martes, 25 de noviembre de 2008

Presentación del 23 de Diciembre

Buenos días a todos,

A pesar de todos los problemas que me está dando la editorial, la presentación del 23 de Diciembre en la librería Excellence sigue adelante.

Por suerte me han llamado y, otras librerías que han sabido de mi situación, me han conseguido ejemplares para que esa celebración sea posible.

Así que todos quedáis invitados. Para mí será una gran alegría veros allí en la que, seguramente, será la última presentación de este libro.

LUGAR: Librería Excellence (Barcelona)

DÍA Y HORA: 23 de Diciembre a las 20.15h

Un abrazo,

Isi

lunes, 24 de noviembre de 2008

Que empiece el juego

Hoy me ha llegado la primera remesa de relatos para el I Concurso Ovelles Elèctriques. Esta tarde me pondré a ello y sigo pensando... ¿Qué hago? ¿Los destripo o soy buena?
Un abrazo a todos y suerte a los que estáis participando.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Astrid, capítulo 28: Cuando errores desgarran felices momentos

Domingo, 23 de marzo de 2008

En Barcelona


Tío Bernard me prometió que iríamos a pasear por la ciudad, así que, con Babilonia cerrada y las cuentas y papeles en un cajón, me ha llevado al Parc de la Ciutadella.

El viento hoy parece más manso que ayer, estos días se ha comportado como si alguien le hubiera ofendido, remetiendo contra todo lo que encontraba a su paso, llevándose con él aquello que no estuviera bien sujeto. Desde la librería, colocando libros y atendiendo a curiosos, la mayoría extranjeros que han venido a España para ver la famosa Semana Santa, aunque según mi opinión para eso venir a Barcelona es perder el tiempo, podía contemplar los arrebatos del enfurecido viento y los estragos que hacía pasar a las personas que intentaban pasear por las calles grises de la ciudad; chicas con pelo revuelto corrían junto a sus novios o amigas gritando como bobas, como si eso fuera a amansar la rabia que los céfiros sentían por sus largas melenas, ensañándose con ellas.

El cielo de un azul de mil tonalidades se intercala con las nubes espesas, blancas y grises. A intervalos el Sol sonríe a los paseantes y a los niños que juegan bajo su luz. Las gárgolas y estatuas: grifos, dragones, quimeras y dioses griegos,… guardan las fuentes y a sus habitantes. Olas de luz blanca se reflejan en las alas de los colosos de piedra, los patos nadan y chapotean a su alrededor, y los niños juegan sin temor, mientras sus ojos grises, sin vida aparente, vigilantes, no dejan que ninguna sombra se aproxime. Unos metros más allá el sol ilumina la marquesina haciendo resplandecer el mármol de sus escalones, coloreando el tejado negro que protege de las inclemencias del tiempo a sus visitantes. Los timbres de las bicicletas, las risas y gritos de los niños, los distintos silbidos y gorjeos de los pájaros, el viento entre las hojas,… el canto del parque lo inunda todo enmudeciendo los coches y rugidos de la gran ciudad.

—Astrid, ¿te gusta? —pregunta tío Bernard.

—Mucho —respondo sonriendo.

Hacía ya tiempo que no sentía tanta calma. Me siento segura junto a él, apoyando mi cabeza en su hombro, sentados en un banco, observando el ir y venir del día.

— ¿Quieres que nos sentemos a comer algo en la hierba?

Asiento con la cabeza y cojo su mano alegremente. La siento, cálida y fuerte, aferrando la mía. Mi corazón se alboroza y mis mejillas toman el color de las flores de los arbustos que crecen a los laterales del camino.

— ¿Te ocurre algo? —Pregunta —Estás colorada.

—No, nada, sólo pensaba, estoy muy a gusto contigo aquí, lejos de todo y de todos.

La miel de sus ojos parece derramarse bajo los brillos del sol, sus labios me muestran que él también se siente feliz junto a mí.

Se sienta sobre el verde césped, apoyando su espalda contra un árbol, yo me acomodo a su lado y él me abraza divertido, haciéndome cosquillas.

— ¡Para, para! —me río.

El también ríe, alegre, feliz,… Ambos somos felices al estar juntos. Y entonces sucede, entonces lo hago, me equivoco, fallo, erro, soy una estúpida. Mis brazos rodean su cuello, mis ojos velados no ven su reacción cuando mis labios rozan los suyos, cuando le beso olvidando que no debería hacerlo. Él se estremece, no me rechaza, pero tampoco me corresponde. Cuando me aparto veo el hielo en su mirada, sus ojos, siempre tan cálidos, se han apagado. Lívido me contempla con los brazos a los lados. Yo me aparto espantada, ¿cómo he podido hacerlo?

No decimos nada, ni una palabra, no lo comentamos ni en ese momento, ni cuando comemos los bocadillos que preparó antes de salir de casa, ni a nuestro regreso en un incómodo silencio, ni siquiera cuando las luces se apagan.

Sola, tendida en la cama contemplo el techo. Un nudo presiona mi garganta, una terrible tristeza, una angustia asfixiante me invade. Ahogo mi llanto apretando mi cara contra la almohada. Él no ronca, no está dormido, sigue despierto, turbado por lo acontecido. Pero yo sé que ahora me odia, me odia por obligarle a pensar en esto.

Empezando a trabajar en serio para mi proximo libro

Hola a todos,

No puedo dar muchos detalles, es top secret, pero estoy empezando a trabajar mi próximo libro gracias a un par de trozos de pan mojados en tinta que son lo mejor que ha parido las letras.

Así que darles las gracias por adelantado, a ellos que saben quienes son, y a los demás dejaros en vilo, ya iré dando noticias.

Un abrazo,

Isi

sábado, 15 de noviembre de 2008

Grup Senar es un fraude

Buenas noches,

Os escribo este mensaje porque hoy me he enterado de unos hechos que lo han cambiado todo.

Me siento engañada y, lo peor de todo, es que no he sido la única. Estaba tan ciega con ilusiones alimentadas por palabras falsas que no me di cuenta de que me estaban utilizando. Por eso, lo primero que quiero hacer es pedir perdón, perdón por haber propiciado que otros también tuvieran esperanzas ante Grup Senar y sus editoriales.

Grup Senar, Maikalili y Penombra d’Argent no son de fiar. Todos los que hemos trabajado para ellos (como empleados o autores) nos sentimos engañados, timados y vapuleados. A mi, en concreto, me deben una gran cantidad de dinero y lo único bueno que ha salido de todo es un libro que, si no fuera por otro trabajador engañado, no estaría en las librerías.

Así que, por favor, pido a todos aquellos que hayáis sufrido sus embustes que no os quedéis quietos y, también, que perdonéis mi estupidez por haberlos defendido en algún momento.

Atentamente,

Isabel Del Rio

jueves, 6 de noviembre de 2008

Astrid, capítulo 27: La dama del viento

Miércoles, 19 de marzo de 2008

En Barcelona


El viento aúlla golpeándose contra los cristales. La piel de todo mi cuerpo siente cada fibra de la camiseta, mi vello erizado parece la pelusilla dorada de un bebé. Me cubro con una manta de lana azul y observo un árbol bailando frenético la danza del aire helado. Ha refrescado de un día para otro, como si el tiempo hubiera enfurecido, y la oscuridad se ha cernido sobre la ciudad. Los edificios grises han sido azulados todo el día, era como si llevara puestas unas gafas de cristales color añil.

Ha sido un día extraño, no triste, sino apagado. La gente paseaba por la calle, siguiendo sus rutinas, parándose distraídamente ante el escaparate de Babilonia, pero era como si a todos ellos les faltara la luz, la vida que ilumina sus ojos, como si estuvieran muy lejos de allí sus almas.

Cambiando de canal, tío Bernard, ve las procesiones que inundan las calles de otras ciudades y pueblos, contempla las hermosas fallas que ya habrán empezado a arder bajo llamas colosales, devoradas por demonios de fuego, o quizá ángeles. Aquí nada nuevo ocurre, ninguna virgen a picado a nuestra puerta, ni Cristo a salido a pasear cargando con su cruz, aquí ha sido un día más, sin pena ni gloria, gente trabajando, niños de vacaciones, y parados deseosos de que terminen.

Noa hoy me ha saludado, al menos algo sí ha sucedido. No me ha dicho gran cosa, sólo los buenos días y las buenas noches, pero es un paso adelante, o eso es lo que me esfuerzo por creer.

Tánit me llamó al mediodía desde el pueblo de su padre para preguntarme como llevaba la redacción de mi opinión personal para el trabajo, le he mentido, “muy bien” le he dicho, creo que se ha dado cuenta porqué ha preferido continuar la conversación hablándome de Noa. Voy a tener que presentarlos, quizá eso necesite Noa, otra chica en la que fijar sus preocupaciones, una chica mejor, más normal.

Las cartas reposan empaquetadas en su funda de seda granate sobre mi mesilla de noche, las ramas del árbol se inclinan tanto que casi parece que quieran romper la ventana y llevárselas con él.

— ¡Pues llévatelas! —grito.

— ¿Has dicho algo Astrid? —pregunta tío Bernard desde el salón al oír mi voz en grito.

—No —respondo asomándome —, sólo hablaba conmigo misma.

Sonríe y vuelve a las imágenes de la sociedad, apretadas y encasilladas dentro de esa caja cuadrada y vacía de sentimiento real.

Recuerdo las palabras de la señora Valette y siento que mi pecho se hincha nervioso con sentimientos encontrados. Tengo miedo por saber, pero también deseo conocer todo aquello que me ha sido vetado durante todos estos años. Ella asegura que mejoraré, y espero así entender por qué él me dejo, cuáles eran sus motivos, porque si no hubiera tenido motivos no se habría marchado, ¿verdad?

El viento sigue aullando, casi oigo palabras en sus lamentos, “Astrid, Aaaastriiid,..” me parece escuchar. Un rostro me observa desde el exterior de la ventana, un rostro extraño pero a la vez conocido, el rostro de una mujer, una mujer castaña de grandes ojos azules. Asustada retrocedo y me golpeo contra la pared de mi habitación. “Aaaastriiiid…” sigue susurrando el viento, pero ya no es el viento, el sonido sale de los labios de esa mujer. Empiezo a temblar, encogiéndome en un ovillo. Las manos pálidas y delgadas de la ninfa atraviesan la ventana, sus cabellos ondean dentro de la habitación como si el aire aún los acompañara. “Aaaastriiid…”, las lágrimas ruedan por mis mejillas, siento su sabor salado en mi boca, algunas abren caminos por mi cuello. Ella se acerca, sin pasos, sin tocar el suelo, sólo se acerca, vaporosa, pálida, azul como la fría luz del día marchito, y cuando llega hasta mí alarga sus dedos fantasmales, los alarga y me toca. Trato de alejarme de ella, pero yo no puedo atravesar los muros, sus dedos me acarician. “Aaaastriiid…”, no entiendo, no me daña, sus manos son frías como el hielo, pero no su voz. La miro fijamente, sus ojos me sonríen, así también su gesto, y algo musita, algo que no entiendo, pues se evapora en el aire como un suspiro cuando tío Bernard entra en la habitación.

— ¿Quieres cenar algo? —pregunta sin haberse percatado todavía de que estoy tiritando y llorando encogida contra la pared.

Llegir en cas d'Incendi

Aprovecho que estoy preparando el capítulo de Astrid para recordaros que podéis visitar el enlace del programa de radio Llegir en cas d’Incendi donde colaboro con reseñas, entrevistas, artículos, etc. No dejéis de escuchar el programa literario por Internet.

Isi