miércoles, 15 de abril de 2015

La necesidad de llorar y el abrazo terapéutico

Ya había vivido el resultado de esta alquimia ancestral que nos deshace en llanto enfrentándonos al dolor, desanudando temores y traumas, y liberándonos del peso que éstos suponen para nosotros. Pero sólo lo había experimentado con adultos y, en un par de casos, con jóvenes de más de 13 años.
Hace unas semanas decidí poner tal práctica a prueba con Max. Como ya sabéis, el peque de la casa ha cumplido un añito, lo que no sabéis es que, desde que salimos del hospital, llora de forma dramática cuando ha de dormir y, últimamente, llora sin parar si no estás pendiente de él las 24h del día. Y lo peor no es que llore, sino que sólo se calma si le doy el pecho o le distraen de lo que le preocupa.
Así que, a pesar de lo que se sufre cuando ves llorar a un niño y, en especial, si es tu propio hijo, cuando llegó la noche le dejé llorar. Sin cantarle, arrullarle, darle el pecho o distraerlo. Eso sí, sin dejarlo solo, abrazándolo (sin atraparlo) y acariciándole la espalda, la cabeza, los brazos... Pasó una hora llorando, levantándose, poniéndose de rodillas, dando vueltas por la cama, pero curiosamente, viniendo todo el tiempo a por abrazos y caricias.
Después de una hora que me dejó hecha polvo, Max me abrazó, sonrió mirándome fijamente a los ojos, apoyó la cabeza en mi tripa y se durmió. Durante la noche se despertó un par de veces para pedirme pecho, pero sin llorar, sólo llamándome, y por la mañana se abrazó a mí con una gran sonrisa.
Desde ese día llora viniendo a buscarme, a sabiendas de que le escucho e intento comprender qué le ocurre, y duerme sin lágrimas, despertando sonriente por las mañanas. Todavía le quedan algunas sesiones para quitarse ese extraño "miedo" a dormir o a quedarse solo (nunca le hemos dejado sin compañía, aunque en el hospital se lo llevaban todas las noches, despertándolo y apartándolo de nuestro lado para lavarlo o hacerle pruebas), pero el cambio ha sido espectacular.
No sé qué le causa tal inquietud y desasosiego, pero la verdad es que llorar no es malo, ni de niñas, ni feo, ni dejar llorar a un niño (siempre que se le acompañe en todo momento y se le apoye en el proceso) no es cruel ni de mal padre/madre. Tampoco es malo o feo un niño que llora, sólo reclama atención sobre algo que le está haciendo sufrir física, emocional o psicológicamente.
Me quedan muchas discusiones con mi familia y la de mi pareja para que entiendan porqué lo hacemos y dejen de pensar que malcriamos y/o maltratamos a su nieto. Para que comprendan que cuando dicen: “que no llore delante de mí”, no están pensando en el niño sino en ellos mismos.
Un abrazo y unas caricias son muchas veces la mejor medicina para enjugar las lágrimas y seguir adelante.

Isabel del Río

Abril 2015