martes, 28 de enero de 2020

Reseña de “La danza del gohut”, de Ferran Varela


TÍTULO: La danza del gohut
AUTOR: Ferran Varela
ARTE: Manuel Gutiérrez
PRÓLOGO: Mariano Villarreal
EDITORIAL: Ediciones El Transbordador

SINOPSIS
La vida de Leara Viera, una mujer de sangre plebeya que ha conseguido el modesto rango de tutora de la Academia de Tiuma, cambia de rumbo el día en que recibe un inesperado encargo de manos del mismísimo Plenipotenciario de la ciudad. Gerrin, el primogénito de este, al que se dio por muerto hace cuatro años, ha sido rescatado del cautiverio al que una horda gohut lo mantenía sometido. La alegría del Plenipotenciario, sin embargo, se ve eclipsada por el hecho de que el joven Gerrin ha perdido el juicio: está convencido de ser un gohut y reniega de la cultura humana.
La misión de Leara consistirá en reeducarlo a tiempo para el siguiente otoño, momento en que Gerrin deberá participar en la batida anual de caza de gohut y cobrarse unas cuantas de sus pequeñas y rojas cabezas para limpiar el buen nombre de su familia.

OPINIÓN
Lo que en un principio parece una historia gótica de terror, se convierte en un ensayo ético y moral en que, una sociedad creada por el autor, nos muestra las desigualdades de clase y género, así como la utopía de la libertad, con la voluntad individual como aparente único a priori del comportamiento.
Leara es una mujer que conoce su lugar en el mundo y que, como el resto de ciudadanos rasos, temen la ira de los nobles, que pueden enviarlos a la muerte sólo por una falta de protocolo. Al mismo tiempo, la protagonista de esta historia guarda en su interior algo muy peligroso, el deseo de crecer y ser más de lo que la sociedad le dice que puede ser. Eso la lleva a devenir la única tutora en la Academia —un mundo de hombres y títulos.
Su forma de ser, luchadora y altruista —pues enseña incluso a los reos condenados a muerte—, hace que el cabeza de familia de los Novon acuda a ella, encargo que le cambiará la vida a Leara y le hará enfrentar todo lo que creía saber y daba por sentado, tanto de la sociedad en la que vive como de ella misma.
Y hasta aquí puedo leer, pues hablamos de una nouvelle que se bebe en dos tragos largos, con un ritmo ágil que, a pesar de los conceptos que trata, nos conduce hacia el inevitable final.
«El firmamento se me llevó hacia arriba mientras la montaña succionaba mis pies hacia el lecho de roca, y a través de ese dolor que era gozo conecté con el kieth y lo comprendí. Comprendí que era uno y era todos; que el nudo de voluntades fluye porque el agua estancada se pudre y mata; que los ciclos se suceden porque la rueda gira sobre un eje del que no somos el centro. Entendí que en este mundo no existe más mandato que los deseos ni más dios que una Tierra que Sustenta tu cuerpo para que sienta el placer de saberse libre y un Cielo que Arropa tu conciencia para evitar que los miedos te impidan recorrer tu camino.»
A pesar de que se trata de una sociedad creada por el autor, con normas y otros pormenores sacados de su imaginación, los detalles aparecen de una forma tan natural que podemos entenderlos dentro del contexto sin perder pie. Además, este mundo y las contiendas que en ellas se suceden, nos recuerdan a momentos y sucesos históricos reales, por lo que resulta coherente y verosímil.
Recomendado a los amantes de la fantasía, de la estrategia y la ética. Una lectura que puede dar lugar al debate.

Isabel del Río
Octubre 2019