La locura os habla desde las letras, ¿escucháis al cuentista? La demencia pica a los pórticos de vuestra conciencia. Abridlos, no temáis. Os mostrará aquello que, invisible, os acuna, lo que sólo una pequeña lunática puede percibir.
viernes, 2 de marzo de 2012
Nieve 07. La fría verdad
¿Qué es peor, saber la verdad o continuar en la ignorancia?
Abrí los ojos y examiné lo que me rodeaba. En algún momento había perdido la consciencia y estaba desorientada. Lentamente mis pupilas se adaptaron a la frugal luz y pude situarme, me hallaba en mi habitación, cubierta por el edredón y dos mantas.
Me senté en la cama y escuché atentamente. Seguían allí, a pesar de no entenderles, podía oír su conversación. Levanté las mantas y sentí un escalofrío que me puso de punta hasta el último pelo de la cabeza. Era horrible, soplaba un suave viento helado que cubría de purpurina nevada todo lo que me rodeaba. Pero allí no había ni una sola ventana abierta, ¿de dónde procedía? Busqué a tientas mis zapatillas y, mientras me calzaba, recordé lo que me había dicho el extraño invitado. Una absurda imagen infantil pasó por mi mente a toda velocidad, sólo había escuchado a otra persona hablar así de las Damas de las Nieves y hacía años que estaba muerto por congelación.
Cuando llegué al salón las voces enmudecieron y me encontré con cuatro pares de ojos mirándome fijamente.
—¿Te encuentras mejor? —preguntó Lars girándose por completo hacia mí.
—Sí… Bueno, eso creo. No suelo congelarme y quedarme sin aire cada día —respondí apartándome de la anciana.
—No te preocupes por ella, es inofensiva —dijo él.
—Yo no diría tanto, ¿no te parece?
—Se ha ofendido, eso es todo, que la consideren humana para ella es indigno.
De nuevo estudié a los personajes que se refugiaban en mi casa. Los niños habían encontrado mis bizcochitos de nueces y pasas y los devoraban con avidez, mientras la anciana continuaba sentada en la misma posición que antes y Lars había desplegado mapas y símbolos extraños en la mesa del comedor.
—Digamos que me lo trago. Ella es la última de su especie y tú andas apurando los últimos detalles de un plan súper importante. ¿De qué va todo esto? —pregunté alcanzando uno de los bizcochitos que quedaban sobre la mesilla del café y sentándome a su lado.
—Es bastante simple, vamos a morir todos y estos son los nombres de quienes han puesto la primera piedra del fin.
Isabel del Río
Marzo 2012