Decimos querer ser libres, pero cuando vemos que se asoma esa posibilidad nos asustamos y buscamos a alguien que decida por nosotros.
Ante aquella situación cualquiera habría echado a correr, o quizá sólo yo, quizá soy tan cobarde que enfrentarme a un supuesto destino me revolvía las tripas. Fui directa a la puerta y la abrí. Una sola bocanada de aire del que se respiraba en la escalera me convenció de regresar al interior.
—Esta temperatura es imposible —dije abrazándome a mí misma, con los párpados apretados a causa del dolor punzante que sentía en la garganta y el pecho.
—Así debería ser, pero la situación se ha descontrolado. Eres libre de elegir, pero necesitamos tu respuesta —insistió Lars.
Ellos seguían allí, como el reflejo de un mal sueño, y no deseaba darme la vuelta ni continuar aquella conversación, sólo quería salir de casa, encontrar a mi madre y aclararlo todo.
—No darás con ella —dijo entonces la anciana a mis espaldas.
—¿A quién te refieres? —pregunté con el corazón en un puño.
—Esa mujer que te hacía de madre está muerta, como casi todos los demás.
Debería haber llorado, sentir algo al menos: nauseas, rabia, incredulidad… Pero sabía que decía la verdad y no me importaba.
—Tienes que hacerlo —dijo Tara dándome la mano—. Yo no puedo.
Conté sus cinco deditos, pequeños y sonrosados a pesar del frío. ¿Cómo podía tratar de huir cuando la otra posibilidad era que esa niña hiciera mi papel?
—No puedo tomar esa decisión —musité.
En ese mismo instante me arrepentí de mis palabras, no había pensado qué significaban. De pronto mi corazón se detuvo, un fuerte dolor opresivo y ardiente golpeó mi pecho y me paralizó. Caí al suelo, sin vida.
Lars se acercó a mi cuerpo y me buscó el pulso.
—Esto no tenía que pasar… No de esta manera —dijo.
—Pronto todo volverá a su cauce —respondió la anciana que segundos antes había colocado su mano en mi espalda.
Tara y Joel se quedaron muy quietos, de nuevo uno al lado del otro. Sus ojos reflejaban miedo, pero no movían un músculo, era cómo si el horror que habían presenciado desde el principio de las nieves les hubiera dejado sin capacidad de respuesta.
—¡¿Cómo puedes decir eso?! ¡¡Beth era nuestra única posibilidad!! —rugió Lars transformando su hermoso semblante en un rostro azul, afilado y terrible.
—Cálmate. Como he dicho…
Su frase quedó prendida del aire con un fino alfiler. Dejó escapar su último aliento, los ojos que miraban hacia el joven cuerpo sin vida se volvieron blancos y frágiles, la piel se tornó gris y sus manos dejaron caer la manta con que se cubría.
Él no podía creerlo, miró a los niños atemorizados y recobró su aspecto humano. Se alzó y acercó sus dedos a la mejilla de la anciana, para ver cómo su cuerpo se convertía en una montaña de nieve inmaculada mezclada con ropas harapientas. Lars volvió sobre sus pasos y examinó de nuevo mi cuerpo.
—Estamos solos… Tara, vas a tener que hacerlo tú.
—Pero no puede, la anciana dijo… —protestó Joel.
—No hay alternativa —insistió Lars cabizbajo.
La niña se aferró a su hermano, no dejaba de recordar la cara de su abuela cuando la encontraron en la cama. Ella pensaba que también iban a mirir, pero Lars llegó y los salvó. Tenía miedo, pero no quería que su hermano muriera.
—Lo haré —susurró Tara.
El silencio se adueñó del salón como en un funeral, y fue precisamente eso lo que les permitió escuchar un sonido muy leve que les había pasado desapercibido. Lars examinó la mujer que yacía inmóvil ante él: no tenía pulso, el corazón no latía, no respiraba, pero aun así había empezado a vibrar imperceptiblemente.
Isabel del Río
Marzo 2012
Uff....quiero saber que sucede despues!!!!
ResponderEliminarEscribes fenomenal Isi, a esta friki la tienes enganchada a tu Nieve!!!!!
:-)))))))
Besitttooosss!
Rebeca.
Gracias Rebeka, me alegra que te sté gustando. Es complicado escribir así pork no puedo revisarlo a penas y me pongo con cada capítulo cuando tengo un momento (por eso las entregas no siempre salen con el mismo tiempo de diferencia), espero que vaya cada vez paramejor y no decaiga ;)
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