domingo, 18 de enero de 2009

Astrid, capítulo 29: Tropezando una y otra vez


Martes, 25 de marzo de 2008

En Barcelona


"Martes. Fin de Semana Santa y de nuevo a clase.

Hoy me encontré con Tánit en el recreo. A pesar de ir al mismo curso no coincidimos en clase, así que no pude verla hasta las once. Le di una hoja con mi opinión escrita a mano y ella se la guardó sonriente mientras me invitaba a que la acompañara en el almuerzo.

—Veo que Noa no te habla demasiado —dijo —. ¿Habéis discutido?

—Es más complicado que eso —respondí.

Al principio me pareció una chica sosa, alguien que no debía tener nada en común conmigo, pero ahora me sentía cómoda a su lado, podía ser yo misma sin que me mirara mal ni buscara nada a cambio.

— ¿Es por lo de que sólo sois amigos? —preguntó con sorna.

—No —estaba segura de que no era eso lo que le alejaba de mí —, tiene que ver conmigo, pero no con nosotros.

—Ya… -sonrió —Pues debe ser algo muy feo para que no quiera hablarte.

—Mi tío dice que necesita tiempo —sus ojos brillaron bajo la montura azul marino. — ¿Qué ocurre? —pregunté.

Tánit es muy chismosa, no es que no pueda confiarle un secreto, por ahora no la he visto contar cosas mías a nadie, ni me ha explicado rumores sobre otros, pero quiere saberlo todo sobre todos, no hay detalle que se le escape.

—Has dicho “mi tío” —comentó.

—Sí, ¿y?

—Pues que nunca dices “mi tío” —se ajustó las gafas empujando el puente con el índice derecho —, le llamas Bernard.

Pensé en ello. Era cierto. Las náuseas, reclamando mi atención hacia pecados cometidos pocos días antes, retorcieron mi interior y me rugieron las tripas.

— ¿Qué ha pasado? —me interrogó.

—Nada, simplemente le he llamado así, en definitiva es mi tío —dije nerviosa.

—A mi no me engañas —respondió inquisitiva —, algo ha pasado, te está ocurriendo algo y no me lo quieres contar.

Molesta, sintiéndome acorralada, me levanté de golpe y la miré con la vista turbada.

— ¡Pues sí, no quiero contártelo! ¿!Qué pasa?¡ ¿Hacemos un trabajo juntas y ya te crees mi mejor amiga? Deja de meterte en asuntos ajenos —grité furiosa.

Algunos compañeros que oyeron mi arrebato nos observaban sorprendidos. Tánit se sonrojó, se puso en pie y salió corriendo; creo que estaba llorando. Después de seguir su trayectoria todas las miradas se clavaron en mí, sus ojos me acusaban con toda la razón, me sentía indefensa pero eso no me daba derecho a hablarle así. Unos metros más allá Noa también me observaba, hizo un gesto de negación con la cabeza y caminó con paso rápido hacia donde Tánit había desaparecido."

—Todo lo estropeo —pienso en voz alta cerrando el diario y dejándolo en el cajón de la mesilla —, mejor que esté sola.

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