@IsabelDlRio / @miransaya

miércoles, 11 de junio de 2008

Entrevista publicada en "Cerdanyola al dia"


Buenas noches a todos,

Tengo una buena noticia que contaros: la revista gratuita Cerdanyola al dia ha publicado la entrevista que me hicieron y ya está en la calle. Aquellos que viváis cerca podéis haceros con un ejemplar, los que no, podéis leerla por Internet en su página Web: http://www.cerdanyolaaldia.com/index.php

http://www.cerdanyolaaldia.com/pdfrevistes/11-6-08.pdf

Un abrazo desbordado de ilusión

Isi ^__^

Astrid, capítulo 14: La señora Valette

Martes, 4 de marzo de 2008

En Barcelona


Hoy ha hecho un día radiante, el Sol parecía limpiarlo todo haciéndolo más brillante, más claro. Mirando el cielo azul surcado por suaves mantos blancos semejantes a trocitos de algodón, sentía que hoy todo era comprensible. Sólo Noa seguía perdido en la niebla. En lugar de venir a hablar conmigo se fue con unos compañeros a jugar a baloncesto, al pasar junto a mi ni siquiera me saludó. Siento que le estoy perdiendo.

Aunque la hora ya es avanzada, la luz azulada de la tarde entra por los ventanales y el escaparate de Babilonia dando el aspecto de estar viviendo en un sueño. Apoyo mis brazos sobre la barandilla caoba del segundo piso y acomodo mi barbilla en éstos. Observo a varios curiosos ojeando las novedades del mercado editorial. Tío Bernard comprueba la lista de pedidos, libros raros que se encarga de localizar para nuestros clientes más exigentes.

La campanilla japonesa de la puerta también parece alborozada, pues su canto hoy parece especialmente risueño. La señora Valette entra envuelta en un mantón azul oscuro con flores bordadas color violeta. Tío Bernard levanta la vista y la saluda, ella dibuja una amable sonrisa en su rostro surcado por los años y la experiencia.

La señora Valette ha tenido una vida increíble, muchas tardes he quedado ensimismada escuchando sus historias. Nació en Londres hace 63 años, pero pasó gran parte de su juventud en Irlanda, con sus abuelos maternos. A los 19 se enamoró perdidamente de un poeta francés y, una vez casados, se mudó con él a España por motivos de trabajo. Hace ya veinte años que él murió, pero ella sigue fiel a sus costumbres, sigue tomando un café cada tarde en el mismo bar donde le esperaba después del trabajo, a pesar de que ahora sea un restaurante de kebabs, y por las noches lee poemas en voz alta teniendo como único oyente al silencioso piso vacío. También me contó que durante sus felices primeros años de casados muchas veces no les llegaba con el dinero que el ganaba escribiendo y trabajando de sol a sol, así que, para no preocuparle, empezó a hacer bordados, remedios caseros, y demás artes que le enseñó en su día su abuela. Los señores Valette nunca tuvieron hijos, y por ese motivo ella se siente muy sola y le encanta pasar el tiempo en la librería, dice que considera a tío Bernard como a su propio hijo.

Buenas tardes señora Valette saludo contemplando sus cabellos cortos y plateados.

¡Qué sorpresa más agradable! Exclama jubilosa Buenas tardes señorita Astrid, ¿dónde andabas metida? pregunta plantándome un beso por mejilla

Estaba arriba, estudiando respondo —. ¡Ah! Muchas gracias por el regalo.

Una chispa cruza los pequeños y brillante ojos verdes de la señora Valette.

¿Te gustó? –Pregunta sorprendida Cuanto me alegro.

Sí, son preciosas, y muy antiguas.

Eran mías, mí cielo, me han sido útiles durante muchos años explica.

¿Y porqué me las regaló si son tan importantes?

Sin cambiar un ápice su sonrisa, calcula la respuesta.

Porqué tienes mucha luz, tienes un don que aún debes descubrir, y ellas te ayudarán, te guiarán, te harán recordar su gesto se endurece —. Ya te ha pasado algo, ¿verdad?

Su mirada es escrutadora, siento que me atraviesa, que llega hasta mis visiones y secretos. Me aparto bruscamente. Tío Bernard se da cuenta.

¿Ocurre algo Astrid? ¿Necesita alguna cosa señora Valette?

Ella niega, se retoca el pelo nerviosa y, de nuevo sonriente, se despide con afecto.

La campanilla de cerámica resuena jocosa entre las paredes de la tienda. La luz ya ha menguado. Los libros, las estanterías, el mostrador, todo se ha teñido de color carmesí, pero para mí todo parece negro.