@IsabelDlRio / @miransaya

miércoles, 17 de mayo de 2017

Educar Jugando #1: Artículos explicativos y accesibles sobre las formas de educar y aprender mientras jugamos en familia

Como madre, entre mis preocupaciones principales está la estimulación y educación de mi hijo Max, como educadora y terapeuta, me formo e investigo continuamente sobre la manera de incrementar la creatividad, los valores, las comprensión emocional, etc. en la vida de pequeños, jóvenes y adultos.
Una de nuestras pasiones en casa son los juegos de mesa, nos encanta pasar momentos de ocio riendo en familia y con amigos, pero lo que puede parecer un simple pasatiempo, al nacer Max, se convirtió en mucho más. Algo que había explorado anteriormente en talleres con jóvenes y adultos, abrió sus horizontes ante un bebé que recién empezaba a descubrir el mundo.
Por este motivo, os invito a seguir la serie de artículos de ‘Educar Jugando’ que iremos colgando en la web de juegosdemesayrol.com, donde ya colaborábamos con algunas reseñas y fichas de juegos. Estos artículos abordarán distintos temas sobre la educación infantil y juvenil desde actividades lúdicas para realizar en grupo, donde aprender y divertirse se aúnen.
Espero que disfrutéis de ellos y que os sean de ayuda. Y si tenéis comentarios o alguna duda, estaremos encantados en responderos al momento o con un nuevo artículo.



Educar Jugando
Artículos explicativos y accesibles sobre las formas de educar y aprender mientras jugamos en familia
por Isabel del Río e Ivan López

La importancia del juego y su papel educativo se hace cada vez más patente entre psicólogos, pedagogos y educadores, recomendándose como apoyo escolar en los hogares, y como herramienta para fomentar la comunicación y crear lazos afectivos saludables dentro del núcleo familiar. Pero a veces nos preguntamos hasta qué punto esto es así y cómo podemos nosotros, desde el papel de padres y madres, ayudar a nuestros hij@s —ya sean bebés o recién nacidos, niños o niñas, o hayan llegado ya a la adolescencia— mediante el juego.
¿Sólo hay que introducirlos en nuestras partidas, o hay que hacer algo más? ¿Qué juegos de mesa podemos utilizar? ¿Cuáles son recomendables según su edad? ¿Existen juegos especializados para aprender: matemáticas, a leer y escribir, idiomas como el inglés, ciencias, geografía o historia?

Sois muchos los padres y madres abuelos, tíos y tías, así como maestros, que nos habéis escrito con múltiples dudas acerca de las propiedades y posibilidades del juego; preguntándonos qué podemos lograr mediante la acción lúdica. Investigando sobre los juegos de mesa modernos y clásicos que nos pueden servir en cada caso —psicomotricidad, formas y colores, números y matemáticas, letras y vocabulario, idiomas, educación emocional, sociabilidad y resolución de conflictos.
Este es el motivo por el que hemos decidido subir una serie de artículos sencillos y accesibles, informativos y explicativos, que resuelvan vuestras dudas y aporten un punto de diversión y juego a vuestros momentos en familia.
Cada jueves colgaremos uno nuevo, así que os animamos a que, si tenéis alguna duda, nos escribáis para que las podamos responder, en medida de lo posible.

“Un maestro es una brújula que activa los imanes de la curiosidad, el conocimiento y la sabiduría en los alumnos”,  Ever Garrisson.

El juego y la educación
Hoy en día estamos acostumbrados a la inmediatez. Cuando vas a un colegio o instituto ves a los niños y jóvenes con la última tecnología, desde móviles hasta tablets y consolas, y cuando llegan a casa se conectan a Internet con el ordenador o encienden la Play. Los estímulos les llueven por todas partes, la información —la mayoría no contrastada— les llega como verdadera, y sus divertimientos y momentos de ocio los pasan aislados, jugando muchas veces partidas repetitivas que no les aportan nuevos estímulos ni conocimientos, por lo que tampoco activan sus mentes —y cerebros, ya que éste crea nuevas redes neuronales a través de la novedad y del trabajo, y se vuelve “vago” ante la rutina y la facilidad.   
Como padres de un niño de casi 3 años, desde antes de su nacimiento, una de nuestras mayores preocupaciones ha sido su educación. Todavía hoy nos preguntamos si lo hacemos bien o estaremos metiendo la pata hasta el fondo. Si bien es imposible eliminar la tecnología de nuestras vidas —aunque no le dejemos tocar el móvil puede ver a todo el mundo a su alrededor utilizándolo, y lo mismo pasa con el resto de aparatos tecnológicos—, sí podemos ofrecer alternativas de juego y diversión, de adquisición de conocimiento e investigación, que le estimulen, además, podemos realizar estas actividades en familia y con amigos, en casa y al aire libre.
Durante las primeras etapas —en la edad de la guardería y preescolar—, los niños aprenden por imitación, por lo que si nos ven pegados a una pantalla, ellos harán lo mismo, si nos ven leer, ellos buscarán un libro —aunque todavía no entiendan lo que pone, sí pueden comprender las representaciones de las ilustraciones—, y si nos ven jugar, querrán participar en nuestros momentos de diversión.
Los entretenimientos didácticos en familia son una buena forma de amenizar una reunión familiar, una cena con amigos, un cumpleaños, una mañana de domingo, una tarde lluviosa, una salida a la playa, un picnic en el campo… En la actualidad, existen juegos de mesa de todas las formas y sabores, incluso algunos son a prueba de agua —zumos y papillas—, así que ¿por qué no aprovecharnos de ellos?
En casa siempre hemos sido jugones, por lo que esa afición no nos venía de nuevo cuando nació Max, pero lo que sí aprendimos —pues en el proceso de educación infantil, los padres acabamos aprendiendo tanto o más que ellos— es a ver los juegos de mesa desde otra perspectiva y a sacarles el máximo rendimiento. 

Juego de mesa: ¿qué nos aporta?
Desde que nacen, los niños tienen la capacidad de dar y recibir afecto, así como de relacionarse con otras personas. Estas interacciones con las personas de su entorno, construirán su sentimiento de seguridad y confianza en sí mismos, pues los lazos afectivos que se establecen en las primeras etapas de la vida, sientan las bases para las relaciones que tendrán en su futuro.
De forma natural e instintiva, los niños juegan, pero no sólo para divertirse, sino también para aprender, para descubrir y comprender el mundo a su alrededor. Un niño sano mental y emocionalmente es movido, curioso y juguetón, ¡y le encanta descubrir juegos nuevos!
Los expertos en psicología y educación infantil —desde bebés y educación temprana, hasta educación primaria, de 3 a 10 años, e incluso en el desarrollo de la personalidad en la pre-adolescencia y la adolescencia, desde los 11 a los 17 años— remarcan la importancia del juego como actividad esencial que favorece el desarrollo de forma integral y armoniosa. Los juegos de mesa favorecen el desarrollo cognitivo y las habilidades de los participantes, ayudando a los niños a comprender las reglas y las normas, fomentando la concentración, la memoria, la capacidad de asociación, la agilidad mental y el pensamiento lateral. 
El juego estimula al niño con la tríada pensamiento-expresión-acción, fuente de aprendizaje que permite conocer el mundo adulto: interactuando, investigando, deduciendo y aprendiendo mediante prueba y error, las herramientas emocionales —como la empatía— para relacionarse con resto de las personas.

El juego y la ciencia
El juego ha sido objeto de estudio en psicología desde mediados del siglo XX y, desde entonces, se ha demostrado que desarrollamos cualquier capacidad de forma más eficaz dentro del proceso de juego que fuera de él, porque nos implicamos; algo todavía más importante en las primeras etapas del desarrollo social y cognitivo. Desde el nacimiento, podemos empezar a jugar con nuestros hijos; un bebé es capaz de aprender mediante el juego, aunque lógicamente tendremos que buscar aquellos que sean más idóneos dentro de su edad y capacidades —pues es importante recordar que cada niño es un mundo y lo que sirve para uno, no tiene porqué servir para otro.
Mientras juegan, aprenden: sociabilidad y control de las emociones; descubren cuáles son sus habilidades destacadas y en cuáles flojean; desarrollan pensamientos alternativos para solucionar sus problemas; adquieren experiencia sobre la vida y cómo enfrentar las vivencias; comprenden las normas y las asumen; aceptan la frustración; además de desarrollar la memoria, la atención, la concentración, las capacidades lingüísticas, espaciales y matemáticas.
Entre sus virtudes, se añade un componente de sociabilidad que ayuda a luchar contra la discriminación infantil, puesto que todo tipo de jugadores, independientemente de sus habilidades, pueden participar en los juegos de mesa, y todos han de aceptar y respetar las reglas del juego, sea cual sea su rol o posición.
Jean Piaget, creador de la teoría constructivista del desarrollo de la inteligencia, define las etapas del juego según la fase concreta que esté pasando el individuo. Según sus estudios, el juego tiene la función de consolidar las estructuras intelectuales a medida que las adquirimos, y divide estas fases en tres etapas: los juegos sensorio-motrices; los simbólicos; y los juegos de reglas, lógica y estrategia. Es decir, a los bebés de 0 a 2 años les introduciríamos juegos de psicomotricidad y estimulación de los sentidos; a los niños de 2 a 6 años, añadiríamos juegos simbólicos previos a las operaciones más concretas; a partir de los 6 años ya añadiríamos las reglas y la lógica; y a partir de los 12 la estrategia.
El historiador holandés Johan Huizinga nos ofrece en su libro, Homo Ludens (1983), una imagen distinta a la que tenemos del hombre —homo sapiens, hombre que piensa, u homo faver, hombre que hace o fabrica—, alejándose de la idea preconcebida del juego y de sus consideraciones biológicas, etnológicas y psicológicas, instaurando la idea más actual del juego como herramienta de desarrollo y educación, como acto didáctico y social, mostrando el juego como un fenómeno cultural: “Jugando, fluye el espíritu creador del lenguaje constantemente de lo material a lo pensado. Tras cada expresión de algo abstracto hay una metáfora y, tras ella, un juego de palabras”, es decir, la cultura surge en forma de juego, el juego inspira al hombre y lo vuelve sociable y accesible.
Brian Sutton-Smith, psicólogo, escritor e investigador del área educativa a partir del juego, dedicó su vida a demostrar la importancia del juego dentro de la cultura, como el medio por el que transmitimos nuestros valores y las herramientas para el desarrollo psicológico, social y emocional del individuo. En su teoría, muestra el juego ligado a la humanidad desde sus orígenes: “Los juegos son un rito de iniciación. El jugador realiza una tarea, gana la aceptación de sus camaradas y siente el éxito. Se lleva a cabo una analogía de la vida”.

“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”,  Benjamin Franklin.

¿Cómo, qué y cuándo?
Podríamos definir el juego de mesa como aquel juego que se organiza alrededor de una superficie donde desplegamos un tablero o una serie de objetos —como los dados, las cartas, las fichas, etc.— y nos permite recrear una serie de situaciones y arquetipos de la realidad, representando problemáticas posibles y buscando soluciones viables. Hoy en día existen gran cantidad de juegos —que se ajustan más o menos a esta definición—, con reglas y materiales de lo más diversos, aunque todos tienen algo en común: divertir y entretener. Pero también tienen otra cara, la que nos permite actuar sobre el desarrollo —y mejora, pues los juegos de mesa también tienen efectos increíbles en personas con demencia senil y Alzheimer, por ejemplo— de aspectos mentales y cerebrales, cognitivos y conductuales de los jugadores.


Principales beneficios de los juegos de mesa para la educación de los niños:

·         Respetar y aplicar las normas.
·         Mejora la capacidad de análisis
·         Impulsan la cooperación.
·         Entender y tolerar las emociones —como la frustración.
·         Trabajan la memoria, la atención y la creatividad.
·         Desarrollan habilidades para la toma de decisiones.


“La educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser”, Hesíodo.

Investigaciones como la realizada en 2011, en la Universidad de La Laguna, por Ramón Aciego, Lorena García y Moisés Betancort, alrededor de los beneficios del ajedrez en el enriquecimiento intelectual y socio-afectivo en edad escolar, confirman que jugar regularmente a este tipo de juegos presenta una mejora significativa en la adaptación y el ajuste emocional de los niños y jóvenes.
En resumen, los niños aprenden a través de la acción, y el juego favorece el desarrollo de las habilidades mentales, sociales y físicas, permitiéndoles expresar sus sentimientos, aprender a reconocer y manejar sus emociones, descubrir y enfocar sus miedos y deseos, así como a utilizar su fantasía; y todo de forma placentera.
Jugar en casa, tanto en las primeras etapas del aprendizaje, como pasada la educación primaria y llegada a la secundaria —y bachillerato—, les ayuda a encarar y sentar las bases para el trabajo escolar, así como a adquirir las capacidades que necesitarán cuando ingresen en el mundo adulto.


Nos interesa tu opinión
En los próximos meses, queremos resolver vuestras dudas con un artículo cada jueves, hablando de: los juegos clásicos y la educación temprana; cómo mejorar la psicomotricidad mientras nos divertimos; trucos para montar cumpleaños y fiestas temáticas; números y matemáticas; juegos para promover la colaboración; cómo introducir turnos y normas; fomentar la creatividad; fortalecer lazos y risas; y letras, palabras e idiomas.
            Queremos insistir en que, si tenéis alguna pregunta, nos la enviéis a nuestro mail o respondiendo a los artículos en la web.
            Agradeceremos vuestros comentarios para mejorar e incluir aquellos puntos de vista y temáticas que se nos hayan podido pasar por alto.


Sobre los Autores:
Isabel del Río (Barcelona, 1983), terapeuta y escritora, licenciada en filosofía por la UAB, Maestra Reiki Federada y Fitoterapeuta Titulada. Trabaja en el mundo editorial, literario y cultural. Colabora con la revista Integral. Atiende una pequeña consulta de terapia holística e integral en Barcelona. Y realiza talleres de escritura y crecimiento personal por toda España —especializada en trastornos afectivos y emocionales, así como en educación infantil-juvenil.
Junto a su pareja, Ivan López (Barcelona, 1984) —artista marcial y especialista en juegos de mesa—, cría, educa y mima a su hijo Max, de casi 3 años.