domingo, 23 de octubre de 2016

Reseña de “Oso” de Marian Engel

TÍTULO: Oso
AUTOR: Marian Engel
TRADUCTOR: Magdalena Palmer
EDITORIAL: Impedimenta

SINOPSIS
Publicada en 1976 y adorada por Robertson Davies, Margaret Atwood o Alice Munro, Oso es una novela delicadísima y calculadamente transgresora, una auténtica parábola de la vuelta a la naturaleza.
La joven e introvertida Lou abandona su trabajo como bibliotecaria cuando se le encarga hacer inventario de los libros de una mansión victoriana situada en una remota isla canadiense, propiedad de un enigmático coronel, ya fallecido. Ansiosa por reconstruir la curiosa historia de la casa, pronto descubre que la isla tiene otro habitante: un oso. Cuando se da cuenta de que este es el único que puede proporcionarle algo de compañía, surgirá entre ellos una extraña relación. Una relación íntima, inquietante y nada ambigua. Gradualmente, Lou se va convenciendo de que el oso es el compañero perfecto, que colma todas sus expectativas. En todos los sentidos. Será entonces cuando emprenda un camino de autodescubrimiento. A pesar del impacto que causó su publicación, Oso se alzó con el Governor General’s Literary Award en 1976 y está considerada una de las mejores (y más controvertidas) novelas de la literatura canadiense.

OPINIÓN
“Ahora sabía que lo amaba. Un amor tan extravagante que el resto del mundo se había convertido en un estrecho nudo sin sentido, salvo por el paisaje que, neutral y ajeno a ellos, gozaba de sus propios orgasmos de verano”.
Novela bestialista, bucólica y erótica en la que el orgasmo y el dolor son el catalizador para la autocomprensión y el cambio.
Oso, haz que por fin me sienta cómoda en el mundo. Dame tu piel”.
Oso escandalizó a sus contemporáneos y, cuando la leemos hoy en día, entendemos el porqué.
“Lo evidente de las islas, que suele olvidarse en cuanto se desembarca en ellas, es que son criaturas acuáticas. Esta era pequeña. El jardín de Cary estaba rodeado de un bosque casi impenetrable. No había playa y la vegetación llegaba hasta la orilla”.
Lou es una joven profundamente perdida que trabaja identificando y catalogando retazos de historia ajena. La novela se inicia con la donación de un tal Coronel Cary al Instituto para el que trabaja. La herencia consta de una casa aislada y todas las pertenencias del coronel. Lou viaja a la isla sin saber muy bien qué encontrara, sin demasiada pasión, pero ansiando el cambio, necesitando de forma visceral y urgente que algo la abofeteé y la haga volver al mundo de los vivos del que escapó años atrás.
“En invierno vivía como un topo, encerrada en las profundidades de su despacho, escarbando entre mapas y manuscritos. Se alojaba cerca del trabajo y hacía la compra de camino al instituto, correteando apresurada de un refugio a otro por el túnel del invierno, sin perder tiempo”.
Según avanzamos en sus páginas vamos adentrándonos más en la mente de Lou, en porqué siente lo que siente y hace lo que hace, quién fue en otra vida y cómo se ha dejado arrastrar en esta.
“Pescaderas o viudas de pescadoras. Y todas empezamos queriendo ser sirenas”.
Curiosamente, cuando llega a la isla y su guía autóctono, Homer, le muestra cómo sobrevivir allí, descubre también que entre las adquisiciones del Instituto se encuentra un oso. Un enorme oso pardo sin nombre ni edad conocida.
“Así que este era su reino: una casa octogonal, una sala llena de libros y un oso”.
Al principio, Lou teme al oso, no sabe qué debe hacer, pero siguiendo los consejos de una anciana india se acercará a este animal y a todos los secretos que esconde. Y las notas del primer Cary, aquel que se aventuró a la remota isla dejando su vida atrás, quien construyó la casa y la biblioteca en la que trabaja Lou, la guían a un viaje sin retorno hacia una visión del mundo más allá de lo cotidiano.
“Los verdaderamente románticos sucumbían de forma espantosa, recordó. Se hundían en el hielo, contraían neumonía o tuberculosis, morían de fiebres extrañas, escorbuto, depresión o abandono. Solo sobrevivían los más fuertes y sus escasos recuerdos”.
Según pasan los días y avanza con su trabajo, Lou inicia una especie de viaje iniciático que la convertirá en otra, pero habrá de pasar por la febril locura para ello.
“Anoche: el espantoso roce de sus zarpas en el linóleo, cómo cambió de estatura en lo alto de la escalera… Ella se había encogido de miedo, encogido literalmente, hasta meterse en el vano de la ventana. De haber permanecido de pie, las rodillas le habrían vuelto a flaquear”.
El oso es un símbolo, un animal que trae consigo la sabiduría más básica y terrena, que sana a Lou justo donde ella lo necesita: en su inseguridad, sus miedos, su soledad. Y finalmente le da el zarpazo de gracia para devolverla a la realidad y colocar cada cosa en su sitio.
Se rumorea que hasta los devotos los veneran por la antigua creencia de que ellos, y no Adán y Eva, fueron nuestros primeros antepasados”.
Una historia compleja y bella, distinta, rodeada de una naturaleza exuberante y poética. Un libro repleto de emociones tan vivas que casi duelen. Un amor imposible que rompe esquemas y fronteras, que nos recuerda la inocencia y la pasión, más allá de lo que se espera de nosotros, sólo debiéndose a uno mismo y su corazón.
“¡Oh, se sentía sola, inconsolablemente sola…! Llevaba años sin sentir contacto humano. Siempre se le había dado mal. Era como si los hombres supieran que su alma estaba gangrenada”.

Recomendada a los que no teman romper tabús o superar los límites sociales, para aquellos que busquen una historia más allá de las convenciones que anime a la autorreflexión y la metamorfosis.
“¿Dónde he estado?, se preguntó. ¿En una vida que ahora podría considerarse una ausencia de vida?”.

Isabel del Río

Julio 2016