jueves, 8 de mayo de 2008

Astrid, capítulo 10: El sobre lacrado

Miércoles, 27 de febrero de 2008

En Barcelona

No te preocupes dice papá acariciándome el pelo —. Todo va a ir bien, ya no tendrás nada que temer.
Sus ojos, como dos claros cielos en primavera, me sonríen. Dejo la muñeca con la que estaba jugando en el suelo y le abrazo.
Astrid, mí niña, mí luna, mí princesa,… me besa en la frente Mamá cuidará de ti.
¿A dónde vas papá? le pregunto apretando el puente de mi nariz contra su barbilla.
A un lugar donde no puedes seguirme mí amor me explica amablemente.
¿Pero por qué? no quiero que se marche.
Para protegeros, debo que protegerte mí estrella.
Tengo miles de preguntas que hacerle, pero papá no me deja, tiene prisa por decirme algo.
Escúchame atentamente mí niña sus finos labios gesticulan abiertamente, marcando cada sílaba, cada letra —. Pase lo que pase recuerda que eres lo que más quiero y que nunca me iría sin una buena razón. Abre el cajón de tu mesita de noche y guarda bien lo que encuentres en él dice señalando el pequeño mueble blanco que acompaña a mi cama.
Me levanto y abro el cajón, dentro me saluda un sobre lacrado con mi nombre.
¡¡AhHhHH!! un chillido desgarrador desde el jardín hace que el sobre caiga de mis manos arrancándole a su interior un grito metálico.
Papá ya no está en la habitación. Bajo las escaleras todo lo rápido que me permiten mis cortas piernas. Siento mi corazón aporreándome el pecho. Abro la puerta trasera. El verdor de la mañana me deslumbra. Corro descalza sobre la hierba húmeda. La manguera sigue escupiendo agua abandonada entre los rosales. Mamá parece una roca gris, de rodillas sobre el césped, agarrándose la cabeza, arañando sus mejillas como si tratara de arrancarse los ojos.
¿Mamá? le pregunto. No parece oírme.
Cuando la toco me golpea con tal furia que caigo al suelo. Tendida veo una sombra que se mece con el suave viento matinal. Dolorida me incorporo. De una de las fuertes ramas del viejo roble que siempre ha vivido en el jardín papá cuelga, balanceándose, como si fuera un columpio roto.
Bañada en sudor y lágrimas despierto en la cama de tío Bernard. Junto a mí, apretándome el brazo derecho, veo a Noa, pálido y preocupado.
Perdona dice soltándome —, estabas chillando, llorando, dando patadas,… y te he despertado, ¿qué soñabas? pregunta sin apartar la vista de mí que, secándome la frente, lucho por recomponerme.
Nada respondo —, sólo era una pesadilla. ¿Dónde está mi tío?
Cuándo he llegado me ha preguntado si podía cuidar de ti un momento, que tenía que ir a comprar algo Se encoge de hombros.
Entiendo, debe haber ido a por ingredientes para hacer caldo, no ha dejado de repetir eso toda la mañana.
¿Y tu qué haces aquí? intento parecer calmada, como si nada peleara en mi interior, desbordándose.
Bueno, has faltado y quería saber cómo estabas… se sienta en una silla junto a la cama Tenía miedo de que hicieras otra estupidez, ¿sabes? ríe señalando mi pelo corto y despeinado –Últimamente todo está raro, desde el lunes una niebla extraña y densa ha cubierto la ciudad, quién sabe, quizá te conviertes en una chica-lobo o algo.
En ese momento agradezco el hecho de que Noa se acercara a mí, pero, a pesar de que intento sonreír sinceramente, una imagen no deja de llamarme desde el fondo de mi maleta, oculta en la oscuridad del armario de mi habitación.