Martes, 6 de mayo de 2008
En Barcelona
Lo sostiene entre sus dedos, casi sin tocarlo, como si en cualquier momento fuera a quejarse por la presión. Sus brillantes ojos verdes lo estudian con sumo detenimiento.
—Ahm… —mueve los labios murmurando algo—¿y qué fue lo que sentiste? —pregunta sin apartar la mirada del dibujo.
Me froto las manos con nerviosismo, miro mis uñas, las de los dedos gordos muy mordidas, a ras de piel. La señora Valette hace el ademán de acercarme la libreta, me aparto bruscamente.
—No te asustes, hija —dice tratando de calmarme—sólo es una imagen, un cuadro, no puede dañarte.
—Lo sé —respondo inclinándome hacia delante, todavía algo incrédula. Me apreto ambas rodillas con las manos—, pero todo es… —las lágrimas se agolpan en mis ojos al igual que las palabras lo hacen en la puerta de mis labios—horrible. Es una pesadilla. Desde ese día las sensaciones no me abandonan.
—¿Qué sensaciones? —La señora Valette deja el cuaderno de dibujo sobre la mesa circular del salón.
—No estoy sola.
Ella sonríe mostrando sus dientes de perla desgastada.
—Nadie está sólo, eso es lo que creemos.
—No es eso… —sé a qué se refiere, pero lo que yo puedo casi palpar no son guías, ni espíritus errantes—. Algo anda tras de mí, algo que me conoce, me conocía antes de nacer.
Ella palidece, su piel toma un tono amarillento y cetrino tras comprender mis palabras, o quizá al pensar que estoy perdiendo del todo el rumbo. Vuelve la cabeza hacia el dibujo y la mirada de la anciana se encuentra con la suya, con esos ojos como pozos negros y amargos.
—¿Él? —pregunta.
—Sí, creo que es eso…
—¿Y cuando lo pintaste…?
—Yo no lo pinté, no es mío, me invadió la culpa, la desesperación, la tristeza y la impotencia de otra persona; esos no son mis recuerdos.
—Pero el hombre del árbol… —insiste confundida.
—Sí, él es papá —respondo—, pero no es mi pesadilla, no es la muerte que recuerdo. Quién lo haya dibujado ya estaba allí entonces.
—Eso significa que te ha seguido —aparta el bloc con los dedos, intentando no entrar demasiado en contacto con él, como si fuera infeccioso, lo aparta de su vista —. O que te ha encontrado.
—Creo que sí.