martes, 21 de octubre de 2008

Astrid, capítulo 25: Lo comprenderá

Lunes, 17 de marzo de 2008

En Barcelona

Finalmente ayer no fui a merendar con la señora Valette, si no viene hoy tendré que pedir permiso a tío Bernard y pasarme por su casa mañana. Después de la reacción de Noa a mi extraño episodio me quedé muy preocupada, no por mí, sino por él. Tío Bernard me contó que a mi padre ya le ocurrían estas cosas cuando era niño y, como vio que exaltarse no servía de ayuda, había decidido actuar de distinta manera conmigo.

—Te ayudaré a encontrarte y a seguir adelante, y mientras buscas estaré aquí, protegiéndote —dijo abrazándome al verme claramente afligida —. Yo hablaré con Noa, es inteligente y abierto, lo comprenderá.

Eso dijo, pero Noa no me había dirigido la palabra en todo el día. "Paciencia, necesita tiempo para digerirlo", repetía una y otra vez tío Bernard, pero yo creo que el problema está en otro sitio: en cómo me ve.

— ¿Y qué piensas tu de la historia? —pregunta Tánit redactando el borrador del trabajo.

— ¿Cómo? —Frunce el ceño, ha vuelto a pillarme despistada —Ah, sí, sí, muy bien, muy interesante —respondo; la verdad es que ni siquiera he llegado a leerlo entero.

—Astrid, no podemos hacer el trabajo si tienes la cabeza en otra parte —sigue mi mirada que yo creía perdida —. La parte más complicada ya la tenemos hecha, si quieres escribes tu tú opinión y otro día las ponemos en común, ¿qué te parece? —Asiento, no se merece que me comporte así, pero el trabajo es lo que menos me importa ahora mismo —. Es muy guapo —dice sorprendiéndome.

Vuelvo en mí y me doy cuenta hacia dónde apuntaban mis ojos, su diana era Noa.

— ¿Te gusta Noa? —pregunto con la boca abierta.

—Bueno, un poco —se sonroja —. Es un chico muy amable y simpático, además de guapo. Tienes suerte de que con su edad se fije en ti.

— ¿Qué? —Debe pensar que hay algo entre nosotros —Sólo somos amigos, ¡eh!

Me observa, cree que le estoy mintiendo. Se quita las gafas, sus ojos negros son profundos como pozos, hipnotizantes. Sonríe y se las vuelve a poner.

—Ya veo —cierra la libreta —. Pues tienes suerte de que sea tu amigo, los chicos de su edad no se juntan con las chicas de la nuestra. ¿Sabe ya a qué universidad irá?

Es cierto, Noa tiene 17, el año que viene será su último curso en el instituto y tiene que ir pensando qué quiere hacer con su vida.

—No te preocupes —dice Tánit como si leyera mis pensamientos —. Se nota que te quiere mucho, como amiga, no pasará de ti.

Aquella mueca extraña y ensayada, mala réplica de un gesto de alegría, se dibuja en mi rostro.

—Sí, supongo —respondo —. ¿Te apetece un café? Vamos, te invito a mi casa.

Tánit recoge las cosas guardándolas, ordenadamente, en su mochila y bajamos las escaleras de Babilonia.

— ¿Ya estáis? —pregunta tío Bernard.

—Casi —contesto —. Subimos a casa a tomar un café.

—Bien hecho, hay que reponer fuerzas. Tenemos galletas en la despensa —se despide con la mano.

Al salir siento la mirada de Noa clavada en mi nuca, cuando trato de sorprenderle ya ha desaparecido de nuevo en la trastienda.

2 comentarios:

  1. Amiga por aki estoy como siempre, no creas q te he abandonadfo, solo q por razones de tiempo vengo menos seguido

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  2. ¡¡Hola Lycette!!
    De nuevo por aquí, eso me alegra la mañana.
    Tranquila, lo del tiempo es más que comprensible, yo últimamente no tengo tiempo ni de dormir... Pero mientras de vez en cuando demos señales de vida ^__^
    Un besazo guapa

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