, me repetí como un mantra.
De pronto el timbre de la puerta arrasó con el silencio congelado y los aullidos del viento. Di un bote en el sofá y corrí hacia ella para ver quién había al otro lado. Un hombre de unos treinta con chaquetón largo negro, una anciana que tiritaba bajo una manta y dos niños ataviados con abrigos de montaña esperaban junto a la escalera.
—¿Qué desean? —pregunté sin apartarme de la mirilla.
El hombre se acercó hasta que pude ver claramente sus ojos de hielo.
—Tú nos has llamado, Beth.

Isabel del Río
Febrero 2012