El
miedo nos acompaña desde niños, muchas veces para mantenernos a salvo de algo
peor, otras se nos mete debajo de la piel y nos obliga a caminar con las luces
encendidas sin motivo aparente.
Esa
sensación angustiante es lo que provoca la evolución del ser humano para
colocarse en lo alto de la cadena alimenticia, es lo que hace a la ciencia
mantener la competitividad, unos contra otros.
Es una
emoción, una construcción de recuerdos, imaginario y prejuicios cambiante y
voluble. Esta depende de la época, del lugar, de la familia, el credo, el
género, la edad... No todas las obras de terror nos dan miedo, ni todo lo que
nos produce congoja es del genero de horror, y eso es porque es subjetivo. Pese
a que todas las artes hablen de los miedos de una época y una sociedad, y sean
capaces de mostrarnos un retrato bastante fiel, no siempre encuentran en él a
todas las personas que se supone representa. De hecho, existen horrores que no
son comprendidos hasta mucho después, como si esa mente que le ha dado forma
hubiera nacido antes de su época o viajado en el tiempo para experimentar algo
todavía no existente, o que dormía desde hace mucho tiempo.
En este
artículo he querido hacer un breve viaje hacia el futuro de este sentir artístico
a través de las palabras de algunos de los autores que dejan sus huellas en la
superficie poco fiable de este género literario. Como dice mi estimado Antonio
Iturbe: «Tal vez el futuro ya se esté cocinando en el presente». Así pues, iniciemos
el recorrido, busquemos al monstruo debajo de la cama y en nuestro propio
reflejo.
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