martes, 30 de octubre de 2007

Nuevas noticias de la editorial

Buenos días, o mediodía, amigos y lectores,
Tengo nuevas noticias referentes a la publicación de Lo Siento por la editorial Maikalili del holding cultural Grup Senar.
Según me han comentado han tenido reconfiguraciones de plantilla, además de otros problemas que les han retrasado en la publicación de los libros que ya tenían firmados. Así que sus expectativas son que Lo Siento salga antes de fin de año, y que a finales de Noviembre o principios de Diciembre reciba las galeradas y así se ponga en marcha la impresión del mismo.
En cuanto tenga más noticias os las haré saber como siempre.
Besos a todos ^__^

lunes, 22 de octubre de 2007

Noticias Confusas, un relato corto

Buenos días a todos,
Hoy os invito a leer un relato corto que escribí a finales del año pasado, espero que os guste.
Noticias confusas
Una de las secretarias de la escuela llamó dos veces a la puerta y después, con precaución pero sin timidez, entró en el aula mirando al profesor que intentaba que los niños comprendieran las claves del solfeo.
—Perdone —dijo tratando de llamar la atención del profesor —, vengo a buscar a una alumna.
El profesor intentó calmar a la clase, que ya se había descontrolado hablando, mirando hacia la puerta y preguntándose quién sería la alumna y para qué la buscaban. Dándose por vencido, indicó con un gesto de cabeza a la joven secretaria que llamara a la niña en cuestión.
—Tena —entonó con cierto cantineo —, Patricia Tena.
Una de las niñas, sentada al lado de la ventana que daba al patio de recreo, dejó sorprendida la flauta y la partitura sobre el pupitre y, buscando la mirada de la secretaria, alzó la mano.
—Ven conmigo —dijo la mujer respondiendo al gesto de la niña —, tu madre está esperándote abajo.
La niña miró el reloj de pared, aún faltaba media hora para que terminaran las clases. Recogió sus cosas en la desgastada mochila que conservaba del año anterior, le había cogido cariño. Sus compañeros la observaban cuchicheando entre ellos, no era demasiado popular. Intentando no prestar atención a las cosas que decían de ella, ni a las crueles especulaciones que se extendían rápidamente por el aula, se dirigió a la puerta y salió hacia las escaleras que daban a la planta inferior del edificio junto a la joven secretaria.
Al llegar a la puerta principal la niña vio a su madre, esperándola, con aire de impaciencia, en la calle. Ni siquiera se había quedado a esperarla dentro del edificio.
Mientras daba las gracias a la mujer que le había dado el recado y se dirigía hacia la salida, la niña empezó a preguntarse qué hacía su madre allí. Desde que empezó 3º de EGB nunca la había ido a buscar, tan sólo una vez, el día en que fríamente y con tono despreocupado le dio la noticia de que su abuelo había fallecido, ya hacía tres años de aquello, pero viéndola allí, su pose, su nerviosismo, la bolsa de papel que contenía una pieza de bollería para amortiguar el golpe a la pequeña, todo se lo recordaba.
Patricia apretó los puños, miró de nuevo a las escaleras, aún estaba a tiempo de volver a clase o de ocultarse en los lavabos, su madre no la había visto.
—Vamos —dijo la secretaria empujando con firmeza la puerta —, tu madre te está esperando.
Ya era demasiado tarde, su madre se giró y miró con un rostro sin sentimiento a la pequeña que, sintiendo el frío del invierno en su pequeño cuerpecito, empezó a abrocharse el chaquetón.
—Adiós y hasta mañana —dijo educadamente a la mujer que aún, despidiéndose de la madre y la niña, aguantaba la puerta.
La madre, una mujer de unos treinta y tantos, con pelo largo y castaño, rellenita y vestida con una falda azul marino hasta los tobillos y una chaqueta color pardo, se agachó y besó en las mejillas a su hija.
—Vamos a casa —le dijo dulcemente mientras le ofrecía la bolsa de papel.
La niña miró la bolsa, quizá si no la abría no ocurriría nada, pensó, podía ser que la hubiera ido a buscar para visitar a sus primos o, quizá, porque iban a comprar ropa. Miró a su madre que impasiblemente caminaba mirando al frente, ausente. La niña comprendió, sí que había una noticia, sólo estaba esperando el momento oportuno y, a su madre, nunca se le habían dado bien ese tipo de elecciones.
Patricia abrió la bolsa y encontró en su interior un caliente y suculento croissant de chocolate, la noticia debía ser increíble para que su madre le dejara comer una pasta como aquella sin ser siquiera fin de semana. La agarró con sus pequeñas manos y le dio un gran bocado manchando de chocolate su boca, sus dedos y el pecho del chaquetón. Temiendo una reprimenda intentó limpiar con el dorso de la mano la mancha, pero entonces su madre la sorprendió.
—No importa cariño —dijo mirando la mancha, la niña sonrió relajándose un poco del estrés que estaba acumulando desde que había oído que su madre la había mandado llamar —. A tu padre se lo ha llevado una riada esta tarde —continuó como si estuviera hablando aún del chocolate del chaquetón.
El rostro de la pequeña palideció, sus manitas, inertes, dejaron caer al suelo lo que quedaba de su merienda, sus pupilas se dilataron y se quedó quieta, helada, en el sitio. Su madre continuó andando sin percibir la ausencia de Patricia a su lado, volvió la cabeza para continuar hablando y la vio. La mujer, al darse cuenta de la situación, corrió hasta la niña y la zarandeó.
—Patricia, cariño —dijo dulcemente besándole la frente —. Tranquila cielo, no pasa nada.
La carita antes sonrosada empezó a empaparse en lágrimas saladas y ésta empezó a sollozar desconsoladamente sin poder comprender qué había ocurrido ni cómo. La mujer la abrazó con fuerza.
—Qué bruta he sido —prosiguió —, mi amor, tranquilízate, por favor. A tu padre se lo ha llevado una riada esta tarde, pero está sano y salvo —informó apretando el montoncito de ropa y lágrimas que era ahora su hija pequeña —. Tu padre está bien, te llevo a casa para que podamos ir todos juntos a buscarle al hospital.
Los ojitos color madera de la pequeña se clavaron en los de su madre. Con la manga del chaquetón se frotó la nariz y sonrió mirando a la mujer que, preocupada, aún la tenía agarrada por los hombros.
—Me he quedado sin merienda —dio como única respuesta la niña.
—Pues no sé si comprarte otro después de cómo te has puesto de sucia —contestó la madre riendo mientras la llevaba de la mano hacia la pastelería más cercana.

Recordad que espero vuestras opiniones y críticas con ilusión, no sólo las buenas, pues también aquellas que a veces hieren nuestro ego pueden sernos de gran ayuda, incluso más que las adulaciones, especialmente si éstas últimas son sin fundamentos.
Besos a todos ^__^